Mahasweta Devi: Mother of 1084 (novela traducida al castellano)

Os traduzco la novela "Mother of 1084" de la escritora bengalí Mahasweta Devi, escrita en 1973-1974 en bengalí y traducida al inglés por Samik Bandyopadhyay en 1997. Mahasweta escribió más de 100 novelas en las que defendía las minorías sociales  a las que nadie hace caso, falleció en 2016 con 90 años. Por más que busco, nunca, nadie ha traducido sus obras al castellano, así que me ha tocado a mí. Son 75 páginas, 30.630 palabras ¿Preparadas?

Esta trata del trauma emocional de una madre que se encuentra con su hijo, activista político, asesinado por la policía. Análisis de la clase acomodada en Calcuta a finales de los 60. Del papel de la mujer en una sociedad patriarcal. El conflicto entre lo personal y lo social. Las cloacas de la democracia. Lo absurdo de la violencia.  

Mañana

En sueños, Sujata volvió a una mañana de hace 22 años. A menudo volvía a esa mañana. Se vio haciendo la pequeña maleta: toalla, blusa, sari, cepillo de dientes, jabón. Sujata tiene ahora 53 años. En sueños ve una Sujata de 31, ocupada recogiendo sus cosas. Una Sujata todavía joven, pesada con el niño que llevaba en su vientre, hizo la maleta, cosa a cosa, mientras se preparaba para traer a Brati a este mundo. La cara de Sujata se retorcía de dolor una y otra vez, se mordió los labios para no llorar, la Sujata que en sueños esperaba el nacimiento de Brati.

     El dolor vino a las 8 de la tarde. Hem, por su experiencia dijo: Será rápido, Ma. El vientre había comenzado a expulsarlo. Hem le sujetó las manos y dijo: Qué todo esté bien. Que dios os devuelva, a los 2, por separado.

     Llegó el dolor, un dolor terrible. Sujata estaba en la clínica desde el día anterior porque le habían avisado que el niño podía llegar en cualquier momento. Jyoti tenía 10 años entonces. Neepa 8, Tuli 6. Su suegra había esperado con ella, recordó. El padre de Jyoti era hijo único. Su padre había fallecido poco después y su madre no soportaba que Sujata tuviera hijos, la miraba con un odio devastador. Cuando se acercaba el parto, se iba de casa a vivir con su hermana. Se negaba a apoyar a Sujata.

     Su marido decía, Ma es floja, ¿no puedes entenderlo? No puedes aguantar todo este dolor, la emoción.

     Pero Sujata nunca gritó, ni siquiera gimió. Se mordió fuerte los labios e hizo todo lo que había que hacer por  sus hijos. Esa fue la vez que su suegra estaba con ellos, porque su hermana estaba ,fuera de Calcuta. El marido de Sujata estaba en Kanpur, de negocios. Dibyanath no sabía que su madre se quedaría esta vez. Ella nunca se queda para esto, esta vez tampoco, pensó. Pero, ni aún así, él había preparado algo para Sujata. Nunca lo hacía. El primer dolor vino en el bañó, Sujata tembló de arriba abajo. Se asustó cuando vio la sangre. Empaquetó sus cosas ella misma y le dijo al cocinero que llamase un taxi.

     Fue sola a la clínica. El médico se preocupó. Ella se asustó. Cuando llegaron los dolores, los ojos de Sujata parecían ir a tientas en la niebla, como si alguien sujetara un cristal oscuro delante de sus ojos. Con esfuerzo, abrió bien los ojos y preguntó al doctor:

     ¿Estoy bien?
     Por supuesto.
     ¿El niño?
     Duerma.
     ¿Qué hará?
     Operar.
     Doctor, ¿el niño?
     Duérmase, yo estoy aquí para cuidar de todo.
     ¿Por qué vino sola?
     Mi marido está fuera.

     Sujata se sorprendió. No esperaba que su marido la acompañase aunque hubiera estado en casa. ¿Por qué sí que lo esperaba el médico? Dibyanath nunca venía con ella, nunca la acompañaba cuando llegaba el momento. Dormía en una habitación del segundo piso para que los lloros del bebé no le despertasen. Nunca bajaba a preguntar por los niños cuando estaban enfermos. Pero se daba cuenta de cosas, se fijaba en Sujata, tenia que estar seguro de que Sujata podía tener un hijo otra vez.

     ¿Te estás tomando el jarabe cuando toca?

     La voz de Dibyanath sonaba profunda y flemosa. Cuando le inquietaba un deseo, la garganta de Dibyanath parecía segregar flemas haciendo que su voz empujara un peso viscoso. Sujata conocía muy bien a Dibyanath. Cuando Dibyanath se preocupaba por su salud, era sólo por un motivo. ¿Qué podía saber el doctor sobre Dibyanath?

     El médico prescribió una medicina para Sujata. Pero el dolor siguió. De repente Sujata sintió un deseo ardiente por el niño. Habían pasado 6 años desde el nacimiento de Tuli. Sujata se había defendido con determinación pero falló al final.

     Se había sentido violada y deshonrada durante los 9 meses. Era una maldición como su cuerpo ganaba peso. Pero en el momento que vio que su vida y la del niño estaban en peligro, le invadió la compasión. Sujata llamó en seguida al doctor. Le pidió: por favor, opere, salve al niño.

     Eso es lo que vamos a hacer.

     La enfermera puso una inyección. El dolor perforó el estómago de Sujata, dentro, más dentro. Mil novecientos cuarenta y ocho, 16 de enero. Las manos de Sujata estrujaban y arrugaban la sábana una y otra vez. Su frente brillaba con el sudor. La marca oscura bajo el ojo se extendió, creció. Sujata no sentía el frío del invierno. Ese enero hacía un frío que pelaba.

     El dolor perforaba su estómago, más y más. Sujata se despertó goteando sudor, sus manos agarradas a la sábana blanca. Cuando vio a su marido en la cama de al lado, sus cejas alargadas se encogieron frunciendo el ceño. ¿Por qué tenía que estar su marido en la cama de al lado? Agitó la cabeza. El día que Brati nació, el padre de Jyoti no estuvo cerca, por eso nunca aparecía en sus sueños. Pero Sujata ya no soñaba.

     Alargó la mano. Caja de Baralgan. Agua. Tragó la pastilla y un trago de agua. Se limpió la frente con la punta del sari.

     Se acostó de nuevo. Tenía que contar hasta cien. Esa era la instrucción del médico. Como esperaba, el dolor cesó. Tras el tiempo que necesitaba el Baralgan para tener efecto, abatió el dolor.

    El dolor se sosegó. Dejó a Sujata exhausta, vencida. El dolor debía cesar. Miró el reloj. Eran las 6 de la mañana. Miró la pared. El calendario, 17 de enero. Toda la noche del otro 16 de enero, había tenido el dolor, rompiéndola, consciente, inconsciente y otra vez, el olor del éter, luces duras, los médicos moviéndose tras la brumosa pantalla de dolor entorpecedor, toda la noche, toda la noche, después el amanecer del 17 de enero y Brati nació. Era de nuevo la mañana del 17 de enero. Pero ahí estaba en el pasado, hace 2 años, otro 17 de enero,, otro amanecer, cuando Sujata durmió al lado del mismo hombre, del mismo modo. Y sonó el teléfono. En la mesilla de noche. De repente.

     El teléfono sonó esta mañana también. Desde la habitación de Jyoti. Jyoti se lo había llevado a su habitación después de aquel día hace dos años. Tan, tan majo Jyoti. Su primer hijo, su primogénito. El hijo leal y obediente de Dibyanath. El marido generoso de Bini. El padre cariñoso de Suman.

     Sujata hizo 51 años hace 2 años, el padre  de Jyoti 56. Los años más seguros de la vida. Todo parecía establecido, organizado. La hija mayor ya estaba casada, la hija pequeña ya había elegido.  El hijo mayor tenía una carrera establecida, el padre tenía planes de mandar al hijo pequeño al extranjero a seguir estudiando. Todo parecía tan bien organizado, ordenado, limpio y bonito.

     Y fue entonces cuando sonó el teléfono. Sujata levantó el aparato medio dormida. La voz desconocida, impersonal, de un oficial hizo la primera pregunta: - ¿Está usted relacionada con Brati Chaterjee?
      Su hijo, ¡dice? Venga a Kantapukur.
      Sí, repitió la voz sin rostro ni cuerpo. Venga a Kantapukur. El auricular chocó con el suelo, Sujata se había desmayado.

     Hace dos años, el 17 de enero temprano, el día del cumpleaños de Brati, el mismo día que Brati vino al mundo, las noticias habían explotado a través del teléfono en la casa limpia y ordenada, en la familia buena y tranquila con una violencia que rompía sus esquemas.

     Por eso Jyoti se había llevado el teléfono de su sitio poco después. Durante 3 meses ella no supo nada. Sujata lo supo después. Estaba en la cama todo el raro, tapándose los ojos con las manos. Nunca lloró fuerte. Sólo Hem se quedaba con ella para darle somníferos y darle la mano.

     Sujata no se enteró cuando se llevaron el teléfono de la sala.

     Sujata tardó 3 meses en volver al trabajo en el banco. Volvió a hablar a Jyoti, Neepa y Tuli con normalidad. Volvió a afilarle el lápiz a Suman, el hijo de Jyoti. Preguntó a la esposa de Jyoti, Bini, ¿Mandaste mi sari de borde negro a lavar?

     Cuando el padre de Jyoti marchó a Bombay, le puso sus pastillas digestivas en la maleta.

     Sólo cuando todo volvió a la normalidad, Sujata se dio cuenta que se habían llevado el teléfono de su habitación a la de Jyoti.

     Cuando se dio cuenta por primera vez, frunció el ceño. ¿Cómo podía ser Jyoti tan tonto? Sólo pudo menear la cabeza con pena por la estupidez de Jyoti. Nunca volvería a haber una llamada como esa. El padre de Jyoti tenía su propia empresa de contabilidad. Jyoti era el segundo en la jerarquía de una firma con nombre británico. El marido de Neepa era un importante oficial de aduanas. El prometido de Tuli, Tony Kapadia, tenía su propia agencia de exportación de alfombra, batiks de seda india, Natarajas de bronce y caballos Bankura de arcilla. El suegro de Jyoti vivía en el Reino Unido.

     No había nadie más de la familia que hiciera algo fuera de lo normal y diese una oportunidad para que llegara un mensaje repentino por teléfono que llevara a Sujata a Kantapukur a identificar un cadáver en el depósito de cadáveres.

     Ya no había nadie más en la familia que fuera tan tonto como para enviar corriendo a Jyoti y a su padre entre los entresijos del poder mientras Sujata y Tuli eran las únicas que quedaban para ir a la carrera a Kantakapur.

     Ya no había nadie en la familia que pudiera cometer un crimen que le hiciera acabar muerto en Kantakapur. Al dom (*1) levantar la sábana gruesa. Al OC (*2) preguntar ¿Identifica a su hijo?

      Eran todos prudentes, seguían las leyes locales, eran buenos ciudadanos. Nunca pondrían a Sujata en una situación similar. Nunca desesperarían al padre de Jyoti. El padre de Jyoti tuvo que tirar de muchos hilos para esconder que su hijo había tenido una muerte tan escandalosa.

     Cuando llegó la noticia con la llamada, su primera preocupación fue como podría esconder los hechos a sus conocidos. Ir a Kantapukur a reconocer el cadáver no parecía tan importante. Había educado a Jyoti, su primogénito, según sus máximos ideales quien acompañó a su padre en la misión de arreglar las cosas.

     Dibyanath no dejó que Sujata cogiera su coche. No estaría bien mantener su coche aparcado delante de Kantapukur. Cualquiera podría reconocer el coche.

      Ese día, con la muerte de Brati, el padre de Brati también había muerto para Sujata. El modo en que se comportó ese día, en ese momento, rompió muchas de sus ilusiones. Le había estallado con fuerza expansiva. Como uno de esos meteoritos que cayeron en la antigüedad hace mil millones de años. Como una de esas explosiones que separó la tierra sólida formando continentes separados por océanos.

     Dibyanath nunca supo que su comportamiento de ese día le había llevado tan lejos de Sujata, que para ella, él estaba muerto a partir de ese día. Yacía en una cama al lado de Sujata pero nunca supo que no existía para Sujata desde aquel día cuando puso su posición social y su seguridad por encima de la muerte de Brati.

     Dibyanath tuvo éxito en su misión de tirar de los hilos. Al día siguiente los periódicos contaron la muerte de 4 jóvenes. Se dieron sus nombres. Brati no apareció en ninguna de las noticias.

     Así fue como Dibyanath había borrado a Brati. Pero Sujata nunca pudo hacerlo.

     Sujata sabía muy bien que algo así nunca volvería a suceder en la casa. Y por eso le parecía gracioso que Jyoti se llevara el teléfono a su habitación.

     Bini notó una veta de sorna en su sonrisa y rompió en lágrimas. Se lo contó a Jyoti, no tiene corazón.

     Bini lo dijo para que Sujata lo escuchara, Sujata escuchó las palabras pero no le dolieron. Siempre había sentido, y lo sentía de nuevo, que Bini tenía que haber querido a Brati.

     Esa fue la última vez que sintió que Bini amaba a Brati. No encontró la foto de Brati en la pared del pasillo. No vio los viejos zapatos de Brati. El chubasquero de Brati también había desaparecido.

     Bini ¿dónde está el retrato?
     En la habitación del segundo piso.
     ¿En la habitación del segundo piso?
     Lo dijo padre...
     ¿Lo dijo padre?

     No le sorprendió descubrir que Dibyanath estaba intentando borrar a Brati, después de su muerte. No le aportaba más pena. Sintió que era típico de Dibyanath de tomar decisiones así. Pero ¿no podía Bini protestar y pararlo?

     Sujata no había pronunciado una palabra. Salió de casa hacia el banco tranquilamente. Llevaba ya bastante tiempo trabajando en el campo. Empezó cuando Brati tenía 3 años. El padre de Brati estaba teniendo problemas en su oficina. Habían perdido 2 clientes importantes.

     Fue entonces cuando Sujata empezó a trabajar. La familia le alentó y apoyó. Incluso su suegra había dicho: Tenías que haber empezado antes. Dibu ha sido generoso en no mandarte a trabar antes.

     Nadie se había preocupado de comprender por qué Sujata quería trabajar, por qué lo había buscado ella sola y había encontrado un trabajo para ella. Dibyanath y su madre eran el centro de atención de la casa. Sujata existía en la sombra. Ella era servil, silenciosa, fiel y sin una vida propia.

     Conocía gente en el banco. De otra forma no le hubieran dado a ella el puesto. Fueron las conexiones de su familia, sus modales de aristócrata, y su pronunciación del inglés lo que le consiguió el trabajo. ¡Había muchas mujeres buscando trabajo diplomadas en el Loreto College!

     Pero el único que lloró y la echó de menos fue Brati.

     En sus sueños, un Brati de 3 años la abrazaba por las rodillas. Lloriqueaba e insistía, Ma, no vayas hoy a la oficina, sólo hoy, ¿por qué no te puedes quedar conmigo?

     Piel clara, delgado, Brati, pelo sedoso, mirada cálida. El mismo Brati cuyo nombre apareció tras 1083 nombres en la lista de muertos en la que se conoció como la Década de la Liberación. Pero si repasas los nombres en los primeros dos años y medio de la década ¿te encontrarías el nombre de Brati? Si confías en los periódicos como fuente de información, nunca sabrías lo de Brati.

     El padre de Brati se había encargado de que su nombre no apareciera en los periódicos.

     ¿Brati Chaterjee?
     ¿Cuál es su relación?
     No, no verá su cara.
     ¿Alguna marca que lo identifique?
     ¿Un lunar en la garganta?
     No tiene que ver el rostro.

     ¿Qué había dicho ella aquel día? ¿Había dicho quiero ver su cara? Había identificado su camisa azul, los dedos, el pelo. ¿Todavía tenía dudas? ¿Había la duda desafiado toda evidencia, toda razón, para insistir en ver su cara? ¿Fue por eso que Sujata dijo...?

     El dom (*1) se apenó de ella y preguntó: ¿Que verá, madrecita?¿Qué queda en su cara?

     ¿Qué había hecho entonces Sujata? Había otros 4 cadáveres tendidos allí. Alguien lloraba en algún lugar. Alguien golpeó el suelo con su cabeza. No recordaba ya las caras. Ahora estaban todas perdidas en una niebla, pero quedaban memorias que brillaban, duras, luminosas, como una navaja de diamantes. Había 3 agujeros de bala en su cuerpo, uno en el pecho, uno en el estómago, uno en la garganta. Agujeros azules. Las balas habían sido disparadas desde cerca. La piel alrededor de los agujeros estaba azul. La pólvora había producido quemaduras. Sangre color chocolate. La pólvora había quemado la piel alrededor del agujero dejándola reseca y resquebrajada en anillos profundos.

     Tres agujeros de bala: en el cuello, en el abdomen, en el pecho.

     La cara de Brati ¡La cara de Brati! Necesitó todas sus fuerzas para tirar de la sábana. La cara de Brati, la cara de Brati, golpeada y destrozada por el filo romo de un arma pesada, puntiaguda. Pudo oír a Tuli reprimiendo un chillido.

     Sujata se inclinó para ver la cara de cerca. Hubiera querido acariciarla con sus dedos. Hubiera querido llamarle por su nombre, Brati, Brati, y pasear sus dedos por su cara. Pero no había ni un centímetro de piel suave y despejada para soportar el roce de sus dedos. Era todo carne cruda, golpeada y reventada. Entonces cubrió la cara. Se dio la vuelta y con los ojos cerrados apretó a Tuli contra ella.

     Cuando volvió al banco de nuevo, recordó mientras salía de casa que el padre de Brati había dado instrucciones para que el retrato de Brati fuera retirado.

     Todo el mundo se le quedo mirando en el banco. De repente las conversaciones se ralentizaron cuando la vieron, y luego silencio.

     Luthra, el agente, fue el primero en acercarse.
     Lo siento, señora...
     Gracias. Sujata no le miró.
     Memsaab.
     Un vaso de agua. Bhikhan se lo estaba ofreciendo.
     ¡Memsaab!

     Bhikhan hablaba suave. Una de las viejas costumbres de Sujata. Cada día, lo primero al llegar a la oficina, era tomarse un vaso de agua.

     En sus ojos Sujata podía ver angustia y simpatía. Bhikhan parecía intentar envolverla con su mirada. Ella había abrazado a Bhikhan el día que llegó un telegrama con la noticia que el hijo de Bhikhan estaba muerto.

     Sujata había alejado su mirada de la de Bhikhan. En ese momento no podía soportar su simpatía. Perdóname, Bhikhan. La muerte de Brati y la de tu hijo han sido muy diferentes. La muerte de tu hijo fue de tal modo que hace olvidar que eres un ujier y lleva a cualquiera a abrazarte.

     Pero Brati, murió deforma tan diferente. Había tantas preguntas antes antes de su muerte. Y tantas después. Signos de interrogación. Filas y filas sin fin de interrogaciones. Y, incluso mientras las preguntas no hallan respuesta, sin ni una pregunta contestada, el fichero de Brati Chaterjee fue cerrado bruscamente, para siempre.

      Por favor, perdóname, Bhikhan.

     Trabajó todo el día mecánicamente. Por la noche, cuando llegó el padre de Brati,preguntó,

     ¿Les has pedido que lleven el retrato de Brati al segundo piso?
     Sí.
     ¿Los zapatos de Brati?
     Sí.
     ¿Por qué?
     ¡Por qué!

     Dibyanath sacudió la cabeza. Si Sujata se negaba a ver por qué era necesario quitar las cosas de Brati, borrar su existencia y todo lo que le recordara ¿Alguien podría hacerle entrar en razón?

     Dibyanath no había dicho palabra.
     ¿La habitación del 2º piso está cerrada?
     Sí.
     ¿Quién tiene la llave?
     Yo la tengo.
     Dámela.

     Sujata cogió la llave y subió. Brati solía dormir en el cuarto del 2º piso. Así estaba acordado desde que cumplió los 8 años. Al principio se negaba a dormir solo. Tenía miedo de dormir a solas. Sujata propuso que Hem podía dormir en el suelo de la habitación.

     Pero Dibyanath se enfadó. Sujata no había mostrado debilidad con Jyoti, Neepa y Tuli, ese era su razonamiento. Sujata dijo que ella había protestado cuando él había tomado decisiones para los demás, también. Porque ellos también tuvieron miedo. Pero entonces Sujata no había sabido que se podía ir, de hecho, contra los deseos de Dibyanath.

     A Brati le perseguían los miedos, los miedos que persiguen a un niño con mucha imaginación. Una procesión funeral nocturna gritando ¡Haribo! (*3) daba miedo, el artista de calle vestido de bandido daba miedo. Pero luego superó sus miedos.

     Brati ahora estaba por encima de todo miedo, de todo atrevimiento.

     Ya en su infancia a Brati le gustaba leer poemas sobre la muerte. En los sueños de Sujata, Brati con 7 años se sentaba en el alféizar de la ventana, leyendo poesía, con las piernas colgando por fuera. Cuando Sujata veía a Brati en sus sueños estos días, una parte de su mente insistía en que era sólo un sueño. Brati no existía, era sólo un sueño.

     La otra parte de su mente continuaba insistiendo que no era un sueño, que era real. En los sueños de Sujata, Brati todavía se sentaba en el alféizar de la ventana, leyendo poesía, con las piernas colgando por fuera, y Sujata estaba sentada en la cama de Brati,escuchando. Y mientras escuchaba, colocaba las sábanas de Brati, su almohada.

     Brati leía-
     El que tenía más miedo
     Fue el que abrió el cerrojo de la habitación oscura.

     Podía ver en sueños a Brati moviéndose, leyendo su ejemplar de Shishu (*4).

    Te fuiste una noche oscura.
     ¿Por qué no vuelves en secreto otra noche oscura?
     Nadie te verá.
     Porque sólo te buscan en las estrellas.
     En sueños Sujata lloraba por Brati y se despertaba. Los sueños parecían tan reales, tan irresistiblemente reales, que Sujata se despertaba de una sacudida y empezaba a buscar a Brati.

     Sujata se paró en la puerta del cuarto del 2º piso. La cama de Brati sin sábanas. Su ropa en el armario. Su foto en la pared. Sus libros en la estantería. Sólo faltaba su maleta, porque se la llevó la policía.

     De pie, apoyada en el cabecero, Sujata apretaba los ojos intentando pensar como, puede que indirectamente, ella había sido responsable del asesinato de Brati. ¿Había algo en cómo ella había educado a Brati que le había convertido en el número 1084 en la década que llevaría a la liberación?¿O había algo que podía haber hecho, o no haber hecho, para convertirlo en el número 1084? ¿En qué había fallado?

     Dibyanath no aguantaba a Brati. Dijo,

     ¡Hijo de su madre! Tú le enseñaste a ser mi enemigo.

     A Sujata le pilló por sorpresa. ¿Por qué iba ella a enseñarle a ser el enemigo de su propio padre? ¿Por qué haría ella algo así? ¿Era Dibyanath enemigo de Sujata?¿No compartía Sujata el apego a la respetabilidad, el confort y la seguridad? Ni siquiera se había preguntado nunca si compartía estos ideales, o no. Seguramente se lo habría preguntado, si tuviera dudas al respecto.

     Sujata venía de una familia rica, ortodoxa. La habían llevado al Loreto College, hasta su graduación, sólo como preparación para el matrimonio. El novio elegido no era rico, pero era de una familia bien conocida. El padre de Sujata sabía que (el marido) llegaría lejos.

     Sujata asumía sin dudar todos esos valores de confort, seguridad y todo lo que suponían. Por eso la acusación de Dibyanath no se sostenía.

     Si sus acusaciones eran falsas, sólo quedaba probado que Sujata no había pedido a Brati que fuera enemigo de Dibyanath. Pero no era suficiente probar que Brati no consideraba a su padre como un enemigo. Sujata sabía que Brati no aguantaba a su padre. Eso lo sabía de sobra.

     Pero ¿por qué Brati?

     El individuo llamado Dibyanath Chaterjee no es mi enemigo.

     ¿Entonces?

     Todas las cosas y valores que mantiene. Muchos otros juran por esas mismas cosas y valores. La clase que alimenta estos valores, la consideramos nuestro enemigo. Él pertenece a esa clase.

     No te puedo entender Brati.
     No necesitas intentar entenderlo ¿por qué no colocas el botón?
     Brati, estás cambiando.
     ¿Cómo puedo evitarlo?
     ¿Por dónde te metes todo el día?
     Me siento, hablo.
     ¿Con quién?
     Con amigos.
     Aquí está tu camisa ¿Necesitas que te cosan un botón en la camisa para dedicarle un rato a charlar con tu madre?

     Brati no contestó. Se frotó los ojos y sonrió. Había algo nuevo en su sonrisa, en su forma de hablar. Tolerancia, paciencia. Como si supiera ya antes que Sujata pronunciara una palabra que ella no podía entender lo que él decía. Trataba a Sujata como una niña, sonaba paternal, casi. Parecía que Brati la estaba mimando. Sujata podía sentir una distancia abriéndose entre ellos y Brati se estaba convirtiendo rápidamente en un extraño. Ella sufría mucho. ¿Pero cómo no sospechar? ¿Cómo quedarse sin que le rozase el miedo?

     ¿Por qué no se le ocurrió que cuando un hijo se convierte en un extraño para su madre, aunque viva bajo el mismo techo, puede haber una amenaza creciendo?

     Sujata estaba de pie en el cuarto de Brati, se frotó los ojos mientras le daba vueltas a esto.

     Si Brati hubiera muerto de una enfermedad incurable como el hermano mayor de Sujata podían quedar cuestiones sin resolver tras su muerte. Preguntas como: ¿La culpa era del doctor, o de la gente de casa? ¿Podía otro médico haber hecho algo diferente? ¿Podía otra medicación haber marcado la diferencia? Esto es lo que la gente se pregunta cuando alguien muere por una enfermedad.

     Si Brati hubiera muerto en un accidente entonces las preguntas hubieran sido diferentes. La gente preguntaría si Brati podía haber sido más cuidadoso y evitar el accidente, o si las circunstancias podrían haber sido cambiadas de alguna manera. Si Sujata hubiera creído en el horóscopo como Dibyanath la pregunta sería: ¿Había algún aviso de muerte por accidente? ¿Si había algún indicio de alarma, no hubo sugerencia de prevención?

     Si Brati hubiera pagado el precio de estar envuelto en un hecho delictivo, entonces estaría la pregunta de quién llevó a Brati a cometer el delito. ¿Cómo pudo salirse del camino determinado para los miembros de esta familia? ¿Qué medidas se tenían que haber adoptado para prevenir este resultado?

     Pero Brati no caía en ninguna de estas categorías. Todo lo que se le podía echar en cara a Brati es que había perdido la fe en el sistema social. Brati había decidido que el camino que seguía la sociedad y el estado no llevaba a la libertad. Brati no se había conformado con hacer pintadas, se comprometía con sus eslóganes. Ahí estaba su ofensa. Dibyanath y Jyoti no habían encendido la tea en la pira funeral para cremar el cuerpo de Brati. Brati y los que son como él, son antisociales cuyos cadáveres se quedan en el depósito de Kantapukur. De noche cerrada pilas de cadáveres eran llevados al crematorio bajo protección policial. Y eran quemados.

     Los cadáveres se quemaban poco a poco en la noche. Los que creen en los rituales tradicionales para los muertos no pueden hacer sus ceremonias por la mañana como mandan los libros sagrados. Tienen que esperar todo el día con los ojos rojos y dilatados. Por la noche tienen que implorar a un cura, uno de esos que no acaban de marcharse del crematorio, para que condujese el ritual. El brahman cobraría una cantidad estipulada por cabeza y ejecutaría la ceremonia deprisa.

     Brati había escrito carteles con eslóganes. Cuando la policía registró su habitación, Sujata vio los textos. Todos tenían la caligrafía de Brati:

     La cárcel es nuestra universidad.
     Desde el barril y la pistola...
     Esta será la década de la liberación.
     Odia al moderado, señálale, destrúyele.
     ... se está convirtiendo en Yenan hoy.

     Había oído que Brati y sus amigos escribían las frases primero en papel, antes de pintarlas en las paredes. Hacían las pintadas durante la noche oscura. Aquellos que estaban desesperados como Kalu desafiarían el mal fario del poder de la policía que había rodeado el barrio, incluso cuando la sangre de Tapan muerto salpicaba la calle, a las 11 de la mañana, para salpicar la pared limpia de la casa de un ciudadano rico con eslóganes en pintura roja: La sangre roja de nuestro camarada rojo Tapan el rojo de Bengala roja... Quema la comisaría de policía de...

     La frase no se terminó porque una bala acertó en Kalu. Así se queda.

     Brati y sus amigos pertenecen a una nueva generación. Hacen pintadas siendo conscientes que las pintadas atraen balas. Están en una carrera loca hacia Kantapukur.

     Sujata no sabía en que tipo de criminales incluir a Brati.

     Incluso mientras lloraban la muerte de Brati, Jyoti y Dibyanath habían intentado hacerla comprender que los asesinos en la sociedad, aquellos que adulteran comida, drogas o comida de bebé, tenía derecho a vivir. Los líderes que empujaban a la gente a enfrentarse a las pistolas de la policía aunque ellos mismos se refugiaban bajo protección policial, tenían todo el derecho a vivir. Pero Brati era un criminal peor. Porque había perdido la fe en esta sociedad gobernada por negociantes locos por los beneficios y líderes cegados por sus intereses personales. Si un chico perdía la fe, no importaba si tenía 12, 16 o 24 años, le tocaba morir.

     Todos ellos tenían reservada una sentencia de muerte, todos los que habían rechazado una sociedad de débiles oportunistas esclavos del tiempo disfrazándose de artistas, escritores e intelectuales.

     Todos estaban sentenciados de muerte. Cualquiera tenía permitido matarlos. Gente de cualquier partido, de cualquier creencia, tenía el derecho democrático sin restricciones de matar a estos jóvenes que habían rechazado a los partidos del sistema. Para matarlos no se necesitaba un permiso especial de la ley o los juzgados.

     Tanto individuos como bandas de gánsters tenían el mismo derecho a matar a estos jóvenes descreídos. Podían matarlos con balas, navajas, hachas, lanzas con cualquier arma. Podían matarlos en cualquier momento, en cualquier lugar, ante cualquier testigo. Jyoti y Dibyanath le habían explicado todo esto a Sujata. Pero Sujata no había dejado de negar con la cabeza.

     No.

     La pregunta que precedía a la muerte de Brati era porqué Brati había puesto una fe absoluta en el culto a la falta de fe.

     La pregunta que siguió a su muerte es si al matarle las autoridades habían sido capaces de destruir la fe profunda en la falta de fe que Brati y sus correligionarios profesaban. Brati estaba muerto. Sus amigos estaban muertos. ¿Pero eso significaba que su causa estaba acabada?

     Las preguntas se mantenían. ¿Sirvió para algo la muerte de Brati? ¿No significaba su muerte un NO inmenso?

     ¿Era todo una fantasía? ¿Su convicción, su coraje, su pasión irresistible? ¿La forma en que engañó a Sujata ese 16 de enero, saliendo de casa con su camisa azul para avisar a Somu, Bijit, Partha y Laltu, incluso sabiendo que eso significaba morir? ¿Cómo miró a Sujata antes de partir? ¿El modo como estudió las arrugas de agonía en la bonita, digna, madura cara de Sujata para grabarlas en su mente?

     Sujata había seguido meneando la cabeza, negando. Ella había cerrado la puerta de la habitación y había salido. Había guardado la llave desde ese mismo día. En su bolso. Estos dos años se había acostumbrado a levantarse durante la noche y subir a la habitación. La limpiaba y quitaba el polvo de los muebles. Rehacía la cama y colocaba los zapatos en la base del zapatero. Doblaba y colocaba su ropa. Debe haber miles de madres que acarician la ropa de sus hijos en secreto y pasan los dedos con cariño por su retrato.

     Sujata se sentó en la cama de Brati. Habló a Brati. Se imaginó a Brati a su lado. Pensó en todas las madres que tenían que llamar a sus hijos en secreto y sentirles cercanos en secreto.

     Sujata habló a Brati. A veces Brati respondía, otras no.

     Sonó el teléfono en la habitación de Jyoti. Todos estos pensamientos se agolparon en su cabeza mientras atravesaba la casa para cogerlo.

     No había teléfono en las casas de Somu, Bijit, Laltu y Partha. No había teléfono sonando para despertar a los que vivían en sus casas. ¿Qué estarían pensando las madres de Somu, Bijit y Partha esta mañana?

     Bini, en camisón de nailon, abrió la puerta. Su cara reflejaba resentimiento. Odiaba levantarse pronto. Nunca superaba su sueño.

     Jyoti y Bini necesitaban dormir y descansar. EL hijo mayor de Sujata y su mujer estaban muy enamorados. Usaban camas separadas desde que Suman tuvo 8 meses. Pero aún tenían la reputación de ser una pareja que se quería. Sujata siempre había valorado una felicidad carnal. Pero Bini y su marido habían separado con éxito el gozo carnal del amor.

     Creían en un amor diferente. Tenían que celebrar una fiesta desparramada para su aniversario de boda. Siempre estaban juntos, de visita o disfrutando solos la noche. Sujata había oído que Bini sólo bailaba con Jyoti en el club. Bini tenía una reputación social. Sujata descolgó el auricular.

     ¿Quién es?
     Soy Nandini.
     ¿Nandini?
     Sí, estoy de vuelta.
     ¿Cuándo?
     Antes de ayer.
     Ya.
     Debo verte. No iré a tu casa. ¿Irás al banco hoy?
     No, hoy no voy, Nandini. Es la pedida de mano de mi hija pequeña Tuli.
     ¿Entonces?
     Dime tú cuando podemos quedar. Por mí vale cualquier hora menos la tarde-noche.
    ¿A las 4 entonces?
     Bien ¿Dónde voy?
     Te daré una dirección que no está muy lejos de tu casa.
     Dime.
     Nandini le dijo la dirección. Sujata colgó. ¡Nandini! Brati estaba enamorado de Nandini. Pero Sujata nunca la había visto.

     Sujata contempló a Jyoti. Sólo mientras Jyoti dormía Sujata veía algún parecido con los rasgos de Brati en su cara.

     Salió al pasillo Hacía frío fuera. Nandini y Brati habían propiciado una revista de poesía juntos. Habían actuado juntos en una obra, pero Sujata había tenido la varicela por entonces y no había podido ir. No fue nadie de la casa. Fue Hem la única que habló: El pequeño fue ovacionado por toda la audiencia. Todos aplaudieron. Todos le alababan. Hem era la única que charlaba con Brati. Cuando Brati se estaba convirtiendo rápidamente en un extraño para Sujata, cuando le miraba a la cara y no se atrevía a hablarle, era Hem la que decía, ¡Sé que sales para un asunto especial, pero un pequeño descuido no va a desviarte!

     Fue Hem quien le hizo la maleta cuando dijo que se iba a Digha (*5), y se había bajado del autobús a mitad de camino y había ido a otro lugar.

     Fue Hem la que dijo, Ma, tu pequeño tiene novia. El cocinero había visto a la chica esperando al pequeño y marchando con él. La chica es oscura de piel.

     Esa era Nandini. ¿Por qué estaba Sujata tan agitada? ¿Era porque no había dormido todo el rato que se debe  dormir tras una dosis de Baralgan? ¿O era porque Nandini había llamado?

     Bini salió del cuarto de baño, toda vestida. Su pelo rebelde cortado a la altura de los hombros. Un jersey azul de nailon sobre un sari azul. Bini sabía combinar colores. Neepa también, y Tuli. Bini parecía tranquila y elegante.

      ¿Quién era, Ma?
      Nandini.
      ¿Nandini?
      Una amiga de Brati.

      Bini sintió curiosidad.

      ¿Por qué vas abajo, Ma?
      Tengo cosas que hacer. Despierta a Suman. Tiene que ir al colegio. El bus llegará pronto.

      Tuli ya está abajo.

      Sujata sonrió. Había una fiesta de compromiso para Tuli esa noche. Aún así tenía que supervisar el desayuno, la comida, las cosas de la noche, todo lo de la casa. Tuli no se fiaba de nadie.

      A los 16 Tuli abandonó los estudios para hacer un curso de trabajos manuales. En esa época se quedó con la responsabilidad de llevar la casa. Cuando su agencia de contabilidad alcanzó una estabilidad, Dibyanath le pidió a Sujata que dejara su trabajo. Pero Sujata insistió en continuar. Su suegra vivió hasta que Brati cumplió 8 años. Mientras ella vivió Sujata nunca pudo comprar un sari que le gustara.

      Por eso era tan importante para Sujata tener una vida propia, ir sola a la oficina y volver. Ni se le pasaba por la mente dejar su trabajo.

      Tuli tenía los rasgos y forma de ser de su abuela. Su padre y abuela se habían disgustado por la decisión de Sujata de aferrarse a su trabajo. Madre e hijo no dejaban de quejarse de que Sujata quería ser independiente, de que no quería compartir las responsabilidades de llevar la casa y criar a los hijos.

      Tuli decía lo mismo todavía. Decía que cuando la madre insistió en permanecer fuera de la casa 10 horas cada día, la hija tuvo que preocuparse de todo. Si no lo hago yo ¿quién lo hará?

      Tuli estaba resentida, contrariada todo el tiempo. Cuando ponía té en una taza o daba instrucciones al cocinero ponía cara de mártir. Sólo se podía esperar que cambiase cuando se casara.

      Después del curso de trabajos manuales, había puesto una tienda con una amiga de saris con diseños impresos. Así conoció a Tony Kapadia. Fue la madre de Tony quien decidió anunciar el compromiso formal el día del cumpleaños de Brati. Swamiji, el gurú de la señora Kapadia vivía en los Estados Unidos. Él había elegido esa fecha por ser especialmente propicia. Según su calendario. Los discípulos del Swami seguían el calendario especial del Swami, un calendario sin días santos. Los 365 días, todos, estaban dedicados al karma y al dhyana (*6). Cuando la madre de Tony recibió la recomendación del Swami, ni Dibyanath ni Tuli se preocuparon de comentarlo con Sujata.

     Mientras bajaba, Sujata pensó que Tuli debía haber estado peleando con ella silenciosamente mucho tiempo. Era un día muy especial en la vida de Tuli. Y estaba enfadada porque Sujata no parecía estar dándole mucha importancia. ¿Quieres comer algo, madre?

     Un poco de agua con limón recién exprimido.
     ¿Por qué?¿Te duele otra vez?
     No, ya no me duele.
     No sé porqué te arriesgas. Operarse de apendicitis es algo muy normal hoy en día.

     No siempre. Una operación de apendicitis debería ser optativa. Debía ser operada al más mínimo dolor, antes de inflamarse o dar síntomas de infectarse. Eso no le pasaba a Sujata. El médico sospechaba que el apéndice de Sujata estaba gangrenado. No fue extirpado cuando tocaba, podía desarrollar gangrena. Podía ser peor si estallaba. Pero Sujata no tenía un corazón fuerte, tenía anemia, no era recomendable operarse. De todo esto se había enterado Sujata sólo el día antes. Pero todo esto no tenía que ver con Tuli. Dijo simplemente,

     Me operaré.
     ¿Cuando?
     Después de tu boda.
     No es hasta abril.
     Puede que me opere antes. ¡Hem! ¡Hem!
     ¿Qué quiere, Ma?
     Tráeme agua de limón.

     Sujata se sentó en la mesa.

     ¿Quién ha llamado tan pronto?
     Nandini.

     Tuli se puso roja. Su frente mostraba resentimiento. Removió una cuchara en la tetera para ver si estaba ya oscuro. Entonces dijo -¿Por qué no podemos tocar la campana para el desayuno? Todo el mundo debería sentarse a la hora de tomar el té. Si cada uno baja cuando quiere es un lío para mí, y para el resto.

     Sujata miró sorprendida a Tuli. Usaba exactamente el mismo tono de voz que su suegra. Su suegra no podía soportar a sus hijos relajados, charlando mientras cenaban. Les chillaba todo el tiempo. Y todos la obedecían. Brati fue el único, Brati de niño, que se reveló. Se levantaba tarde. Cuando bajaba a desayunar ya habían quitado los platos porque esas eran las reglas. Brati iba a la cocina, se sentaba en un taburete al lado de Hem y comía ahí.

     ¡Qué casa tan rara!¡Qué disciplina tan rara!

     Tuli casi no disimulaba su repulsa. Sólo tenía 28 años. ¿Por qué tenía que estar ya tan resentida? Todavía tenía toda la vida por delante.

     Jyoti se va a dormir tarde. ¿Por qué levantarle temprano? Tu padre no toma té. Toma yogur...
     No hablo de Baba. de hecho ya le he mandado su yogur, en el momento que se fue su masajista.

     Bini bajará cuando haya puesto el agua y las flores en el thakurghar (*7)

     ¡Estúpida farsa!
     ¿Por qué es una farsa? Tu abuela tenía sus rituales. A mí no me gustan. Yo ofrecía unas pocas flores mecánicamente. Pero Bini cree en eso, hace su ceremonia. ¿Cómo puedes llamarlo una farsa estúpida?
     Siento no entenderlo. Nací en Gran Bretaña, viví allí 16 años ¡no entiendo de dónde saca esa devoción!
     Su padre tenía casa en Inglaterra, ella creció allí. ¿Pero, donde está la contradicción entre crecer en Inglaterra y ofrecer flores y agua en el thakurghar? No veo ninguna.
     Sería diferente si sintiera una verdadera veneración. Para ella el thakurghar es una mera decoración.
     ¿No visitas al Swami de Park Street?
     Eso es diferente, Ma.
     No veo la diferencia. Uno cree en lo que elige creer. ¿Pero como afirmar la verdad absoluta de lo que tu crees y desechar las creencias de los demás como una simple farsa?
     Brati hacía lo mismo. Se reía de las creencias de los demás.
     Tu fe en tu Swami, y la fe de Bini en su thakurghar son la misma cosa. Pero Brati creía en cosas diferentes, Tuli. Y, de todas formas, no recuerdo a Brati burlándose. Él retaba las creencias de los demás. es todo lo que se puede decir. Cuando no podías rebatir sus argumentos, te ponías loca. Le hacía gracia cuando te ponías de mal genio.
     ¿Cómo puedes decir que tenía creencias, Ma? No creía en nada.
     Tuli me niego a analizar a Brati contigo.
     ¿Pero, por qué?
     ¿Para qué sirve? No conoces a Brati.
     Y sigues...
     ¡Tuli!¡Tranquila!

     Las manos de Sujata temblaban. Dejó el vaso. Un momento insoportable. Entonces, Sujata se relajó y dijo, Hem, dile a Bini que baje a tomar el té.

     Tuli, nacida de su vientre, la miró, sus ojos como los ojos despiadados de un extraño, y casi susurró,

     ¿Tengo que ir a la caja fuerte a coger los adornos?
     Iré yo.
     ¿Estarás en casa por la tarde?
     Sí.
     Espero que te comportes normal con los amigos de Tony al menos hoy.
     ¿Has... has invitado a Saroj?
     Sí, le hemos invitado. No sabemos si vendrá.
     ¡Saroj!
     Saroj Pal. Saroj Pal. No tienes perdón. Amenazas vacías, vacías. Durante 2 años Saroj ha dirigido "esta investigación, búsqueda y operación de castigo masiva. Su coraje y eficiencia suprema ha sido..."

     La década de la liberación ¡La década de la liberación! Saroj Pal fue encargado de organizar el ejército contra la liberación. Como un líder de verdad enviaba las órdenes ¡La diosa cruel, la diosa oscura quiere sangre! Saroj Pal suave y sofisticado, guapo, con una sonrisa de príncipe encantador y un acento sin defecto. Sí, señor Chaterjee, le aseguro... Señora Chaterjee, entiendo, también tengo madre. Saroj Pal. Sí, registre la habitación. No, señora Chaterjee, su hijo le mintió, no fue a Digha. Interrumpió el trayecto. ¡Juventud mal informada! Sí, un cáncer creciendo en el cuerpo de la democracia. No, señor Chaterjee, no saldrá nada en la prensa. Es usted el futuro suegro de Tony, Tony es mi... Saroj Pal.

     Tuli seguía mirando a Sujata.

     Ya basta, Ma. Has convertido esta casa en una tumba, Ma. Padre no se atreve a decir una palabra cuando tú estás cerca. Mi hermano tiene una mirada culpable todo el rato... Todo el mundo intenta silenciar un incidente como el nuestro. Es normal. Debes pensar en los vivos... Tú...

     ¿Todos intentan acallar las cosas tan pronto? ¿Incluso antes de que el cadáver sea identificado? ¿Tiene que ser así? ¡Un padre recibe el mensaje por teléfono y no siente ni por un momento la necesidad de ver a su hijo muerto! ¿Lo primero que se le ocurre es que sería imprudente dejar el coche aparcado en Kantapukur?

     ¿O puede que Brati estuviera ya muerto para su padre y su hermano hace mucho, mucho antes que el mensaje fatídico llegara por teléfono? ¿Puede ser por eso que a Sujata le cuesta aceptarlo y ellos lo aceptaron en el momento que estalló la noticia? ¿Y puede que por eso ambos salieron corriendo a manejar los hilos para que la noticia no saliera en la prensa?

     Sujata podía ver el extraño guión de una obra absurda desarrollándose poco a poco implacablemente. Todos ellos eran personajes de la obra.

     Brati pertenecía a la familia. Pero su asesinato cruel fue un engorro para su padre y hermanas, no sabían cómo explicar su muerte en su círculo social. Brati no había parado a considerar las dificultades que crearía a sus parientes cercanos y había traído una desgracia a una casa bien organizada. El hombre que había revuelto su encantador círculo social ahora estaba muerto. E incluían a Sujata en el grupo del muerto. Ellos estaban en otro círculo.

     Es duro para un padre, hermano o hermana decir esto...
     Mi hijo era...
     Mira, mi hermano era...
     Mi hermano pequeño era un...
     Tony, Brati...

     Sujata pertenecía al otro lado, el lado enemigo. Sujata era la única de la familia que nunca había acusado a Brati de arruinar una vida limpiamente organizada.  Nunca había acusado a Brati. No se había golpeado salvajemente el pecho gimiendo. Nunca había apoyado su cabeza en el pecho de uno de ellos buscando consuelo. Pronto había decidido que nunca buscaría consuelo en los que habían pensado primero en ellos mientras Brati yacía muerto en la morgue. Se había sentido más cercana a Hem que al padre de Brati, o que a su hermano o que a sus hermanas.

     Sujata sentía como habían puesto a Brati en el otro lado desde que Brati empezó a cambiar. Brati no se comportaba como ellos. Brati no seguía sus pisadas tampoco cuando se hizo mayor, eso lo sabían. Así que Brati pertenecía al otro lado.

     Si Brati bebiera como Jyoti, si fuera de aquí a allá bebido como el marido de Neepa, si pudiera coquetear con la combinación de una mecanógrafa como hacía el padre de Brati, si pudiera ser un gran timador como Tony Kapadia, si fuera tan libertino como su hermana Neepa, que vivía con un primo de su marido, entonces habrían aceptado a Brati como uno de ellos.

     Si pudieran contar con Brati para unirse a su juego cuando fuera mayor, no le hubieran etiquetado como parte de los otros.

     Pero Brati nunca dio señal de ir hacia esa dirección. La misma Sujata nunca había estado triste específicamente con sus hijos, su yerno, su marido - todos comportándose igual. La vida le había enseñado a tomar las cosas según venían. Nunca había pensado en hacer preguntas. Nunca supo que tenía derecho a hacer preguntas. A veces se había sentido dolida. Muy dolida. Dibyanath siempre había tonteado con mujeres. Su madre veía sus indiscreciones con indulgencia. Para ella era un signo de la virilidad de su hijo; su hijo no era un calzonazos. A Sujata le dolía. Se consolaba pensando que nadie tiene una felicidad constante en la vida.

     Pero Brati era diferente. Ya desde pequeño no se asustaba de falsos fantasmas. Escuchaba los razonamientos. Nunca se sentía intimidado por las amenazas. Mientras crecía, Sujata pudo ver una mente de otro molde abriéndose, una mente diferente a todas las que había conocido, esas que identificaba con su marido y sus otros hijos.

     Sujata intentó entrar en su vida, leyendo libros con él, yendo al zoo o pasando largos ratos con sus amigos. Brati se convirtió para ella en la única excusa legítima para seguir viviendo. Quizás, quizás Sujata se había comportado demasiado posesiva con Brati.

     Sólo por Brati Sujata había desafiado a su marido ya su suegra. No había expuesto a Brati a la disciplina absurda ni a la indulgencia arbitraria que los otros niños habían soportado. Su suegra había tenido a los otros niños bajo sus órdenes. Pero Sujata se había agarrado a Brati. Sujata le había dado todo su amor y cuidados. Era cabezota, sensible e imaginativo. Sujata había tenido que esforzarse un montón para proteger a Brati del dominio de su marido y su suegra.

     ¿Era por eso que eran tan implacables? ¿O guardaban dentro un sentimiento de culpa hacia Brati? ¿Intentan esconderlo con la dureza que muestra Tuli, o lo culpable y reservado que se muestra Dibyanath o la humildad de Jyoti?

     Sujata no dijo nada de esto. Sólo dijo, Tuli vas a ser muy feliz en la vida.

Mediodía

La urbanización donde vivían dos cientas mil personas no había crecido siguiendo ningún plan. Esta era la primera urbanización de Bengala Occidental donde los residentes habían cogido la tierra y se habían instalado. Al principio el terrateniente tenía una tierra, varios jardines, lagunas y pozos, algunos pequeños caseríos.

      Después de 1947, cada vez más gente se mudaba aquí, el mapa de la región cambió radicalmente. La urbanización se extendió y extendió hasta tragarse los campos, los marjales, la plantación de cocoteros, los maizales, las aldeas.

     La oposición siempre había obtenido mayoría en la región. Y el gobierno se había vengado negándole el simple confort de una carretera decente, un centro sanitario, una canalización de agua suficiente o una línea de autobús. Los que se habían hecho ricos en las dos últimas décadas allí no se habían preocupado de hacer nada por la zona.

     El CMDA (*8) sólo había levantado la carretera hacía poco en una repentina preocupación por el desarrollo.

     Ya no hay agitaciones o miedo. Ninguna tienda o mercado bajando los cierres de repente, ninguna puerta cerrada de un portazo en las casas, ningún tirador de rickshaw (*9), ni perros callejeros y peatones corriendo histéricos. Ahora ya no se oían bombas explosionando, gritos asesinos, los gemido de los moribundos o los gritos exultantes de los asesinos.

     Ni coches negros, policías con casco y soldados con escopetas persiguiendo a un desesperado joven solo. Ni se ven cuerpos atados a las ruedas de las furgonetas policiales, todavía con vida, siendo arrastrados y golpeados contra el asfalto.

     Uno no ve sangre en las calles, ni oye los lamentos desesperados de las madres estos días. Las pintadas tienen otros eslóganes en las paredes. ¡Larga vida camarada Mazumdar!¡Camarada revolucionario nunca te olvidaremos! ¡Los asesinos de nuestra juventud nunca serán perdonados! Los ganadores proclamaban su triunfo con nuevos eslóganes que cubrían totalmente los antiguos.

     Los adolescentes ya no gritan consignas ni mientras mueren. Aquí no queda señal en ningún lado del desorden que perturbó la rutina de la vida diaria durante dos años y medio.

     Han vuelto los hogares felices y tranquilos. El arroz se recoge libremente y se vende libremente en el mercado negro. Los cines atraen multitudes día y noche. La gente abarrota templos donde reinan los clérigos, buscando la salvación.

     Los asesinos de antaño han cambiado su atuendo y se desplazan continuamente sin miedo en sus nuevas identidades. Ha terminado una época. Ha comenzado una nueva saga.

     Sólo en cruces de pequeñas callejuelas se erigen placas como vengadoras incansables,  como cicatrices feas en un cuerpo limpio. Pero estas placas no llevan los nombres de Somu, Bijit, Partha o Laltu. Ni se plantea que ponga Brati. Su nombre, sus nombres, quedan sólo en el corazón de unos pocos. Quizás.

     Sujata estaba sentada en la casa donde Somu vivió en su día. Había traído las joyas de la caja fuerte. Estaban en su bolso. Un día las joyas se habían repartido entre Neepa, Bini, Tuli y la futura esposa de Brati.

     Ya le había dado su parte a Neepa y Bini. Tuli había reclamado la parte de la futura mujer de Brati.

     Probablemente dejaría una parte para la hija de Neepa y el hijo de Jyoti y daría el resto a Tuli.

     Sujata por su parte nunca llevaba más que una fina pulsera en la muñeca, unos pendientes pequeños y una cadena fina al cuello. Nunca se ha puesto un sari de colores desde que Brati nació.

     Parecía cansada, rota. La madre de Somu sentada enfrente, llorando en silencio. Su rostro frágil y oscuro cubierto de lágrimas. Había adelgazado en el último año. Llevaba un sari blanco, basto, sencillo y sucio.

     Era una casa destartalada con moho en el techo, paredes agrietadas reparadas con cartones. Aún así, este era el único sitio donde Sujata encontraba un poco de paz. Se sentía como en casa.

      La primera vez que se encontraron, la hermana de Somu rompió a llorar. Pero esta vez sólo frunció el ceño. Había perdido a su padre poco después de la muerte de Somu. Desde entonces había tenido que dar clases particulares desde la mañana a la noche para sacar adelante la casa. El fuego del crematorio quema toda la grasa del cuerpo. El fuego de la responsabilidad familiar había quemado a la hermana de Somu. Su mirada arrastraba un enfado severo. La muerte de Somu la había dejado a ella muerta. Él era el único chico de la familia. Como él tenía que ir a una buena universidad, el padre no había dejado dinero para la educación de su hermana. Se la pagaba dando clases a niños.

     La hermana de Somu la miró con hostilidad y salió sin decir nada. Sujata vio que había empezado a encargarse de la casa. Odiaba la idea de que un extraño viniera una vez al año a recordarles la muerte de su hermano. Sujata se sentía terriblemente desamparada. La miró implorante. Quería pedirle que no cerrase la puerta que la permitía ir y venir de vez en cuando. Pero no le salían las palabras. La hermana de Somu salió.

     La madre de Somu estaba llorando. Sujata esperaba en silencio.

     Me dicen, no llores, Ma. Nunca volverá. Me dicen ¿por qué no piensas en los demás? Piensa en la madre de Partha. Perdió a Partha. Y desde entonces el hermano de Partha no puede ir a casa. Tiene que quedarse con su tía o vete tú a saber donde.
     ¿No ha vuelto todavía?
     No, Didi (*10). Los que murieron se perdieron de todos modos. Pero los que siguen vivos ni siquiera pueden volver a casa. ¿Qué clase de justicia es esta, Didi?

     La madre de Somu siguió llorando.

     La primera vez que vino aquí, un año después de lo que pasó, Sujata había tenido dudas. La madre de Somu había enviudado pocos meses antes. Cuando había llegado al barrio y preguntado por la casa de Somu los jóvenes le miraron obviamente sorprendidos. Al principio no se lo decían. Luego alguno señaló - ahí.

     La madre de Somu se quedó mirando, perpleja por el caro sari blanco de Sujata, su apariencia aristocrática y rostro maduro sofisticado rodeado de pelo gris.

     Soy la madre de Brati.

     Las palabras le golpearon, la mujer gritó - ¡Mi Somu! - y gimió con fuerza. Apretando a Sujata contra ella dijo, Fue tu hijo, Didi, que vino a prevenirles. Murió por ellos. Sabía que Somu había vuelto al barrio. Volvió y preguntó por Somu. Me dijo que tenía un mensaje para Somu, y que se iría de inmediato. Le frené. Es de noche, no es seguro andar por el barrio. Le pedí que se quedara hasta la mañana siguiente. Pero no hubo mañana para ellos. Esa noche, Didi, en esta salita nuestra, Somu, Partha y Brati durmieron muy juntos.
     ¿En esta sala?
     En esta sala.
     No hay otra habitación, de verdad. Mi hija salió con sus hermanas a dormir a la cornisa. La cornisa está vallada. Los chicos se quedaron dentro. Yo me quedé en la ventana vigilando.
     ¿Brati estuvo aquí?
     Sí, Didi. Mi marido fallecido era un pobre tendero, no tenía dinero. tenía un puesto donde vendía libros de ejercicios, lápices y pizarras. Le había costado mucho levantar esta casa. Los chicos se quedaron en la esquina. El padre de Somu no podía dormir, permaneció despierto para despertarles temprano. Hablaron y hablaron y rieron y rieron tumbados en mi colchón desvencijado. Didi, la cara sonriente de Brati flota delante de mis ojos. ¡Tu hijo tenía una piel tan dorada!
     ¿Brati solía venir aquí?
     A menudo. Venía, pedía agua, té, y qué modales más dulces.

     Brati solía venir aquí. Tomaba el té, charlaba, pasó mucho tiempo aquí.

     Sujata miró a la madre de Somu, su habitación, el póster de la pared, arrancado de un calendario, la taza con el asa rota, con ojos nuevos.

     Brati sangre de su sangre, el niño que había puesto en peligro su vida, el joven que se había vuelto extraño e impermeable, estaba volviendo de nuevo a Sujata.

     Todavía veía a Brati en sueños, poniéndose una camisa azul, peinándose. O mirándola. estudiando su cara.

     Cuando después de una larga noche sin dormir, sus ojos se cerraban de cansancio, Brati seguía bajo las escaleras mirándola a los ojos. Sujata imploraba, Brati no te vayas. Brati seguía mirándola. Sujata le llamaba, Brati ¿por qué no subes? Brati seguía mirando. Brati no decía nada, sus labios no sonreían.

     Pero aquí Brati hablaba, reía, le pedía a la madre de Somu que preparara un té, que le diera un vaso de agua.

     La madre de Somu estaba diciendo, Solía decirle, ¿por qué echas tu vida a perder, hijo mío? Lo tienes todo. Un padre muy conocido, una madre bien instruida. No respondía nada. Sólo sonreía. Su sonrisa flota delante de mis ojos, Didi.

     A Sujata le dolió . La sonrisa de Brati, esa sonrisa maravillosa. Pensaba que esos recuerdos eran sólo suyos. ¿Por qué nunca supo que Brati dejó recuerdos a la madre de Somu también?

     Brati había estado en casa aquel día. Sentado en su cuarto del 2º piso escribiendo quién sabe qué cosas. Fue después cuando Sujata supo  que había estado preparando eslóganes para hacer pintadas. Se llevaron los papeles cuando registraron su habitación. Los papeles ya no estaban en la casa.

     Todo lo que quedaba ahora eran libros y libros de ejercicios, libros ganados como premios, medallas de oro, una instantánea con amigos en Darjeeling, unas zapatillas de correr, una copa de una competición deportiva. Todo de los días de Brati en el colegio y la universidad. Recuerdos de unos pocos años de la vida de Brati. Hicieron a Sujata recordar. Ma, conseguiré un premio ¿No vendrás? El día que Brati fue al parque de al lado para ingresar en el Boy's Club (*11). En los desfiles del día de la independencia marchaba con sus compañeros tocando el tambor, soplando la corneta. El día que volvió con una copa de fútbol y una pierna rota.

     No había nada de los días en que había empezado a cambiar -se habían llevado, sin dejar rastro, los libros, papeles, panfletos, hojas con consignas revolucionarias, periódicos de ese último año. A Sujata le dijeron que la norma era quemar todo esto.

     Brati estuvo en casa todo el día. Sujata se sorprendió al verle cuando volvió del banco. Sólo después supo que había estado todo el día esperando una llamada. Sabía que Somu y su grupo iban a volver a su barrio. Se había mandado un mensaje, diciéndoles que no volvieran. Pero Brati no sabía entonces que la persona encargada no lo llevaría a Somu y sus amigos, sino directamente a aquellos que esperaron para atraparlos y asesinarlos. Cuando llegó la llamada supo de la crisis.

     Eso es cómo murieron. Por confiar en mucha gente. Brati y sus compañeros nunca se dieron cuenta que aquellos en los que confiaban podían ser tentados con ofertas, trabajos para alguno, seguridad para otros, una vida feliz. Nunca se dieron cuenta que muchos se habían apuntado con el único fin de traicionarlos. Brati era joven. La pasión de las creencias les había hecho estar ciegos a la realidad. NO se habían dado cuenta de que el sistema contra el que luchan puede contaminar a un niño incluso ya en el vientre de su madre. Brati y sus compañeros no dudaban que todos los jóvenes eran devotos de la causa, que todos podían desafiar a la muerte. Y así Brati creyó que el mensaje debía haber llegado a Somu y su grupo. Esperaba la llamada para asegurarse que el grupo estaba seguro.

     Cuando pasó el día entero y llegó la noche -las noches de invierno llegan temprano en Calcuta- Brati debió darse cuenta de que si las noticias habían llegado le tenían que haber llegado a él ya. Cuando por la tarde la llamada no llegaba, empezó a dudar. La tarde dio paso al ocaso, y llegó la noche. Sujata volvió.

     ¿No sales hoy?
     No.
     ¿Por qué?
     Es lo que hay. Vamos, tomemos un té.

     Tomaron juntos el té. Brati se sentó con la espalda en la puerta. Estaba envuelto en un viejo chal. Era azulado, lleno de agujeritos. Cuando Brati se quedaba en casa en invierno, se envolvía en él. Sujata decía a menudo, Quítatelo, Bapu. Ponte otra cosa. Brati decía, Es muy "laquiente" como decía Hem.

     Brati tenía ese chal puesto, despeinado, la puerta tras él abierta de par en par, más allá el muro del patio, la fuente donde se lavaban los cacharros.

     Tomando el té, Brati estaba pinchando a Bini. Brati se había ido a Digha con sus amigos hace unos días. Sujata supo después que nunca había ido a Digha. Supo que la policía rodeó la estación de Kharagpur. La policía militar, con cascos, se estaba montando en los autobuses en la ruta de Digha, y examinando la cara de los pasajeros iluminados bajo sus linternas. El autobús fue forzado a atravesar muy despacio ciertos pueblos. Había policías de guardia en ambos lados de la carretera de Digha, con sus bayonetas brillando en la oscuridad. Brati no fue a Digha.

     Sujata no lo sabía entonces. Ni Bini. Le estaba preguntando acerca de Digha.

     Brati dijo, Digha es un sitio feo. No tiene un sitio decente para hospedarse, ni un sitio en condiciones para comer.
     Pero mi prima estuvo. No se quejó.
     Tu prima ¿no?
     ¡Cómo si no la conocieras! Juega al tenis con tu buen amigo Dipak. ¿No vas a casa de Dipak?
     ¿Cómo conocer a tu prima?
     Sujata dijo, No tienes porqué conocerla. Pero has estado en su casa, debes haberla visto.
     ¿Por qué?
     Porque es bonita.
     ¿Más bonita que tú?
     Bini metió baza -Ma, te está peloteando. Debe estar tramando algo.
     Qué va, Bini. Ya no necesita dinero para el cine, ni su dinero de bolsillo. Ya no necesita adular a su madre. ¡De hecho, ya no necesita más a su madre!
     ¡Qué cosas dices, Ma!
     Eres una tonta, Ma, dijo Bini. Yo me hubiera quedado con el dinero de su beca en el momento que llegó.
     No es tan fácil, Boudi (*12), puedes preguntarle a Dada (*13) y enterarte.
     ¿Por qué tengo que preguntar a tu hermano?
     Dada era un tonto. Gastaba su dinero de bolsillo y cogía prestado de lo que yo tenía ahorrado por la ceremonia del hilo (*14). Le cobraba con intereses cuando me devolvía el préstamo.

     Sujata sentía que Brati estaba eludiendo la pregunta. Le había preguntado ¿Necesitas a tu madre aunque sea un poco? ¿Nunca intentas saber lo que tu madre siente y piensa? Siempre estás huyendo, siempre escurriéndote. Todo el tiempo tienes cosas que hacer, dices.
     Tengo tareas, sí.
     ¡Baba re baba! ¿Tantas? ¿Ya? ¿Cómo te apañarás cuando tengas un trabajo serio como tu hermano?
     Brati respondió, ¿Por qué piensas que mi trabajo no es serio?
     ¿Cotillear es un trabajo serio?
     ¿Cotillear no es un trabajo serio?
    Sí, señor, sí. Y sé algo más.
    ¿Qué sabes?
    Sé que va muy en serio cuando hablas con Nandini.
    ¿Quien te dijo que hablo con Nandini?
    ¿Por qué tendría que venir alguien a decírmelo? ¿Es que no cojo el teléfono cuando llama Nandini?

    Brati había comenzado a sonreír. Su sonrisa silenciosa. Los ojos sonreían. Su cara deslumbrante. Sonreía para zafarse de una pregunta incómoda.

    Juguemos al parchís, Ma.
    Bini dijo de nuevo, Ma, Brati tiene algo escondido en la manga hoy, seguro.
    ¿Por qué no te unes a nosotros?
    Oh, no. No puedo. Tengo que salir con Tuli, se volverá loca si la dejo tirada.
    ¿Por qué ir si no te apetece?

    Brati había sonado suave pero firme.

    Sujata y Brati subieron y jugaron una partida de parchís. Sujata le pregunto, Brati ¿quién es Nandini?
    Una chica.
    ¿No me dejarás verla?
    Si quieres.
    Quiero verla.
    No te va a gustar.
    ¿Por qué?
    No es una belleza.
    ¿Y qué?
    Al jefe no le gustará.

    A sus espaldas, Brati llamaba jefe a su padre. Desde que tenía uso de razón, debía haber oído la frase -Yo soy el jefe en esta casa; aquí se hace lo que yo diga- miles de veces.

    ¿Y qué?
    Ma ¿sabes dónde va el jefe cada día después de las cinco?
    Sujata supuso que Brati podía saber el lío que tenía Dibyanath con la mecanógrafa, ¿Por qué me preguntas eso, de repente?
    Tal cual. ¿Lo sabes?
    Déjalo estar, Brati.
    Brati se concentró en el juego por un rato. Luego dijo, Ma ¿te hago sufrir?
    ¿Por qué iba yo a sufrir, Brati?
    De vez en cuando siento que sufres por mí. No sufres por Dada o por mis hermanas.

    Sujata no respondió. No podía mentir ni ocultar las cosas.

    ¿Por qué no respondes?
    ¿A qué te refieres por sufrir, Brati?
    Si sufres, eso es sufrir.
    ¿Cómo puedo pretender que todo el mundo sea como a mí me gustaría que fuera? Son como son. Si están felices, yo contenta.
    ¿Son felices?
    Eso dicen.
    ¡Raro!
    ¿Qué es raro?
    ¿Por qué eres tan pasiva, Ma?
    ¿Qué más puedo hacer? Fui entrenada para ser pasiva con mis hijos. Tu padre, abuela...

    Dibyanath no le había permitido a Sujata las cosas más normales para una madre. Su madre llevaba las riendas. Dibyanath nunca supo que podía respetar a su madre sin humillar a su mujer. Su esposa bajo sus pies, su madre en todo lo alto. Esos eran sus valores.

    Con su orgullo e intenso sentido de la dignidad, Sujata se dio cuenta poco después de la boda, que cuanto más se alejara de la cosas de la casa, más satisfechos estaban los demás. Dibyanath y su suegra eran "los demás". Jyoti, Tuli y Neepa siempre conocieron a su madre en el papel de subordinada. Nunca habían tenido que tenerla en cuenta. Para Sujata, un día se habían unido a las filas de los otros.

    Por supuesto, Dibyanath nunca se preocupó de sondear estas heridas profundas. No estaba ni muy apegado ni indiferente con su esposa. Él lo veía así, una mujer tenía que querer, respetar y obedecer a su marido. Un marido no tenía que hacer nada para ganarse el respeto, amor y lealtad de su mujer. Él había levantado su hogar, él mantenía al personal de servicio, y no había que darle más vueltas. Nunca intentó llevar en secreto sus líos con jovencitas fuera de la casa. Sentía que estaba en su derecho.

    Pero no era desconsiderado. Había pedido a Sujata que dejara su trabajo en el momento que su firma empezó a pagarle bien.

    Sujata se aferró a su trabajo. Esa fue la segunda ocasión en que se rebeló.

    Dibyanath sabía que sus hijos conocían sus infidelidades. No le daba vergüenza. Sabía que sus tres hijos mayores nunca le desafiarían y que consideraban todos sus actos como parte de su virilidad.

    Le había dicho a Jyoti, Tu madre es un poco desconcertante ¿Por qué no deja su trabajo? No es una de esas mujeres que ansían su independencia. No es de esas que les parece moderno tener trabajo. ¿Así que, por qué no lo deja? ¡Qué raro!
    ¿Le has preguntado a Ma?
    Se lo dije, No necesitas trabajar más ¿Por qué no dejas el trabajo y te encargas de la casa? Madre ha muerto. Ella me dijo, Cuando los niños eran pequeños habría disfrutado llevando la casa, no tenía nada que hacer. No me permitían coger ninguna responsabilidad. Ahora tus hijos han crecido. La casa funciona sola. Creo que no me necesita.

    Dibyanath nunca había entendido a Sujata. No era una radical de esas, una mujer independiente consciente de sus derechos. No era de esas mujeres a la última que tenían trabajos de moda y conducían su propio coche por Calcuta.

    Sujata era tranquila, taciturna y chapada a la antigua en apariencia. Raramente usaba el coche familiar. Iba en tranvía al banco, y volvía de la misma manera. Casi nunca salía. No socializaba con amigos o parientes. Al volver de la oficina, leía un poco, regaba las plantas y a veces charlaba un poco con su hijo pequeño, cuando estaba por allí.

    Negarse a dejar su trabajo fue el segundo acto de rebeldía de Sujata. El primero fue cuando Brati tenía dos años. Se había negado a ser madre por quinta vez.

    Dibyantah explotó. Dijo, Una vez casados, marido y mujer tienen obligaciones mutuas. No veo ninguna razón para que te opongas.
    No. Sujata se negó con firmeza.
    Me estás negando un derecho.
    Nunca dependiste sólo de mí para tu satisfacción.
    ¿Qué quieres decir?
    Tú y yo sabemos lo que quiero decir.

    Siempre Sujata había sido sumisa a Dibyanath, dando a luz a sus hijos, mientras Dibyanath se acostaba con otras mujeres. Desde la negativa de Sujata, su vida sexual había crecido fuera de casa. Si era una trampa para hacer a Sujata sentirse culpable, ella no cayó en eso.

    El día anterior a su muerte, podía haberle contado todo esto a Brati. Pero no lo hizo. Ahora sabía que Brati lo sabía todo y lo entendía. Él miraba a su madre todo el tiempo. Cuando sólo tenía 10 años, volvía corriendo de jugar, cada vez que Sujata estaba enferma. Se ofrecía, ¿Me siento y te abanico?

    Dibyanath le llamaba mariquita. Niño de mamá. Sin virilidad. Pero en su muerte, Brati probó su fuerza indómita y su coraje.

    Ese día Brati se había sentado mirándola un largo rato. Entonces dijo, Paremos el juego ¿Por qué no charlamos un rato?
    Un minuto. Déjame bajar a la cocina a decirles lo que hay que guisar.
    ¿No está Chhot-di (*15) por ahí?
    No, Tuli está ocupada con la exposición de Tony. Se acercará un momento para recoger a Bini.
    Vale.
    ¿Qué quieres cenar mañana?
    ¿Por qué ahora?
    ¿No es tu cumpleaños mañana?
    ¡De verdad! ¿Cómo te acuerdas de los cumples?
    ¿Cómo no hacerlo?
    Yo nunca me acuerdo.
    Pues yo nunca me equivoco.
    Así que harás un payesh (*16) especial para mí.
    Es lo único que hago en los cumpleaños, de todas maneras.
    Espera. Pensemos ¿Qué puedes prepararme?
    No pidas carne.
    ¿Por qué? ¿EL jefe viene a cenar?
    Sí.
    Haz lo que quieras.

    Sonó el teléfono mientras Sujata bajaba. Vio a Brati descolgando el auricular.

    Subió. Miró. Brati tenía puesta una camisa azul y se estaba peinando.

    ¿Qué pasa?
    Tengo que salir ¿Me dejas algo de dinero?
    ¿Dónde vas?
    Un asunto. ¿Me lo das?
    Toma dinero ¿Cuándo vuelves?
    Volveré... pronto... un minuto.

    Brati hurgó en los bolsillos de su pantalón y rebuscó. Rompió en pedazos un trozo de papel.

    ¿Hacia dónde vas?

    No había un miedo especial en su mente cuando Sujata hizo la pregunta obvia. Porque Calcuta estaba diferente a esas alturas. Para los mayores, cualquiera de más de 40, cualquier lugar de Calcuta era seguro. Pero para los jóvenes, Calcuta tenía muchos barrios prohibidos.

    Justo hace poco Sujata había hojeado una pila de periódicos atrasados y se había enterado conmocionada de lo que había pasado en Calcuta hacía 2 años y medio.

    En aquellos días, había sentido algo, todo, patas arriba. Cuando Brati vivía y Sujata tenía todavía que enterarse que él pertenecía a las filas los malditos, leía los periódicos y sentía un shock con cada episodio sangriento relatado.

    Nadie en la casa leía el periódico esa época. Decían, Sólo salen descripciones sangrientas de cuantos murieron y como murieron.

    Como las noticias les repelían, Sujata y Brati eran los únicos que leían el diario.

    Sujata leía los periódicos antes de salir hacia el banco. La ciudad de Calcuta le parecía equivocada. Tenía todos sus viejos monumentos - el Maidan, el Victoria Memorial, el cine Metro, la estatua de Gandhi, el monumento. Aún así, no era Calcuta. No la reconocía, no conocía esta Calcuta.

    Volvió a los viejos periódicos después, y descubrió que la mañana que sonó el teléfono en su habitación, el precio del oro había subido como siempre, los bancos de Calcuta habían hecho transacciones de millones de rupias, una cría de elefante había sido transportada en avión desde Dum Dum a Tokyo llevando los mejores deseos del primer ministro indio a los niños de Japón, un festival de cine europeo había sido inaugurado en Calcuta, intelectuales y artistas radicales se habían manifestado contra las barbaridades de Vietnam en Red Road y frente al American Center en S.N. Banerjee Road.

    Todo seguía con normalidad, la normalidad en los términos de Calcuta, todo lo que caracteriza a Calcuta como la ciudad con más conciencia de India.

    Todo esto muestra que las cosas estaban bastante normales aquel día. Sólo que era peligroso para Brati ir de Bhowanipur a South Jadavpur; en Barasat 8 hombres fueron estrangulados y luego disparados antes de que pudieran irse del barrio. En Calcuta Este, un grupo de jóvenes sentaron en un rickshaw el cadáver sangriento de un chico que se había criado con ellos, y lo escoltaron con una banda de tambores y vientos, bailando a su lado, como en una procesión de algún dios cuyo muñeco que luego se tira al río.

    Los radicales de Calcuta no vieron nada en el espectáculo que no fuera natural.

    Exactamente un año y tres meses después, escritores, artistas e intelectuales de Calcuta pusieron Calcuta patas arriba por simpatía y apoyo a la causa de Bangladesh. Seguro que tenían los pensamientos adecuados, y madres como Sujata estaban en el camino equivocado. Si a su conciencia radical no le afectaba la situación de que los jóvenes de Bengala Occidental no podía ir de un barrio a otro dentro de la misma ciudad, debían estar en lo cierto.

    El riesgo mortal al que se enfrentaba la juventud bengalí podía no ser suficientemente importante. Si hubiera sido importante ¿no habrían cogido sus lápices los artistas, escritores e intelectuales de esta ciudad legendaria por sus procesiones?

    Somu tenía 23 heridas en su cuerpo. Bijit 16. Las entrañas de Laltu habían sido extraídas y enrolladas en su cuerpo. Todo esto no tenía pinta de barbaridad o bestialidad. Si lo fuera, los poetas y escritores de Calcuta hubieran hablado de las barbaridades a este lado de la frontera además de las del otro lado de la frontera. Como no hablaron, como podían ignorar la orgía diaria de sangre que manchaba Calcuta y concentrarse en la brutal ceremonia de muertes más allá de la frontera, su visión debía ser perfecta. La visión de Sujata seguramente era la equivocada. Seguro. Los poetas, escritores, intelectuales y artistas eran miembros honorables de la sociedad, reconocidos portavoces por todo el país.

      ¿Quién es  Sujata? Sólo una madre. ¿Quienes son esas cientos de miles cuyos corazones, incluso hoy, están reconcomidos por preguntas? Sólo madres.

     Cuando Brati con su camisa azul se había atusado el pelo como siempre antes de irse de casa para siempre, Sujata le preguntó ¿Dónde vas?
     Brati paró un momento. Sonrió y dijo, Alipur. Si se me hace tarde, me quedaré a pasar la noche en casa de Ronu. No te preocupes.

     Brati ya sabía que algo había pasado. El mensajero que debía haber informado a Somu y su grupo no les había llevado la información. Sin el mensaje, Somu y su gente habían vuelto a su barrio siguiendo el plan original.

     Brati no sabía, tampoco, que su mensajero en vez de avisar al grupo de Somu, había alertado a los que les esperaban en el barrio, que estaban de camino.

     Brati pensó que vería a Somu y los suyos esa misma noche y sacarles sanos y salvos del barrio. No tenía demasiadas esperanzas de éxito, pero pensó que se apañarían.

     Su "No te preocupes" había sonado tan normal, tranquilizador y casual que Sujata no se preocupó nada.

     Era seguro ir con Ronu.

     La casa de Ronu hijo de Millie y Jishu Mitter era bastante segura. Ronu iba con Brati al colegio. En su comunidad, era una especie de rebelde. Ya de estudiante había montado un grupo de pop para cantar en los bares musicales. En su rebeldía contra la sociedad, fumaba marihuana con los sahibs (*17), pero estaba seguro.

     Brati estaría seguro si pasaba la noche con Ronu. Sujata le había dicho, Dile a Hem que cierre la cancela. No se te olvide.
     Se lo diré.

     Bajando las escaleras, Brati se paró a la mitad, de repente. Sujata le sintió pararse, y miró. Salió y le miró. Brati la estaba mirando. Le miraba a la cara gravemente, intensamente.

     El sexto sentido de una madre, el sexto sentido de una madre -¡tontería! Sujata no tuvo ni la sombra de un presentimiento. Si, como se dice, una madre siempre sabe antes ¿no debería haber sentido que algo iba mal?

     No, no adivinó nada.

     Se enteró mucho después que Ronu y Brati llevaban sin verse año y medio. Ni siquiera tenían amigos en común. Brati le había mentido.

     Mientras dormía, el cuerpo de Sujata estaba en duermevela, pero su sensibilidad estaba en el filo. E sueños, Sujata a menudo estaba en lo alto de las escaleras, Brati unos escalones más abajo. En sueños, Sujata sabía que Brati no iría a casa de Ronu, iría a avisar al grupo de Somu. En sueños Sujata añoraba salir corriendo y traerse a Brati agarrado de la mano. Añoraba gritar -Brati ¡vuelve!

     No podía pronunciar palabra. En sueños sus pies eran de piedra. Brati la miraba a la cara, esperaba, luego 3 agujeros brillaban certeros y claros en la garganta de Brati, en su estómago y en su pecho, atravesando su camisa azul, cuando la cicatriz de navaja corría directa de la coronilla a la base del cuello, y el contorno de su cara cambiaba delante de sus ojos, Sujata era arrastrada a la realidad. Se despertaba cada vez con la extraña ilusión que Brati había estado todo el rato con ella y acababa de irse.

     El día que Brati se fue no tuvo miedo ni premoniciones. Esa noche como siempre le había dado a Dibyanath su dosis de digestivos. Cuando Suman se puso a llorar, le cogió y tranquilizó como siempre. Le recordó a Hem que era el cumpleaños de Brati al día siguiente; tenía que acordarse de comprar un litro de leche. Para preparar el payesh.

     El día a día normal de la casa.

     ¿Sabía Sujata que esa misma noche, antes de las 12, una multitud se había reunido frente a la casa de Somu? Los viejos del barrio, respetables señores mayores habían gritado -¡Echadles!

     La primera vez que Sujata estuvo frente a la madre de Somu, con su escasa formación, su inteligencia limitada y su torpeza para pasar los pensamientos a palabras, tuvo los mismos pensamientos que ella con todo su conocimiento, visión clara y competencia en articular ideas.

     Los pensamientos que la preocupaban fueron gritados por la madre de Somu -¿Por qué los mataron, Didi? Podían haberles dejado tullidos, pero vivos ¡Por lo menos sabría que mi Somu estaba vivo!... Podía haber vivido fuera de mi vista. Podían haberlo metido en la cárcel. Aún así, al menos sabría que estaba vivo ¡Dime por qué me han castigado así!

     La hermana de Somu imploró, No llores, Ma. No volverá. Te pateó el pecho, Ma, y se fue. Ma, mírame y vuelve en ti.
     Le digo a mi corazón que no sirve para nada llorar. Pero mi corazón no entiende.
     ¿De qué te sirve llorar sin parar?
     Tienes razón, Didi, soy una mujer maldita, maldita desde que nací. Hasta los zorros y perros salvajes llorar por mi destino. Mi padre me dio en matrimonio hace años. Mi hombre nunca pudo aprender a leer y escribir. Era el mayor de su familia. Tenía que llevar su casa. Tenía en el pueblo un terreno fértil. Aquí no tenía nada. No era el tipo de hombre que sabía improvisar y mejorar en la vida. Todo el tiempo tuvimos miseria y nada más que miseria.

     Sujata seguía cada palabra de la madre de Somu.

     Él dio educación a todos sus hijos. La educación es imprescindible estos días, Didi. No tuvo que gastar nada en la educación de Somu. Somu obtenía becas todos los años. Gracias a las becas entró en esa facultad ¿Quién es la gente que le mostró ese camino, que le enseñó a morir? Se lo decía una y otra vez -¿A qué te dedicas? ¿Dónde vas? Mi hijo decía ¿Por qué estás tan preocupada, Ma? Lo que hago no es malo. No lo entendí, entonces.
     La hermana de Somu pregunto, Mashima ¿Quiere un té?
     Un poco, quizá.
     La madre de Somu dijo, esta hija mía ha dejado la universidad. Pasa todo el día dando clases y aprendiendo a mecanografiar. La pequeña se la llevó su tía. Quedan dos. No es fácil, Didi, de alimentar 4 bocas de lo que ella gana dando clases particulares.

     La hermana de Somu trajo una taza de té. Sujata nunca había tomado té en una taza así.

     Es el destino. Mi hijo se crió para ser una persona adulta. Terminaría sus estudios y encontraría un trabajo para alimentar a sus padres, casar a su hermana -así lo habíamos planeado. ¿Pero ahora mi hija podrá ponerse el sindoor (*18) en la frente?
     ¿Por qué piensas así? Las cosas poco a poco mejorarán. Seguro que algún día se casará.

     Sujata había hablado con sinceridad. Pero la madre de Somu podía haber entendido otra cosa y haberse enfadado. No se le podía culpar por ello. Era una broma cruel enfocarlo así, decir que la chica se casaría algún día -sin un tutor,, sin dinero, sin un alma que les asistiera.

     La madre de Somu no se enfadó. Sujetó las manos de Sujata y dijo, Que dios la bendiga, Didi.
     Y continuó ¿Por qué tenían que venir aquí? Los 4 vivían lejos del barrio ¿Por qué volvieron aquí a morir? ¿Por qué vino tu hijo a avisarles y morir con ellos? Tienes otro hijo. Puedes abrazarle y olvidar tu pérdida. Pero el mío era mi único hijo varón. De niño casi muere de tifus ¡Cómo luché para mantenerle vivo! ¿Para esto?

     Brati también tuvo ictericia cuando estaba en 2º de bachillerato. Brati se puso demacrado y cetrino. La comida de Brati tenía que ser medida y preparada con cuidado sin una pizca de especias. Sujata renunció a los platos que Brati no podía comer. De carne sólo pollo. Desde entonces Sujata dejó la carne. Nunca volvió a comerla.

     ¿Los otros chicos eran del barrio?
     Eran todos de aquí o del barrio de al lado. El hermano de Bijit se ha llevado a su madre a Kanpur. La madre de Partha está destrozada totalmente. Estaba enferma y ya no sale de la cama. Perdió un hijo al dios de la muerte el otro está exiliado. Si algún día vuelve lo despedazarán, dicen.
     ¿Es el único hermano de Partha?
     Sí, Didi. La madre no sale de la cama, se niega a comer y no para de llorar -¡Devolvedme a mis hijos! ¿Se ha vuelto loca, Didi? La vida de una mujer es como la de la tortuga. Sólo descansa cuando muere.
     ¿No había otro?
     Te refieres a Laltu. No tenía madre que pudiera sufrir. Ya había fallecido. Laltu no tenía madre desde que nació. Cuando se padre volvió a casarse, ya mayor, Laltu se enfadó tanto que se fue a vivir con su hermana. No había otro igual en el barrio, era un gran estudiante, fuerte, el primero en aparecer si había algo que hacer para mejorar el barrio.
     ¿Vivía cerca?
     Dos barrios más allá. Laltu, Partha, Bijit, Somu, eran del mismo estilo. Cuando venían nadie del barrio podía decir o hacer algo malo. Fue Laltu el que les inspiró y empujó a entrar en el movimiento, y el pobre chico pagó el precio.

     Sujata recordó haber visto varios cadáveres en el depósito. Vio hombres y mujeres llorando sus muertos en el crematorio.

     En ese momento no comprendió la conexión entre esos cuerpos muertos y esas personas atormentadas. Ahora entendía que Brati era de ellos, no sólo al morir sino mientras vivía.

     En esa parte de su vida que Brati había construido por sí mismo, dónde era realmente él, estos chicos estaban a su lado. No la familia. Mi hijo, mi hermano -este era un conjunto de definiciones sin sentido que Brati acarreaba toda la vida.

     Pero Brati había construido otro Brati con sus creencias, sus ideales, su ideología. Este otro Brati quería a su madre, su madre le quería, pero nunca le conoció. Estos chicos conocían al otro Brati, ese Brati que Sujata desconocía. Por eso eran inseparables en vida y en la muerte. Igual que Sujata se encontró unida inseparablemente a todos aquellos que llevaban en sus corazones el peso de su pérdida.

     Durante un año después de la muerte de Brati, hasta que salió a ver a la madre de Somu, Sujata había quedado presa entre sus penas.

     Fue después de escuchar el lamento desinhibido y desgarrador de la madre de Somu, su charla sobre los chicos, cuando Sujata se dio cuenta que a pesar de todo Brati no la había abandonado a una pena desolada. Le había acercado a otros como ella, le había proporcionado una nueva familia.

     ¿Pero cómo podía Sujata sentirse liberada en medio de toda esa gente? Ella era rica y pertenecía a otra clase ¿Por qué la iban a aceptar como uno de ellos?

     La madre de Somu dijo, Laltu iba desesperado de un lado a otro, buscando trabajo. No lo consiguió. Eso le golpeó. Le nació una rabia desde dentro.

     De nuevo la madre de Somu se puso a llorar. Sujata le acarició el brazo.

     En un año la casa estaba más destartalada, mostraba su pobreza más descaradamente. La madre de Somu debía haber estado llevando un sari viejo. Cuando llegó Sujata se fue a ponerse otro más presentable. El que llevaba ahora estaba desvencijado, parcheado y andrajoso ¿cómo estaría el que llevaba antes?

     Sujata observó que el tejado se había hundido por un lado y lo aguantaba un palo. El somier ya no estaba. En su lugar una tabla se apoyaba sobre unos ladrillos. posiblemente ya no podían cocinar en el porche.  En la esquina de la habitación podía verse un horno de barro, una sartén y unos pocos utensilios.

     La madre de Somu estaba más pálida y machacada. Parecía alguien que se había rendido al destino de profunda desesperación. Su apariencia era de estar cercana a la muerte como la que se ve a veces en un niño abandonado a su suerte en la ciudad, un gatito en una alcantarilla, o un escuálido cuervecito.

     Pero la hermana de Somu arrogante y enfadada, tenía otra determinación. El último año había luchado dejándose la piel y el esfuerzo la había dejado quemada y corroída. Sujata contempló con hambre y sed a la madre de Somu, a su habitación. Su mente le avisaba que no volviera aquí.  Nunca más vendría a sentarse delante de la madre de Somu para sentir que no estaba sola. ¿Qué estaría Sujata haciendo el próximo 17 de enero? Desde el 17 de enero pasado sabía que tenía un lugar para venir, sentarse un rato y sentirse acompañada.  Pero no se le escapaba que la hermana de Somu la había mirado mal y se había ido de casa. Su actitud le hacía ver a Sujata que no era bienvenida aquí.

     Por eso miraba ávidamente la habitación y a la madre de Somu. Esta era la habitación donde Brati había pasado sus últimas horas, se había tumbado aquí en el colchón que le había puesto la madre de Somu. La madre de Somu había tenido al hijo de Sujata con ella hasta pocos minutos antes de morir.

     La madre de Somu dijo, Te duele y por eso vienes. Yo, Didi, aunque tengo ojos estoy ciega, tengo piernas pero estoy coja. Didi, mi hija me dice que nunca conseguirá trabajo por ser hermana de Somu. ¿Es verdad eso, Didi?

     ¿Cómo podía Sujata saber lo que es verdad y lo que no? Los que desafían al sistema ya no viven. Pero sus familias siguen. Había una política no escrita implacablemente efectiva para ellos ¿Había una política similar para sus familias también?

     Hubo una política de silencio durante dos años y medio, justo en el período cuando Baranagar y Kashipur fueron purgados de los enemigos de la sociedad. Hubo una política premeditada detrás de toda la secuencia de eventos en el estado, las crías de elefante transportadas por aire a Tokyo, el festival de cine en la sala Metro, los escritores y artistas que hablaron en la manifestación del Maidan, y la quincena de celebraciones en el Rabrinda Sadan dedicada al gran poeta.

     No había nada por lo que preocuparse, porque nada importante había sucedido. ¿Importaba, a pesar de todo, si unos pocos miles de jóvenes ya no estaban? Sujata no sabía qué pensaban las otras madres pero sentía entonces como siente ahora que es solamente en Bengala Occidental que los jóvenes son perseguidos, amenazados, al filo de la muerte. Pero, claro, otros eventos más importantes debían haber sucedido en otros lugares. La nación, el estado, se negaba a reconocer su existencia, su pasión, su fe indomable delante de la muerte, todo lo que defendían.

     Lo que aterrorizaba a Sujata era que a nadie le pareciera anormal, que todos en el estado les negaban y se apuntaba a una conspiración de apariencias, de pretensión de normalidad. Sujata había sentido hasta la médula cuan aterrorizadora, brutal y violenta era esta normalidad. Mientras los Bratis eran asesinados en cárceles y calles, perseguidos sin descanso por furgonetas negras, y siendo apaleados sin piedad por una multitud cabreada, los guardianes de la conciencia de la sociedad no decían ni una palabra sobre ellos.

     Sujata encontraba esta pretensión de normalidad asustadora y de mal agüero. Estaba aterrada de ver como estos testigos silenciosos eran tan complacientes en su presunción que todos ellos eran individuos normales, concienzudos y magnánimos. Mientras su benevolencia se extendía al resto del mundo, al lado de casa su perspectiva era opaca, brumosa, turbia.

     Negar la existencia de unos miles de jóvenes del país. Negarles a todos -eso sería suficiente para borrarlos. Las cárceles están desbordadas. No hay información sobre miles de jóvenes del país. Se ignoran. Esa es la forma de exterminarlos.

     ¿Pero sus familias? ¿Hay una política para exterminarlas también, negándolas?

     Sujata no sabía qué decir. Todo lo que podía decir es -Pero sigo trabajando.

     No te compares con mi hija, Didi ¡Con todos los contactos que tienes! ¿No te diste cuenta de que aparecieron todos sus nombres en los periódicos, pero el nombre de Brati no apareció? Didi, yo no tengo contactos. No tengo dinero para callar bocas o conseguir cosas.

     Sujata sabía que la madre de Somu conocía la diferencia. Un dolor terrible, paralizador, les había unido en Kantapukur y en el crematorio, pero era una afinidad que no podía durar. El tiempo es más fuerte que la pena. El tiempo es un río que amontona capas de tierra sobre la pena.

     Luego llega un tiempo cuando la naturaleza con su lógica implacable, hace crecer brotes nuevos de pena sumergidos bajo el aluvión de tiempo.

     Brotes de esperanza, pena, pensamiento y odio.

     Los brotes crecen hasta perforar el cielo.

     El tiempo hace maravillas. Sujata era golpeada por el miedo cuando pensaba en la omnipotencia del tiempo. Puede que llegue un día cuando la cara de Brati sea un borroso toque en la conciencia de Sujata, como una vieja fotografía desdibujada. Un día quizá Sujata mencionaría a Brati casualmente a cualquiera, a todo el mundo, y lloraría abiertamente.

     El tiempo puede con todo. Hace dos años el dolor les había unido a ella y la madre de Somu. Y el tiempo había borrado esa unión. El agudo ataque de pena había borrado sus diferencias de clase que normalmente las separaban.

     Pero el paso de tiempo había restaurado la diferencia de clase.

     Sujata preguntó, ¿No ha aprobado un examen la hermana de Samiran (Somu)?

     Había aprobado los parciales, se habría graduado si hubiera aprobado los finales. Pero está aprendiendo mecanografía. Casi cada día es reacia a ir. Protesta, no tengo ropa adecuada, no tengo dinero para unas chanclas, no voy. Dice, No dejaré mi vida echarse a perder así, todo por vosotros. Habla enfadada, pero Didi, nunca deja de lado sus obligaciones.

     No creo que tenga problemas por Samiran. Yo seguiré buscándole un trabajo.
     ¿Tú que sabes, Didi? El otro día perdió una buena clase. Ganaba 40 rupias. El padre del chico le dijo no puedo mantener la clase. Tu hermano pertenecía al partido. Es así, Didi.
     No todos son iguales.
     Tú sabrás, Didi. Pero ella ha hecho algo bueno. Ha mandado a los pequeños a un colegio público. Cuando los niños se quedan sin padre, los llevan al orfanato.
     Eso está bien.
     Mi hija me cuenta, Didi, la gente del barrio pregunta por qué la madre de Brati viene a visitarnos. Uno de la banda que mató a nuestros chicos le pregunto, ¿Se están uniendo las madres, la madre de Brati y la tuya? ¿Por qué un elefante iría al agujero de un topo? Mi hija tiene miedo. Vuelve tarde a casa por la noche tras dar sus clases particulares, tiene que ir a comprar al mercado. Les tiene miedo. Son capaces de cualquier cosa.
     ¿Ellos? ¿Quiénes son?
     Sí,  Didi. Los mismos. Todos se han cambiado al otro partido. Nunca fueron castigados. Van a todos lados con la cabeza bien alta. Le dicen a mi hija, Hey ¿Por qué no hiciste la última ceremonia para tu hermano? Hubiera sido una gran fiesta para nosotros. Son amigos, Didi. Están siempre en el puesto de té.

     Sujata se dio cuenta ahora que cada vez que venía, se bajaba del taxi en el cruce y se acercaba a la casa en ciclo rickshaw, nunca había mirado hacia los lados. Nunca se había dado cuenta que los asesinos de Brati podían estar sentados todo el tiempo en el puesto de té. Nunca se le había ocurrido que podían moverse con libertad, podían meterse con la hermana de Somu descaradamente, y podían reírse obscenamente a carcajadas. Qué ciudad para vivir, pensó, donde tales horrores pueden suceder, y la rutina de ferias y festivales culturales dedicados al poeta Tagore podían continuar sin ser afectados.

     Los asesinos estaban seguros tras haberse cambiado de partido y las pancartas que sujetaban. Y las paredes de las cárceles seguían creciendo en altura, las torres vigías amenazantes sobre los muros. Todas estas cosas seguían ocurriendo, ¿por cuánto tiempo?

     La madre de Somu dijo, Tú tienes suerte, Didi. Si tienes otro hijo, te puede consolar. Apretarle fuerte y olvidar al hijo muerto. Yo he perdido una costilla. La pira que quema mi corazón arderá hasta que me meta en ella.

     Sujata quería decir a la madre de Somu que si también hubiera podido llorar y lamentarse abiertamente como ella, eso la habría salvado. Peor si le contaba a la madre de Somu que tenía que guardar dentro de sí el peso de la pena por Brati como una roca inerte, que nunca había sido capaz de llorar por él, la madre de Somu pensaría que no es natural. No podía llorar delante de la gente cuya primera preocupación tras la muerte de Brati había sido buscar la manera de esconder la noticia; su garganta se cerraba. La madre de Somu no lo entendería.

     Porque la madre y el padre de Somu no habían pensado en eso en su momento.

     Todavía era antes de la medianoche... una pesadilla, todo fue una pesadilla... no había llegado la medianoche cuando rodearon la casa de Somu. Mientras se juntaban uno a uno la madre de Somu los vio y saltó de la cama, tapándose la boca con una mano. El padre de Somu dijo terriblemente desamparado, ¿Qué haremos ahora? Veamos si podemos escapar por la puerta de atrás.
     Somu dijo tranquilo, No valdrá para nada, Baba. Han rodeado el otro lado también, se les oye.
     El padre de Somu dijo, ¿No es esa la voz de Babu?

     Una voz fiera de nuevo, Sácales. O quemaremos la casa. Sal, Somu. Si eres padre de tu hijo ¡Sal!

     Somu se volvió hacia su grupo -Si salgo primero, me cogerán primero. ¿No podréis, aunque sea sólo uno de vosotros, escapar?

     ¡Saliendo!

     Brati dijo a Somu, No vale para nada, Somu ¿Por qué salir solos? Vayamos juntos.

     Una pesadilla... todavía una pesadilla.

     Brati fue el primero en levantarse. Se acercó a la ventana y gritó, No griten. Ya salimos. Esperadnos.

     Ese bastardo tiene un lacayo. Uno de esos chicos de Calcuta. ¡Sal ya, hijo de perra!

     No Somu ¡no salgas! ¡eh Somu! ¡Somu-u-u!
     No llores, Ma. Baba, cuida de Ma. Vamos a salir. O quemarán la casa.
     Bijit se había apretado el pantalón, soltado el pelo. Partha estaba más callado. Fue el que dio la primera orden -Vamos, Bijit.

     Bijit y Partha llevaban navajas automáticas, Somu y Brati iban desarmados. Se pusieron en pie, unieron las manos y gritaron sus lemas mientras abrían la puerta.

     El padre de Somu intentó ponerse delante de ellos -Moriré antes de que os cojan. Pero Somu le empujó a un lado, gritando consignas salieron, fuera estaba oscuro, un gentío de caras oscuras, risotadas y chillidos, gritos desparramando las risas por todas partes, las luces de las casas vecinas se iban apagando una a una, puertas y ventanas se cerraban de golpe, caras asustadas desapareciendo, aullidos lanzados al cielo, rasgándolo, como cuando las estatuas de Durga se tiran al río oscuro, mientras salían eslóganes de la garganta. Bijit y Partha fueron corriendo a por ellos, apretando las navajas, una voz -¡Están atacando! Un grito -¿¡Bastardos, os atrevéis a sacar navajas!? Otra voz -¡Matad a esos cabrones! Tres voces siguen gritando consignas, alguien ha tirado un nudo certero al cuello de Bijit, estrangulándolo. Consignas todavía. Consignas. Consignas ¡Zindabad! ¡Viva-! ¡Viva! Un lío impresionante. Paran las consignas de repente. Los asesinos se van. Sonido de disparos erráticos. Tufo a pólvora en el aire estanco del invierno -el tufo de la pólvora- las caras oscuras se echaron atrás -el padre de Somu rompió a gemir en alto, golpeándose el pecho y cayendo -¡Somu! ¡Dada! Las hermanas gritando. La madre de Somu perdió el conocimiento. Inconsciente. Oscuridad. Oscuridad, oscuridad, oscuridad.

     ¿Cómo podía la madre de Somu comprender alguna vez por qué Sujata no podía llorar? ¿Cómo podría creer que intentaban ni mencionar a Brati en su casa? ¿Cómo podía entender el hecho de que el padre de Brati saliera corriendo para que el nombre de Brati no se publicara en las rotativas?

     EL padre de Somu nunca pensó en salvar su piel, ni sabía que eso era posible. El padre de Somu -¡el tendero pobre que no tenía dinero!-  nunca había conocido gente que podía pensar en esas cosas.. Ambos padres, el de Somu y el de Brati, vivían en un mismo país, pero en polos opuestos.

     El padre de Somu esperaba que acercándose a la policía todo se resolvería. Los asesinos se asustarían y saldrían corriendo. De prisa, jadeante, consiguió llegar a la comisaría. En esos días las luces estaban encendidas noche y día en las comisarías. Por favor, señor ¡venga! ¡Si viene ahora mismo mi hijo vivirá! Podría llevarlo al hospital ¡Me pongo a sus pies, señor!

     El oficial, aunque era joven, tenía experiencia suficiente. Cuando el padre de Somu empezó a nombrar a los asesinos el agente le chilló. El padre de Somu era una criatura desamparada, como un gusano que cualquiera puede aplastar con sus pies. El miedo le hizo permanecer en silencio un rato pero luego insistió de nuevo -Les he visto con mis propios ojos. He oído sus voces. -No, no has oído sus voces -Por favor, venga señor -Sí, sí, la furgoneta irá. En ese punto el padre de Somu había reconocido a otro agente y le suplicó a él también, tirándose a sus pies. La furgoneta llegó después. El padre de Somu se montó dentro. Cuando la furgoneta entró en el barrio, gritó como un loco, dando bocanadas y jadeando -¡Somu, contéstame hijo mío! ¡Somu jo! -Extraño, la furgoneta no necesitó indicaciones. Fue directo al campo de fútbol. Al iluminar el lugar con sus luces, algunas siluetas salieron corriendo. Cuando las luces iluminaron alguna cara, la furgoneta bajó la marcha a drede. Cuando llegó al sitio, todos habían tenido tiempo de escapar. Cuando la furgo paró, sus luces enchufaban a Bijit. Cuando el haz de luz llegó al cuerpo, el padre de Somu dio un alarido. Mientras gritaba -¡Somu! cayó inconsciente. Pudo verles arrastrando a Somu por los pies y mostrándole a las fauces de la furgoneta hambrienta. Le tragó. La cabeza de Somu chocó con algo. El padre de Somu intentó decir -¡Cuidado con su cabeza!- Pero no le salieron las palabras. Eran las tres y cuarto. La furgoneta nunca había venido tan pronto.

     Volvió a la comisaría cuando todo acabó. Quería dejar constancia de su denuncia. Incluso puso una queja en Lalbazaar, el cuartel general de la policía, contra el agente de barrio. No sirvió para nada. Gritando -¡oh dios!¡No hay justicia en este país!- se cayó y se hizo una herida en la cabeza con la acera. El hijo de su cuñado le ayudó a volver a casa.

     ¿Cómo iba la madre de Somu a entender a Sujata? Si Sujata intentara explicarle que era Brati el único de sus hijos que apoyaba la cabeza en su regazo y se dormía mientras le decía, Ma, ¿me enjabonas la espalda? Hem me ha vuelto a traer el té frío; iremos juntos al cine esta tarde, Ma, cuando vuelvas del banco; tengo que devolver estos apuntes hoy, hazme el favor de copiarlos. La madre de Somu no vería nada excepcional en ello, porque los hijos que ella conocía se comportaban así con sus madres.

     Si Sujata le hubiera contado que vivía en una sociedad perezosa, desarraigada, sin vida donde un cuerpo desnudo no causaba emociones, pero las emociones naturales sí; si le hubiera contado que madre e hijos, padres e hijos, esposas y maridos se pegaban incluso cuando las relaciones estaban envenenadas irremediablemente, nunca lloraban en público, mostraban sus mejores modales a todo el mundo, la madre de Somu no lo vería lógico. Aunque usará el idioma bengalí el significado de las palabras se le escaparía a la madre de Somu.

     Si Sujata le contara que venía aquí para conocer mejor a su hijo muerto, la madre de Somu no lo entendería. Si Sujata le contara que cuando Brati empezó a cambiar no fue sólo por los libros o conferencias políticas; que Brati sentía la angustia de hombres como Somu, hijo de pobres, o como Laltu, humillado por la vida y el destino, y otros hombres como ellos, tan profundamente como si fuera suya, y eso le había hecho cambiar. La vida le había hecho cambiar. Renunció a la vida en la que nació. Si se hubiera agarrado a ella, habría ido a Gran Bretaña, y a la vuelta hubiera encontrado un buen trabajo, y subido en la escala social fácilmente.

     Pero la madre de Somu no habría entendido nada de esto. Dijo, La cara de tu hijo se mueve en mi mente, Didi. Aquellos que no tienen nada se vuelven locos. Desde pequeño Somu preguntaba ¿somos mendigos? ¿Por qué debemos pedir por cosas que debían ser nuestros derechos, y ser pateados por ello? Pero Brati lo tenía todo, Didi. ¿Por qué se vino aquí a morir?

     Había venido a avisarles.

     Sabías el camino que había elegido ¿Por qué no le previniste?

     La madre de Somu no sabía lo que había causado en Sujata; ella sabía a qué se dedicaba Somu. Sujata tenía modales aristócratas, una compostura, un reloj en su muñeca y un sari caro tejido a mano. Pero la madre de Somu no sabía que Sujata como madre estaba por debajo de miles madres, porque nunca había sabido a qué se dedicaba Brati.

     Sujata nunca podía mentir, ni en la victoria ni ne la humillación.

     Brati lo sabía.

     Sujata dijo, No lo sabía.
     Si yo lo hubiera sabido, Didi ¿Alguna madre enviaría alguna vez a su hijo a morir?

     Sujata se levantó.

     Vuelve, Didi. Hablar contigo me hace sentir bien.

     Sujata sabía que no volvería nunca, Me voy.
     De repente Sujata puso su mano en el hombro de la madre de Somu. Dijo, Siempre te estaré agradecida.
     ¡Agradecida de qué! Los que sufren entienden el sufrimiento.

     En este momento final de despedida, Sujata sintió la urgencia de darle a la madre de Somu algo valioso. Sintió la necesidad de sacar algo de la prisión que ella misma había construido dentro de sí, algo de su pena, y dárselo a la madre de Somu. Por eso, lo que nunca había podido decir, lo puso en palabras por primera vez -Era el cumpleaños de Brati el día siguiente del asesinato. El 17 Brati hubiera cumplido 20 y empezado su vigésimo primer año.

Tarde

Era una casa muy cercana a la suya, Sujata la había mirado al pasar, pero nunca había entrado, y no sabía de quién era. Un edificio antiguo de dos plantas, con porche en toda la fachada delantera. La parte superior estaba diseñada obviamente como la marquesina del cine Metro de Calcuta. Tenía una placa -Purva Ganga Nagar- que era probablemente el nombre de la casa del primer dueño. En los últimos 20 años, Sujata había visto el cambio de la casa correspondiéndose con el de la ciudad -una parte de ella nueva y brillante, cubierta por su pintura anti-humedad y los aires acondicionados bajo las ventanas, el resto cutre, con pintura descascarillada, y cortinas sucias hechas con harapos de sari. El bajo estaba alquilado por habitación a diferentes establecimientos -una lavandería, un taller de aparatos de radio. Obviamente riqueza y pobreza estaban distribuidos entre los inquilinos.

     Un pasaje oscuro llevaba tras el patio común a una habitación grande en la parte de atrás. Un chirimoyo se erguía abandonado y desolado frente a ella. Las paredes y el techo habían perdido su pintura, el suelo desgastado dejaba ver la capa inferior de ladrillos. Una gran cama, baja y plana cubría buena parte de la habitación. En el armario, oxidado por su parte inferior, había libros de derecho polvorientos y sin usar. Sujata se sentó en la cama. Nandini se sentó en un taburete de mimbre frente a ella.

     Anindya nos traicionó.

     Nandini repitió las palabras. Ya las había repetido una vez, y como antes, al repetir las palabras sus ojos dejaron escapar un parpadeo de incredulidad como la sombra de una nube fugaz. Como se le resultara difícil aceptar, o no pudiera entender, como Anindya podía haberlo hecho sabiendo que su traición haría caer la muerte sobre Somu y los otros.

     No conozco la historia completa, Nandini.

     Lo sé. Ustedes nunca saben nada. Para la gente como usted, son sólo casos aislados. Pero ahora sabe que está mal seguir asumiendo que no hace falta saber por qué y cómo suceden esas cosas.

     Anindya nos traicionó. Brati, qué tonto, confiaba en Anindya. Porque Nitu, que era su amigo, le había reclutado.

     Cualquiera que Nitu apuntara estaba fuera de sospechas, porque Nitu era amigo y camarada de Brati ¿Pero Nitu conocía a Anindya lo suficiente antes de apuntarlo a la organización? pensó para sí Sujata.

     Una larga temporada en la celda de reclusión de la cárcel le vuelve a uno hipersensible. La celda de reclusión es demasiado solitaria, desoladora. Vivir ahí uno solo consigo mismo entre 4 paredes, con una cancela de hierro con un único agujero pequeño. Encerrado en la solitaria uno intentaba entrar en el mundo exterior con una mente ansiosa y afilada como el bisturí de un cirujano en el depósito de cadáveres o el filo de una bayoneta. para encontrar aquellos que se acuerdan. A veces se abría la puerta. No les llevaban al mundo que añoraban sino a una celda diferente. Insonorizada. Puertas y ventanas cubiertas de tubos de goma con fieltro. Los aullidos que saldrían de esa habitación, los gritos, el sonido de los golpes y torturas, la voz amenazante de los interrogatorios, eran confinados a la habitación por esos tubos de goma. Una bombilla de 1000 vatios enfocada a los ojos desnudos de la persona maniatada en esa habitación. EL encargado sentado en lo oscuro. Fumador o no, un cigarrillo brillaba en sus dedos. De vez en cuando, el interrogador, educado y sofisticado, hacía una pregunta amable e inofensiva como "Oh, ¿así que eres amigo de Chaterjee?" y apagaba el cigarro en la piel desnuda de la cara, bajo la bombilla de 1000 vatios. Las quemaduras de pitillos sólo causan heridas superficiales, cutáneas. Sólo se quema la piel. La quemadura se puede curar con un ungüento. Se describe como "curación de la superficie cutánea". Las quemaduras de la piel se curan pronto. Pero en esos corazones jóvenes, cada quemadura dolía para siempre. Y luego vuelta al confinamiento. A solas con uno mismo.

     La mente y los sentidos se volvían hipersensibles en ese vivir con uno mismo, ansiosos y afilados como el bisturí de un cirujano en el depósito de cadáveres o el filo de una bayoneta. Nandini sintió la pregunta muda que crecía dentro de Sujata -¿Lo sabía Nitu cuando reclutó a Anindya?

     Nandini dijo, Nunca sabremos si Nitu sabía o no lo que hacía Anindya ¿Sabe lo que le pasó a Nitu?
     No.
     Nitu tenía varios alias. Muchos nombres. Hubo una redada masiva cuando faltaron Brati y su grupo. En su barrio todos le llamaban Dipu. Nitu decidió huir entonces. Se fue al cinturón industrial, no muy lejos de su sitio. Allí le arrestó la policial local pensando que era otra persona. Entonces apareció el comisario de su barrio. No tenía nada pendiente por lo que estar allí ese día. Pero los periódicos también nos estaban traicionando. De tanto en tanto publicaban información sobre nuestros escondites, los lugares donde estaban nuestros hospitales, sobre nuestro trabajo en los pueblos. Escribían artículos sobre nosotros. Uno de estos le había dado una pista, y por eso el comisario estaba allí, en el cinturón industrial. Paró su jeep y entró a tomar una taza de té. Y llevarse algo de gur.
     ¿Algo de gur?
     Sí, el azúcar de caña (gur) de allí es famoso. Le habían comprado dos bloques. Entró y vio a Nitu. Preguntó ¿Dipu? ¿Tú aquí? Después de horas de interrogatorio y pegarle de arriba abajo, Nitu estaba muy nervioso y sin pensarlo dijo, Sí. No sé porqué me han traído acá. El comisario inmediatamente le sentó en su jeep. Por el camino le dio comida en un restaurante, le ofreció un cigarrillo. Como Nitu era muy popular en su barrio y todavía no había llevado a cabo ninguna acción allí, todavía pensaba librarse de alguna manera.
     ¿No pudo?
     No. Le llevaron a su barrio y le mataron a palos delante de la comisaría. Las mujeres del barrio se reunieron allí después, para protestar, y les tiraron gases lacrimógenos.
     Nunca salió en los papeles.
     No.
     ¿Entonces?
     Pues, Nitu está muerto. Nunca sabremos si conocía las intenciones de Anindya. Yo creo que... tú cómo lo ves?
     Debería haberlo sabido.
     ¿Quién? ¿Nitu?

     Sujata no llegó a conocer a Nitu, pero podía pronunciar su nombre con familiaridad, como si Brati se lo hubiera presentado.

     Sí, Brati, Nitu y yo.
     ¿Qué teníais que haber sabido?
     Igual que nosotros teníamos un programa, los otros tenían su programa.
     ¿Qué programa?
     Un programa de traición, por supuesto.

     Nandini hablaba con una voz calma, fría, casi indiferente. Sujata se dio cuenta que la sorpresa en los ojos de Nandini cuando había nombrado a Anindya no era tanto por Anindya sino por ellos mismos. Habían desarrollado una fe inquebrantable en la descreencia en todo lo que tuviera que ver con el "stablishment", pero nunca habían pensado que podía haber gente que podía hacerse pasar por amigos, escribir sobre ellos en la prensa y formar parte en un programa planeado para traicionarles.

     Ahora todo parecía formar parte de la traición.

     Nandini habló de nuevo. En su rostro, fino, oscuro y cansado Sujata podía ver una sombra permanente bajo los ojos. Igual que las sombras que se pegan a las faldas de las montañas. Una tierra de sombras permanentes en la ladera de las montañas.

     Sentía como si Nandini nunca pudiera ser conocida o comprendida. Tuvo un sentimiento como de pérdida súbita, de vacío. A Sujata le afligía que nunca conocería a la chica que Brati había amado, que la mente de Nandini se mantendría desconocida siempre para ella. Dolor. Nunca podría volver con la madre de Somu. Nunca conocería bien a Nandini. Dolor profundo y sentimiento de pérdida. Sujata nunca había compartido las creencias o experiencias de Nandini, nunca había intentado conocer lo que sentían los Bratis o las Nandinis ¿Quién podía decirle el valor de las cosas que hasta entonces le habían preocupado? ¿Era por esto que Brati se fue de casa esa tarde en su camisa azul -para que Sujata viera los fallos en su naturaleza en su mente? ¿Era por eso que había parado a mirarla a mitad de las escaleras?

     Si Sujata pudiera volver a ese momento, bajaría corriendo las escaleras y le abrazaría, cuerpo de su cuerpo. Le diría, Brati, necesito saberlo todo, empezaré a saberlo todo. No te vayas, Brati, por favor no. En Calcuta un joven no puede atravesar la ciudad seguro. No te vayas, por favor.

     Pero tiempos pasados, son tiempos perdidos. El tiempo es un asesino implacable, tan cruel como el destino. El tiempo es el río Ganges, apenado por sus orillas. La marea del tiempo acarrea sedimentos para cubrir la pena. Y luego brotes nuevos de verde lo atraviesan, mandando sus ramas hacia el cielo, brotes de esperanza y dolor y gozo y éxtasis.

     Todo, todos parecen parte de la traición.

     Atravesando la pared de los pensamientos de Sujata, Nandini habló.

     No lo hagas, Nandini. Sólo te traerá más infelicidad.
     No, no. Cuando no sabía lo de la traición, tenía una autoconfianza tremenda. Pero la confianza no tenía base. Cuando empecé a dudar, a pensar y pensar sobre los hechos. Empecé a sentirme mucho más segura. Ahora sé donde estoy firme.
     ¿Y te ayuda?
     Sí. Ahora cuando miro atrás, cuan inocentemente habíamos asumido que una era se estaba acabando. Estábamos trayendo una nueva era. Brati y yo íbamos caminando desde Shyambazar a Bhowanipur, hablando todo el camino. Cualquier cosa que veíamos en el camino -la gente, las casas, los neones, las rosas rojas en un puesto de flores en la acera, las guirnaldas en las calles, los periódicos pegados en murales en las paradas de autobús, caras sonrientes, un dibujo bonito en una revista de poesía, multitudes aplaudiendo con locura en un mitín político en el Maidan, trozos de canciones animadas de las películas en hindi -todo emanaba éxtasis, no podíamos guardarnos la felicidad, nos sentíamos eufóricos. Nos sentíamos leales a todo y todos. Nunca me sentiré igual. Nunca volverá. Una pérdida total. Una época se ha acabado de verdad. La persona que fui está muerta.
     ¿Por qué, Nandini? ¿Por qué Brati está muerto?
     Porque Brati está muerto. Y tantas cosas están muertas. Yo también morí lentamente mientras pensaba y pensaba en el pasado confinada en una celda.
     No hables así, por favor.
     Hablas como mi madre. Ella no entiende, usted tampoco.
     ¿Pero no puedo entender nada, Nandini?
     ¿Cómo podría? ¿Alguno de vosotros hizo una promesa de lealtad como la que hicimos nosotros? ¿A todo y a cada día de la vida?

     No, Sujata no lo había hecho. No había prometido lealtad a la sonrisa de un extraño por la calle, ni a un estribillo sonando en la calle, ni a las rosas, ni a las luces de la ciudad, ni a las guirnaldas colgadas en las calles ¿A qué había jurado fidelidad Sujata? ¿A qué cosas?

     Ahora sé como funciona la traición, como sigue funcionando.
     ¿Todavía, Nandini?
     Seguro ¿Cómo explicar los muros de la cárcel, cada vez más altos, las torres de vigilancia? ¿Por qué nadie levanta la voz mientras miles de jóvenes se pudren en las prisiones? Y cuando lo hacen, es por intereses políticos de sus partidos ¿Por qué los que queremos seguir no podemos publicar ni un simple boletín? ¿Por qué no tenemos acceso ni a una rotativa mientras se publican innumerables periódicos, y se oye que tienen simpatía con la causa? Traición. Todos hablan por hablar, sin darse cuenta que en ese proceso nos están traicionando ¿Por qué a esos poetas se les rompía el corazón con Bangladesh en los setenta y siguen escribiendo poemas llenos de sentimiento? Traición ¿Por qué continúan las redadas? ¿Los disparos en las cárceles? ¿Las detenciones? Traición.
     ¿Todavía?
     Sí, todavía. ¿Crees que no hay detenciones porque no sale en los periódicos? ¿Han parado los tiroteos? ¿Ha parado algo? ¿Por qué iba a parar? ¿Que ha parado? Nada. Nada ha parado. Han hecho desaparecer una generación entre los 16 y 24. Está siendo borrada del mapa...

     De repente, por impulso Sujata hizo algo que nunca hacía. No se dejaba llevar por la emoción. Nunca en su vida se había atrevido a dejarse llevar por sus impulsos naturales. Cuando era más joven, Dibyanath la regañaba si se acercaba a la ventana a ver cómo empezaba una tormenta. Las lecciones aprendidas por la fuerza en los años más tiernos de la vida permanecen infranqueables. Aún así Sujata se permitió acariciar la mano de Nandini. Mientras lo hacía, sabía que era un momento, una oportunidad que nunca volvería a ver. El tiempo es un fugitivo travieso, siempre huyendo. Nunca podría rescatar el momento en que Brati en su camisa azul se quedó al pie de las escaleras para mirarla. Podía sentir en su interior, en lo profundo de su mente, un vacío sin fin, una pena inconsolable, porque sabía que nunca más volvería a tener a Nandini tan cerca.

     Sujata puso su mano sobre la de Nandini ¿Empujaría su mano devolviéndola a la existencia yerma que era su vida? ¿Los ojos de Nandini mostrarían rechazo como los de la hermana de Somu? Sólo pensarlo la paralizaba. Sujata podía intuir la celda solitaria de su existencia a partir de ahora, con Dibyanath, Jyoti, Neepa, Tuli, Bini y los colegas del banco; todos fuera; y dentro, Brati, sólo Brati, pero por qué sólo Brati, también la madre de Somu, Nandini, la pena de estar separada de todos ellos, se mantenía dentro de ella. A partir de ahora estaría sola, totalmente sola. Nadie volvería a abrir las puertas de su celda solitaria, para sacarla y preguntar -¿Es usted la madre de Brati Chaterjee?

     Pero Nandini no retrajo su mano.

     Durante un rato se quedó silenciosas sin moverse. Después, con dedos tímidos y reacios, acarició la mano de Sujata. Sujata retiró su mano. Estaba agradecida, tan agradecida que Nandini hubiera colocado sus manos sobre las de Sujata.

     Yo amaba a Brati.
     Brati me había hablado de ti.
     ¿Sí?
     Sí. El 16 de enero.
     ¡Raro!
     ¿Qué tiene de raro?
     ¿No se lo había contado antes?
     No.
     Sabía que si se lo contaba a alguien sería a usted. Porque no confiaba en nadie más de esa casa.
     ¿Brati?
     ¿Por qué se sorprende?
     Brati no tenía confianza con los otros. Sin embargo...
     ¿Qué le sorprende? ¿Tiene uno que querer y confiar en otros sólo porque ocurre que son su padre o hermana o hermano, aunque no haya gestos de amor desde ellos?
     No lo sé Nandini. Estoy comenzando a darme cuenta de lo poco que conocía Brati. Antes no lo sabía.
     ¿Alguna vez intentó conocerle?

     Sujata sacudió la cabeza. Nunca había podido mentir. Brati lo sabía.

     Así es su generación. Piden todo -amor, lealtad, obediencia ¿Pero por qué lo demandan¿ ¿Cómo pueden?
     ¿No deberíamos, Nandini?
     No. No deberían ¡Muchos de ustedes han perdido el derecho a esperarlo! Otros, por supuesto, que tenían una relación diferente con sus padres. Antu, Dipu, Sanchayan, todos tenían vidas felices. Y sin embargo se unieron al movimiento ¿Cómo lo hicieron? ¿Quién puede decirlo?
     Explícate Nandini.
     Piense en Brati. Nunca pudo comunicarse con su padre. En la época en que el primer gesto tenía que venir de parte de su padre, su padre nunca intentó construir una relación con él. Brati solía decir que su padre te usa como felpudo.
     ¿Eso decía Brati?
     ¿Cómo lo sabría yo, si no?
     ¡Brati dijo eso!

     La cara de Sujata se puso colorada, luego retomó su apariencia normal. Así que Brati lo había sabido todo el tiempo. Y había intentado proteger a su madre con su amor. Una vez, cuando tenía seis años, se había encontrado a su madre llorando, en silencio, y le dijo, Ma, te compraré un sari con tigres y cazadores.

     Me contó que su padre sobornaba a clientes para que no fueran a la competencia. Era un jefe cuya muerte nadie lloraría. Con una esposa como usted, y 4 hijos criados, era muy mujeriego... le tenía puesto un pisito a una mecanógrafa. Brati le amenazó por eso una vez ¿lo sabía?
     ¿Cuando?
     En noviembre. Dos meses antes de ser asesinado.

     Por primera vez quedaba claro para Sujata por qué Brati en los últimos meses había evitado ver o hablar con Dibyanath. Y porqué Dibyanath no había pronunciado el nombre de Brati. Ni siquiera había repetido esa vieja broma: tu hijo pequeño... ¿también vive en esta casa?

     El hermano y las hermanas de Brati admiraban a su padre. Brati solía decir que no eran humanos. Su hermana mayor era ninfómana, la otra un saco de complejos, imposible de comprender, su hermano un chulo. Sólo usted... él te quería. Por eso no se había marchado de casa.
     ¿Donde hubiera ido?
     No debía seguir en casa. Supongo que si atrasaba la marcha era por usted. Pero, por fin, el 19 de enero íbamos a dejar Calcuta, él y yo y alguno más.
     ¿A dónde?
     A la base.
     ¿Brati hubiera dejado su casa?
     Si estuviera vivo lo hubiera hecho. Si Anindya no nos hubiera traicionado, lo hubiera hecho. Para Brati y los que son como él, la desconfianza empieza en casa. Luego...
     El padre de Somu no era como el de Brati...
     Para Somu y los suyos, la desconfianza comienza de otra manera. En sus momentos de rabia, Somu decía que mataría a su padre primero, por resignarse a todo sumiso. Todo el mundo se metía con él desde el pescadero al malote del barrio. Pedían cosas en su tienda y nunca las pagaban. Antu, Dipu y Sanchayan, por otro lado, respetaban a sus padres. No se puede explicarles completamente ¡Todo es tan confuso!
     ¿Qué más dijo Brati de mí?
     Muchas, muchas cosas. No todo el rato, pero de vez en cuando. Mira, Brati se iba a ir a la base el 15. Pero lo retrasó al 19. Sólo yo conocía el día, que su cumpleaños era muy importante para usted. Él no creía en ceremonias. Pero sólo por usted lo iba retrasando... Yo lo sabía, pero no se lo contaba a nadie. Pero regañaba a Brati.
     ¿Él que decía?
     Sonreía. Esa sonrisa que ponía cuando no quería responder. Luego dijo, Quizá no soy tan fuerte como tú.
     ¿Qué más decía Brati?
     Decía que eres buena persona. No entendías nada, pero él podía explicarte. No estaba resentido contigo. Cuando ganó la beca pensó durante un tiempo en tener un buen trabajo. Planeó sacarte de allí. Pero por supuesto luego dejó esa idea.

     ¿Era el amor hambriento, dependiente de Sujata responsable de la muerte de Brati? Brati se había quedado en Calcuta en ese día fatídico sólo por no hacerla daño. Si no, se habría ido a la base ¿Dónde estaba la base?

     Una larga estancia en la celda de confinamiento suponía una prueba que afilaba tu mente. Como el bisturí del cirujano en la morgue.

     Nandini dijo, No te culpes a ti sola. Sabes que le podrían haber matado en la base igualmente. Aunque si Anindya no hubiese traicionado...
     Pero uno siente...
     La traición de Anindya es lo principal. No habíamos llegado al partido como disidentes de otro partido. Eramos conversos directos. Pero Anindya había roto con su partido anterior. Llegó con instrucciones definidas. El plan original era que el grupo de Somu volviera al barrio. Pero después se cambió de idea. Esos fallos de organización eran habituales. En una organización clandestina siempre dependes de los otros. Anindya tenía que avisar al grupo de Somu que no volvieran al barrio, y luego tenía que avisar a Brati que el mensaje había llegado.
     Por eso Brati estaba esperando en casa.
     Sí. Pero Anindya no le dijo nada a Somu y su grupo. En cambio fue al barrio y se lo contó a los otros. Nunca volvió. Se fue inmediatamente de Calcuta. Se suponía que yo iba a ver a Laltu por la noche. Cuando me enteré que habían vuelto, informé a Brati. Brati no esperó más órdenes. Salió corriendo para alertar a Somu y su grupo.
     ¿Cómo... cómo te enteraste...?
     Me enteré a la mañana siguiente temprano. El hermano de Partha pudo escapar esa noche. Él me lo contó.
     Y tú...
     Me arrestaron esa misma mañana.
     ¡La misma mañana!
     Sí. Anindya traicionó a toda la unidad.
     ¿Dónde está ahora?
     ¿Quién? ¿Anindya? Anindya no está en Calcuta.
     ¿Dónde está?
     En otro estado.
     ¿Qué pasó luego?
     Yo estaba en la cárcel. En esos días pensaba...
     ¿Qué pensabas?
     Pensaba en matar a Anindya. Ya no.
     ¿Qué piensas ahora?
     No Mashima. No he cambiado. No va sólo contra Anindya, tenemos que luchar de otra forma contra todo.
     ¿De nuevo, Nandini?
     ¿Por qué no?
     Dime porqué. Si haces eso, tú también...
     No entiendes. Tú quieres con intensidad... y la cárcel, el interrogatorio, la lámpara que quema tus ojos -intentan que te vengas abajo- y tú te das cuenta. Nunca podré ser sencilla o normal otra vez, del modo que tu piensas. No sólo por Brati. Si Brati viviera, puede que nos hubiéramos casado, o no. Lo que hubiéramos hecho dependía de tantas factores. No sé que habría pasado. No te contaré el resto pero... pierdes el gusto por tantas cosas.
     ¿Querías mucho a Brati, no?
     Eso creía entonces. Todavía lo creo. Dicen que uno perdona con el tiempo. O que su rostro se desdibujará en mi recuerdo. Me da miedo cuando lo pienso.
     Lo sé.
     ¿Usted también?
     Sí.
     No sé si le olvidaré o no. No sé si se borrará de mi memoria, o no. Pero no es sólo Brati. Cuando pienso que tantos murieron ¿para qué? ¿Sabe lo que más me dolió cuando salí de la cárcel?
     ¿Qué?
     Cuando vi como todo seguía con normalidad, bonito, y había un sentimiento que los días oscuros habían pasado, que todo se había tranquilizado. Eso me rompió el corazón.
     ¿Pero no se han tranquilizado las cosas?
     ¡Para nada! chilló Nandini, dejando paralizada a Sujata.
     Nada se ha tranquilizado ¡no puede ser! No estaba tranquilo entonces, no lo está ahora. No digas que se ha enfriado la cosa. Pero si eres la madre de Brati. De todas las personas tú no puedes decir o creer que todo se ha tranquilizado ¿De dónde viene esa complacencia?
     ¿No ha cambiado nada? No, nada lo ha hecho ¿Por qué murieron? ¿Qué ha cambiado? ¿Son todas las personas felices ahora? ¿Han terminado los juegos políticos? ¿Es mejor el mundo?
     No.
     Miles de jóvenes siguen languideciendo en prisión sin juicio ¿Y tú puedes decir que está tranquilo ahora?

     Nandini no paraba de menear la cabeza. Luego dijo, Eso es lo que la gente intenta decirme. Me dice mi madre ¿cómo ya no harás otra cosa, por qué no te casas y formas una familia?
     ¿Tienes...?
     Por razones médicas. Si no, no me habrían dejado salir. No quería morir. Si no me hubieran sacado, no hubiera conseguido el tratamiento médico que necesitaba. Incluso ahora estoy internada.
     ¿Cuál es el tratamiento?
     ¡Oh! no lo ha adivinado.  Mis nervios ópticos se dañaron de la exposición al brillo de la lámpara durante 48, 72 horas sin parar. He perdido la vista totalmente del ojo derecho. Pero no se me nota.
     Yo no me he enterado.
     Pues he perdido un ojo.
     ¿Qué harás ahora?
     No sé. Sé que necesito un tratamiento de la vista. Pero no sé que más haré. También sé que no me casaré con Sandip por complacer a mi madre.
     ¿Quién es Sandip?
     Un chico con un buen trabajo. Quizá quede moderno casarse con mujeres como nosotras ¡tan moderno como el tipo de poesía que escribe Dhiman Roy sobre nosotras! Porque no tengo ni idea de otra razón por la que quiera casarse conmigo.
     ¿Qué harás Nandini?
     Se lo he dicho, no tengo ni idea. Sigo molesta y confusa por tantos motivos. Todo es tan extraño, tan irreal. No me identifico con nada. Las experiencias de los últimos años han hecho que no esté preparada para la llamada normalidad. Todo lo que se ve normal, me parece anormal ¿Puede decirme que debo hacer?
     No puedo.
     Casi ningún amigo queda vivo. Todo lo que quiero contar, la gente de la que quiero hablar, todo lo que llena mi mente, no pudo contárselo a nadie. No hay nadie con quien pueda hablar.
     ¿Tienes a tu padres en casa, tu familia?
     Sí. Esta no es mi casa. Es de un pariente. Mis padres no viven en Calcuta.
     Si te vas con ellos...
     Para ellos también soy un problema, lo sé. No sé qué hacer. Un día podría oír...
     ¿Qué?
     Nandini sonrió. Una sonrisa brillante. resplandeciente. Dijo, Puedes enterarte que me han arrestado de nuevo. Quién sabe.

     Sujata esperó. El tiempo se acababa. Oscurecía. Las noches en invierno llegan pronto. Era hora de volver a casa, pero sus pies no la obedecían.

     ¿No debería marcharse?
     Sí.
     No nos volveremos a ver.
     ¿Te vas fuera?
     No, me quedo aquí ¿Pero que sentido tiene vernos?

     Sujata meneó la cabeza. Sabía que no tenía sentido. Porque sus vidas iban en paralelo, sin punto en común.

     ¿Puedo darte algo?
     ¿El qué?
     Esto es para que te lo quedes.
     Era una foto de Brati que siempre llevaba en el bolsa.
     Nandini cogió el retrato. Lo puso en el alféizar. Dijo, No tengo ninguno. Tuve uno
     Yo tengo más. Este es de la facultad.
     Lo sé. Lo hizo Anindya.
     Me tengo que ir ya, Nandini. Cuídate. Por favor ponte en contacto si necesitas algo, lo que sea.
     Lo haré.

     Sonrió mientras lo decía. Pero Sujata sabía que Nandini nunca la llamaría. Nandini también. Volverían a ser desconocidas. Pero el mundo de Sujata ya no sería el mismo. Porqué Brati se había ido esa noche en su camisa azul, como se había convertido en un número, el 1084 -todo el día Sujata había estado encontrando piezas de la explicación. Pasaría el resto de su vida acoplándolas.

     Te acompaño, no hay luz fuera.

     Nandini tanteó el camino hasta la puerta. Al mirarla, Sujata pensó que quizá tenía los dos ojos afectados.

     ¿Sales?
     No, no me dejan. Arresto domiciliario. Además no puedo hacerlo por mí misma.
     Bueno, tranquila.

Sujata acarició su cara, su frente. Tenía ganas de apretarla y acunarla suavemente. Como apretaba a Brati, sentía la necesidad de abrazar a Nandini. Un deseo normal, vivo, hambriento. El mismo deseo que había hecho a la madre de Somu gritar en el crematorio ¡Dejadme abrazarle! Me tranquilizaré cuando le haya abrazado contra mi pecho, lo prometo. No gritaré más.

     Brati y yo caminamos una vez hasta su casa, ocupados en hablar. Brati me había prometido que te conocería un día. Eso fue hace mucho.
     Sujata movió la cabeza, No hace tanto, Nandini.

     Sólo 4 años o así si echamos cuentas. Pero contando diferente, ahora está muy atrás en el pasado. Incontables años luz han pasado desde aquellos días normales cuando, al final del día, uno podía ir a visitar a la madre de Brati.

     Sujata dijo adiós con suavidad. Nandini no dijo una palabra. Se dio la vuelta, se apoyó en la pared sucia y mugrienta. Lentamente volvió caminando. Cada paso le alejaba de Sujata. Sujata salió a las calles de Calcuta de nuevo.

Noche

Las noches de invierno llegan temprano. Por eso ya estaba oscuro. Las habitaciones encendidas en casa de Sujata brillaban más en la oscuridad. Los últimos días, al volver del banco, Sujata había estado limpiando los cristales con agua y jabón. Por eso las ventanas tenían esos destellos. Había llovido unos días antes, incluso había chispeado el día anterior. Las lluvias habían traído insectos alados, golpeando sus alas contra los cristales, revoloteando en torno a la farola. Estas cosas ocurren, siempre lo han hecho. Pero todo lo normal ahora es raro para Nandini, y ya siempre lo sería. Nandini tenía un chal sobre los hombros. A Brati le encantaba envolverse en un chal viejo y cutre en invierno.

     Dibyanath debía haber estado paseando a un lado y otro de la puerta durante un buen rato, porque cuando apareció Sujata dejó los modales suaves y considerados que había mantenido durante 2 años, y se arrancó con su antiguo tono chillón -¡Así que has vuelto! ¡Maravilloso!

     Sujata no respondió. Estaba intentando calcular cuando se había enfrentado Brati a Dibyanath por lo de la mecanógrafa. Sí -fue a partir de ahí que Brati empezó a contribuir con el dinero de su beca a los gastos de la casa. Sólo ahora Sujata sabía por qué Brati no se había marchado de casa entonces. Se había quedado sólo por el bien de ella ¿Brati, por qué no me lo contaste todo? ¡Tu amor por mí había cambiado tanto! Era más como el de un padre por su hija pequeña.

     Sujata cruzó el pasillo y entró despacio en el salón. Flores en todos los jarrones. Luces muy brillantes. Las rosas rojo oscuro. Ah, esos que se habían comprometido con las flores rojas y las luces brillantes habían cambiado su lealtad hace mucho. Pero las rosas seguían tan rojas como siempre -¡Traición! Las rosas y las luces también habían traicionado a Nandini y a Brati.  Sujata sacudió la cabeza.

     La mesa grande había sido arrastrada hasta el porche de abajo. En sus días de escuela, a menudo, en un día lluvioso, Brati sacaba la mesa para jugar al ping pong con sus compañeros. Una vez hicieron una ceremonia por el cumpleaños de Tagore en el porche. Bablu, uno de los amigos de Brati, era muy precoz. De niño había escrito que Tagore era tan pobre que había dejado sus estudios al acabar la primaria y había mantenido a su familia con la venta de sus poemas. Brati recitó el poema de Tagore "El joven héroe". Años luz habían pasado desde entonces.

     Un mantel blanco como la leche sobre la mesa. Una de las patas tenía las marcas que había dejado Brati pateándola con sus botas. Tenedores, cucharas, servilletas, vasos de vino, vasos de agua, platos y tazas de café, todo estaba bien colocado sobre la mesa. No había huella de Brati en esto, en nada de esto. En la casa donde Brati había crecido era muy difícil encontrar rastros de él en ningún lugar. Sujata notó las tazas, flores de cerezo rojas y doradas sobre fondo negro. Eran de Neepa. Así que debía haber llegado.

     Entró al comedor. En la mesa había cajas de sandesh (*19), rasgulas (*19) en boles de arcilla, yogur. Las cajas de comida llevaban el nombre del restaurante de donde venían -Waldorf y Sabir. La comida de hoy se había encargado fuera. En la mesa auxiliar había salseritas, vinagre, mostaza, sal, pimienta y ensalada. Bini había cortado las guindillas en rodajas y las había cubierto de vinagre en un bol de cristal.

     ¡Hem!

     Hem vino corriendo.

     Un vaso de agua de limón, por favor.

     Hem marchó y entró Dibyanath.

     Dibyantah tenía apariencia madura, carnal y rolliza. Por primera vez Sujata se dio cuenta que había algo feo y de mal gusto en llevar el pelo tan corto y la cara con brillo de crema. Pensó que le había llegado el día a Dibyanath de dejar los kurtas bordados y chales caros que se ponía en ocasiones especiales. Estrenaba zapatos. Hasta el traje que llevaba era caro, Sujata lo sabía.

     ¿En qué estabas pensando? ¿No sabes que hoy tenemos 50 invitados?
     Claro que lo sé.
     ¿Cuál es la idea, entonces?
     Todo está controlado. Neepa ya está aquí. Tú estabas en casa. Si todo está organizado, déjate de berrinches.
     ¿Berrinches? ¿Sabes lo que estás diciendo?
     Si... tú... no te vas... de esta habitación... ya, yo...me voy... de esta casa... para nunca volver.

     Sujata habló cortante, marcando las pausas. Odia, detesta a ese hombre. Dibyanath y la mecanógrafa. Dibyanath y una prima lejana. Dibyantah y la mujer de su primo.
     Para Dibyanath fue una bofetada en plena cara. En 34 años de matrimonio Sujata jamás le había hablado en ese tono.

     ¿No tengo derecho a preguntarte dónde has estado todo el día?
     No.
     ¿Qué?
     Hace 2 años, durante 32 años, nunca te he preguntado dónde pasas tú la tarde-noche, o quién te acompaña en tus viajes en los últimos 10 años, o por qué le pagas el alquiler del piso a tu ex-mecanógrafa. Nunca me vas a preguntar nada. Jamás.
     ¡Dios!
     Cuando era más joven no comprendía. Luego tu madre tapaba tus pecados -sí, pecados- y no me sentía como para airear el asunto. Luego no quería saber. Pero nunca he pasado mi tiempo, como tú, escondiéndote, escabulléndote de tu casa, de tu familia, como has hecho toda la vida ¿Quieres que siga?
     Tú... hoy...
     Sí ¿por qué no? ¿Por qué no hoy? Sal de aquí.
     ¿Quién? ¿Yo?
     Sí. Que salgas.

     Sus palabras sonaron como un latigazo. Dibyanath salió manso, secándose el cogote.

     Sujata no se quedaría más allá de esta noche. No se quedaría en una casa donde Brati ya no estaba. ¡Si hubiera sido fuerte para sacar la verdad y retar a Dibyanath mientras Brati vivía! ¡Y haberse ido de la casa para siempre con Brati! Aunque no hubiera cambiado el rumbo de los acontecimientos. Pero se hubiera acercado un poco a Brati. Y Brati hubiera muerto sabiendo que ella no era tan sumisa y resignada. Ahora Brati nunca lo sabría.

     Hem vino con el helado. Sujata se lo zampó. Dijo, Pon agua a calentar, Hem. Me voy a bañar. No subas el agua. Nathu debe andar por aquí.
     Nathu ha ido a por hielo, aquí cerca.
     ¿No había hielo en la nevera?
     No. El técnico ha venido. Dijo que algo falla en la nevera. Valdría 60 rupias arreglarla y llevará tiempo.
     Olvida lo del agua caliente, entonces.
     Tome su baño después.
     Puede que luego.
     ¿Ha comido algo durante el día?
     No me apetecía.
     ¿Subirá ahora?
     Sí.
     ¿Quiere comer algo?
     No ¿Cuando ha llegado Neepa?
     Por la mañana. Ha almorzado aquí.
     ¿Ha venido con su hija?
     No. Tenía función en el colegio.
     ¿Quién ha arreglado las habitaciones?
     Bini.
     ¿Quién ha sacado la loza?
     Tuli, ella sola. Me reprendió después de que usted se fuera. Dijo que no sirvo para nada, que sólo estoy sentada y comiendo todo el rato, que la gorroneo a usted en nombre de Brati.
     ¿Por qué te ha regañado?
     El agua de su baño estaba demasiado caliente. Me había pedido que le moliera algo para ponerse en la cara y se me había olvidado molerlo.
     ¿Y después?
     Luego ella empezó a limpiar los cuartos. Bini dijo, ¿por qué no me lo pediste? ¿no puedes dejar que lo haga otra persona, al menos hoy? Entonces se pelearon, las dos, pero no me enteré de nada porque hablaban en inglés.
     ¿Por qué estabas escuchando a escondidas?
     ¡Qué cosas dice! ¡Yo, escuchando a escondidas! Gritaban y chillaban tan alto que se les escuchaba desde la calle.
     ¿Entonces?
     Entonces Tuli le debe haber llamado a Neepa. Porque se presento aquí y convenció a Bini, y entonces Bini acabó las habitaciones. Luego se dieron juntas un atracón mientras charlaban. Ya no estaban enfadadas. Luego salieron juntas a arreglarse el pelo. Volvieron riendo.
     ¿No ha venido la amiga de Tuli a arreglarse el pelo?
     No.
     Vale, puedes irte ya.

     Hem salió de la sala. Sujata la siguió. Empezó a subir las escaleras, agarrada a la barandilla. El dolor se acentuaba. Tuvo grandes dolores el día antes de dar a luz a Brati. ¿Por qué no se acordaba de los partos anteriores? ¿Por qué sólo se acordaba del nacimiento de Brati? ¿Era porque Brati siempre quedaría en su corazón con un dolor amargo?  Brati se paró ese día aquí al pie de las escaleras... su estómago se contrajo de dolor. Había planeado operarse tras la boda de Tuli. Ahora sabía que tendría que ser antes. Sería un descanso si el resto del día pasaba con fluidez. Al día siguiente se ocuparía.

     No quería que el enlace de Tuli fuera este día. Pero nadie se molestó en pedir su opinión. El gurú de la madre de Tony Kapadia vivía en América. Él había fijado la fecha. Tony nunca contradecía a su madre. Ella financiaba su negocio.

     Dibyanath estaba contento. Tony estaba tan apegado a su madre como él. A lo que dijera su madre, él decía siempre sí. Aunque no fuera un hijo de mamá, era una buena elección para Dibyanath. Fue Tony quien consiguió para Dibyanath el contrato con Shaw and Benson. Dibyanath sentía debilidad por Tony. Tuli también era su favorita. Todo en Tuli, sus facciones, su naturaleza, le recordaba a su madre.

     Tuli fue la primera de la familia en enterarse de lo de su querida, la mecanógrafa. Pero lo mantuvo en secreto. No sintió rechazo o disgusto por Dibyanath. De hecho, fue Sujata quién sintió asco por la audacia de una mujer que era capaz de llamar a Dibyanath a su casa y dejar un mensaje -Dígale que iré al mercado esta noche. Era Tuli quien cogía el mensaje. Debe ser que Dibyanath le había dicho a la mujer que sólo dejase mensajes con Tuli.

     Tuli siempre pasaba los mensajes a Dibyanath. De hecho se había vuelto muy posesiva con su padre por entonces. Ella le supervisaba la ropa que se ponía para salir por la noche. Sólo Tuli sabía que Dibyanath quedaba con su novia los lunes, miércoles y viernes. Ella subía religiosamente por la noche con su sopa y ensalada de pollo cuando él volvía de pasar la tarde con su querida. Tenía un extraño sentimiento de gratificación y orgullo haciendo esto. Como su abuela. Idealizaba a su padre como modelo de hombre viril, y proclamaba que de casarse, había que casarse con alguien como él. Solía decir, Mi hermano es un cobarde, está atado al cinturón del delantal de su mujer.

      Jyoti se había enterado de la infidelidad de Dibyanath por algún amigo de su familia política. Hubo un lío en la casa por eso. Tuli fue quien dijo, Dada, es fácil condenar a Baba. Pero la gente que busca ese escape es que tiene algo triste en su vida. Como Baba.

     Thakuma (*20) solía decirnos que su marido no pasaba ni un noche en casa ¿era mi abuelo menos persona por eso?

     Brati no dijo nada. No solía comer en la misma mesa que Tuli. Nunca decía una palabra cuando estaba por allí Tuli. Ahora parecía que Brati ya conocía la historia. Debió pensar que si Sujata, que era la primera que tenía que protestar, no decía nada ¿qué iba a decir él? Pero algo sacudió su fidelidad ¿si no, por qué había decidido marcharse de casa? Ahora Sujata no tenía oportunidad de explicarle por qué no había protestado. Brati nunca sabría que Sujata había aguantado la indignidad por su bien, para que pudiera terminar sus estudios y tener un trabajo. Había hecho planes de irse de casa con Brati, cuando Brati estuviera asentado ¿Habría cambiado Brati su camino si hubiera conocido sus planes? No, eso lo sabía, y por eso era su hijo favorito. Ya de pequeño Brati era consciente de la intensad soledad de Sujata y la consolaba -Ma, te voy a llevar a una casa de cristal cuando crezca, Una casa hecha de espejos mágico, donde tú puedas ver a todos pero nadie pueda verte.

     Por eso cuando estaba en bachillerato y le pidieron hacer una redacción sobre "Mi persona favorita", había escrito sobre su madre. Ese era Brati. El Brati que se asustaba cuando veía sangre cuando se cortaba un dedo, y al mismo tiempo aguantaba el dolor apretando los labios. Sujata tenía muchas ganas de acariciar el rostro de Brati con sus dedos. Quería cerrar los ojos y sentir en sus yemas la curva de su nariz, la cicatriz de la ceja, las líneas de su cara por última vez, pero no había una parte de su cara que no estuviera mutilada. No fue suficiente matarle. Era una parte inevitable del proceso prolongar el asesinato y ver con un gozo demoníaco la agonía de la muerte en el hombre que estaba muriendo.

     Uno podía matar y no ser castigado porque los asesinos se las saben todas ¿Puede una sociedad estar en situación más terrible? ¿Por qué nadie identifica a los que introducen a los jóvenes en el arte de asesinar? ¿Cómo puede seguir sin castigo? ¿Por qué todo continua siendo tan desconcertante?

     ¿Siguen activos hoy, con todo ese poder todavía? Nandini había dicho que nada estaba tranquilo. Sujata había oído como funciona el proceso. Primero los asesinos les ponían un cebo. Luego los torturaban. Agujas bajo las uñas, lámparas de 1000 vatios en los ojos, genitales aplastados. Sin embargo jóvenes como Brati se negaban a rendirse, continuaban rehusando. Iban de J.C. a P.C. de custodia en la cárcel a custodia policial. Luego se cerraba su informe. Punto final. La madre de Ajoy Dutt dijo, Ahora podéis cerrar el informe de Habul Dutt también. Habul era su mote. Le dijeron a la hermana de Sanjibani, ¿quieres una foto para mostrarle a tu madre? Ven dentro de un mes. Hay 72 disparos en el carrete. Tu hermano fue el número 30. Terminaremos el carrete en un mes. Lo revelaremos entonces y sacaremos copias.

     Sujata subió las escaleras, agarrada al pasamanos. De pequeño Brati solía deslizarse por el pasamanos. Hem le perseguía con un vaso de leche y él bajaba deslizándose. Este pilla-pilla entre ambos duraba un rato. Una vez crecido, Brati subía y bajaba estas escaleras varias veces al día, sin embargo en la casa no había ni huella de Brati; pero Brati seguía presente en las rosas rojas de los puestos callejeros, en las guirnaldas, en las luces callejeras, en la risa de las personas, en la cara de la madre de Somu, en las ojeras oscuras bajo los ojos de Nandini -¿Dónde le buscaba Sujata? Estaba muy cansada, lista para dejarse caer. ¿Seguiría buscando, buscando y buscando porque él estaba presente en tantos lugares, en tantas cosas?

     Entró en el cuarto de Tuli.

     Tuli y Neepa vestían el mismo sari y chal de Benarés azul marino. Era el regalo de Dibyanath a sus dos hijas y a Bini, por este día especial. 3 saris y 3 chales le debían haber costado más de 900 rupias. Con 900 rupias gente como la madre de Somu sentiría un gran alivio.

     Tuli y Neepa se volvieron hacia ella. EL espejo reflejaba a las 3. Sujata miró su sari arrugado, su cara exhausta, su pelo gris desaliñado. Tuli y Neepa vestían finamente y estaban guapas. Sus caras deberían mostrar satisfacción, pero en sus caras había líneas profundas de descontento y mal humor.

     Tuli, tus joyas.

     Sujata desabrochó el bolso y dejó caer las alhajas sobre la cama. Algunas piezas las devolvió al bolso.

     ¿Por qué las quitas?
     Te he dado lo mismo que a Neepa y Bini.
     ¿Ves, Didi? ¿No te dije?
     Neepa habló en un tono suave, persuasivo, sacrificado, Puedes darle todas a Tuli, Ma. Te prometo que no las reclamaré.
     ¿Por qué tienes tú que reclamar nada?
     También le diste a Bini.
     Si Brati viviera, se las daría a su mujer. Una de estas es para Suman, la otra es para tu hija.
     ¿Y el resto?
     Ya lo decidiré.
     Tuli resopló envenenada -¡Qué extraño! Tú sabes cuanto me gustan las joyas antiguas. Y sabes que Tony planea copiar estas joyas para exportarlas.
     Lo dijiste, te escuché. Pero he cambiado de opinión.
     ¿Pero por qué?
     Por que sí. Ya he regalado las joyas de tus abuelos. Estas eran de mi padre y me las quedo.
     ¡Qué bien pensado!
     He decidido dárselas a otros.
     ¿Tienes que hacerlo?
     No tienes que darme estas.
     Si no las quieres las tiras. No quiero hablar más contigo, Tuli, al menos por hoy. Por favor no grites. Ya has chillado suficiente esta mañana.
     ¿Quién se ha chivado, Hem?
     Sí, y mientras estés en esta casa, te aviso, no le digas nada malo a Hem. Yo le pago a Hem, no tu padre. Hem crió a Brati. Mientras ella esté aquí, trátala bien, nada de groserías, nunca. Hoy es el aniversario de Brati, y sabes que Hem llora todo el día, y encima tienes que ser desagradable con ella. Tu comportamiento no tiene perdón.
     ¡Hoy! ¿Si hoy es tan importante para ti, cómo has estado fuera todo el día?
     No tuviste en cuenta mis sentimientos cuando fijaste la fecha. Elegiste el día para complacer a la madre de Tony. Si he venido a casa hoy ya es más que suficiente para ti.
     Neepa dijo, Podías haber pensado en mí. Pocas veces vengo a pasar el día contigo.
     Sujata sonrió y dijo, ¿Cuántos días al año piensas en mí? A menudo pasas por esta calle. Amit está de viaje la mayoría del tiempo, y tú siempre estás yendo de un lado a otro. Jyoti tuvo el tifus, fue el cumpleaños de Suman ¡y no tuviste tiempo para venir! No te culpo, por que así van las cosas. ¿Pero por qué esperas que me quede en casa a esperarte?
     Tu...
     Ni una palabra más, Tuli. Tengo que arreglarme.

     Sujata fue a su dormitorio y abrió el armario. Cada nervio de su cuerpo gritaba, ¡No-no-no! Pero tenía que dar el tipo esa tarde. Era obligatorio. Su celda de confinamiento. Sujata les había hecho saber a cada uno que podían seguir sus caminos, pero ella cumpliría el deber. Ella se había sentenciado a prisión. ¿Cómo podía escaparse de las rejas que ella misma había creado? Eligió un sari de Dhaka con el borde negro, con flores de tela blanca, y una blusa blanca.

     Cerró el armario y se metió al baño.

     Cerró la puerta a sus espaldas, abrió la ducha y se sentó en el suelo. Estaba fría pero no la sentía por el dolor. El agua fría la calmó. El agua estaba muy fría. Casi helada. La sangre deja de fluir cuando un cadáver recién muerto y lleno de manchas de sangre se coloca sobre una barra de hielo. Agua fría. Fría. Pero ningún frío se podía comparar con el de los dedos de Brati, frente, pecho y manos. Ella había estado todo el día con Brati hoy. Sus manos estaban tan frías, frías como el hielo, sus párpados, sus pestañas oscuras, espesas daban sombra a sus ojos medio cerrados, la piel blanca bronceada, el pelo chorreando agua fría. Fría, fría, helada, helada, hielo, hielo, había estado todo el día con Brati. La noche en el crematorio, Brati custodiado por la policía. El crematorio iluminado. Sus paredes cubiertas de garabatos. Nombre tras nombre. Nombres, nombres, nombres, nombres. La puerta metálica del crematorio eléctrico se cerró de golpe. Brati. Brati estaba siendo achicharrado con calor eléctrico. Había estado con Brati todo el día. Juntó las cenizas, recogió el ombligo, lo cubrió con tierra, debe ser tirado al Ganges. Había estado con Brati todo el día.

     Cerró la ducha. Siguió arreglándose mecánicamente. Sus nervios, venas, corazón, sangre, gritaban, ¡No-no-no! Secó su cuerpo, su pelo. Tiró la toalla. Empolvó su cuerpo. Se vistió. Se hizo una coleta con su pelo húmedo.

     Brati solía preguntar, Ma, ¿cómo puedes seguir con tu rutina?

     Pero así le habían entrenado desde pequeña, a cumplir el deber eternamente.

     Así la habían entrenado. Y se autocontrolaba estrictamente. Pero ahora todo, todo parece un despilfarro. Se había echado a perder ¿Había sido buena para alguien? ¿Dibyanath? ¿Neepa? ¿Tuli? Nadie.

     Abrió la puerta del baño y salió. En el dormitorio se miró en el espejo. Sombras profundas bajo los ojos. No pasa nada. Bajo los ojos casi ciegos de Nandini había sombras muy oscuras, como las sombras perennes en las faldas de las montañas.

     Sujata nunca visitaría a Nandini de nuevo, ni iría a casa de la madre de Somu. ¿Dónde iría a buscar a Brati? ¿O dejaría, ella también, de buscarle algún día?

     Cuando acabó el funeral, Dibyanath lloró delante de sus otros hijos y dijo, Mirad a vuestra madre. Tiene secos los ojos. Mujer antinatural.

     Ese día no le quedaban lágrimas que derramar.

     ¿Era posible que un día Sujata pudiera sentarse al lado de alguien y gritar, pronunciando el nombre de Brati?

     Sólo pensarlo le paralizaba. Le dio un escalofrío. ¿Sería así que Brati moriría al fin? ¿No seguía vivo, encerrado en su pena inconsolable? Todo seguía sin estar tranquilo, los muros de las cárceles se hacían más altos, nuevas torres vigía se levantaban. Las cancelas de las cárceles no se abrían de par en par para recibir prisioneros. Las furgonetas venían por las noches. Se comunicaban por radio. Había grúas que bajaban para agarrar a los presos con garras de acero y los acarreaban para dejarlos caer dentro del recinto. Calcuta toda excitada por el ashtami, el 2º día de los Pujas (*21) ¡Fuego! Un coche negro ¡Fuego! Un intento de fuga ¡Fuego! Puedes cerrar el informe de Habul Dutt ¡Fuego! Informe cerrado. Una procesión funeral escoltada fuertemente por la policía. Les seguían personas de luto, sus caras lúgubres de rabia y determinación. Caras jóvenes, todas ¿Cómo podía Sujata aligerar su pena por Brati y reducirla a un mero tópico?

     Llevaba un sari blanco. Se puso las chanclas. Bebió agua. Una llamada a la puerta. Bini se asomó por la puerta.

     Con el mismo estilo de peinado que Neepa y Tuli, el mismo sari y chal. Querían ser iguales. Nunca querían ser ellas mismas. Y eso es lo que supone que es la moda.

     Ma, ¿estás preparada?
     Sí ¿Qué hace Suman?
     Está con su niñera. Se va ya a la cama.
     Venga. Bajemos.

     Sujata apagó las luces. Salió de la habitación. Sus nervios, fuerzas, corazón, gritaban No-no-no pero bajó las escaleras. Hacer lo que uno odia hacer es el deber. ¿Había dentro de ella un sentido del orgullo por ser tan responsable? Una vez, en el cumpleaños de la hija de Neepa, Brati le dijo que sería más importante para ella visitas al oculista.

     Neepa se sentirá decepcionada.
     No, Ma, no lo estará.

     Sujata se quedó callada.

     La decepción de Didi es convencional. Pero bien sabes, Ma, que su felicidad o infelicidad no depende lo más mínimo de lo que nosotros hagamos. ¿Así que por qué no vas al oculista?

     Brati sabía tanto, lo sabía todo. Por eso podía rechazar a cualquiera de la familia con facilidad. Al final él se fue. Luego volvió. Venga, vamos al oculista.
     ¿Vienes conmigo?
     Sí. Vamos.

     Brati sabía que estresaría a Sujata ir al oculista con atropina en los ojos, por eso prefirió acompañarla. A la vuelta la dejó en casa de Neepa.

     ¿No entras Brati?

     Brati sólo sonrió. No dijo nada. Llevaba un dhoti (*22) y camisa aquel día. Normalmente llevaba pantalones pero le gustaba ponerse un dhoti de vez en cuando. Incluso después de cambiar tanto, pensaba en cosas que nadie pensaba. Después de ser asesinado Brati, Sujata volvió muy tarde de Kantapukur.

     Había ido con la esperanza que la policía le devolviese el cadáver de Brati como era habitual. Pero no le sorprendió cuando le dijeron que no, que nunca le devolverían el cuerpo. En ese punto nada la podía sorprender. Había vuelto. Y cuando oyó las noticias fue corriendo allá otra vez. Gracias a las peticiones y el tirar de los hilos de Dibyanath, su autopsia había salido rápido. En ese momento el cirujano del depósito untaba el cuerpo de formalina y abría el cuerpo y lo volvía a coser - a toda velocidad. Tenía que darse prisa. Porque todo el día no paraban de llegar furgonetas a la morgue.

     Sujata había vuelto a casa hacia el mediodía. Iría al crematorio y esperaría allí el cadáver de Brati. En casa se había encontrado con el resto de miembros de la familia callados, aturdidos, muy molestos por no saber como explicar la muerte de Brati a los demás; de repente, como la madre de Somu, Hem se vino abajo mostrando su aflicción, llorando sin vergüenza, dando cabezazos contra la pared, lamentándose, Te pasaron a mis brazos cuando tenías 7 días. todos dijeron que no sobrevivirías ¿Dónde le habéis dejado hoy? Dijo, No hay nadie ahora que se preocupe de traerme mi medicina de la gota porque estará preocupado por sí mismo ¿Quién me parará por la calle cuando venga de la tienda de racionamiento cuando llevo mi asignación semanal, y me dirá -Cómo puedes caminar con tanto peso? ¡Ya no está ahí para llamar un rickshaw y ayudarme a subir!

Aquella noche, cuando todo acabó y Sujata volvió a casa ¿Quién fue el que se sentó con la cabeza de Sujata en su regazo? Hem, sólo Hem. Brati estaba pendiente de Hem todo el tiempo. Pero aún así Dibyanath siempre le describía como un hijo sin sentimientos.

     Sujata se moría por decirle a Brati -Hoy no puedo soportar el bajar las escaleras, Brati. Añoraba decir -Siempre me dijiste lo difícil que es ser uno mismo ¡Brati, si al menos hoy pudiera ser yo misma y seguir a mi corazón!

     Pero si siempre hubiera seguido el dictado del corazón, Brati no hubiera nacido nunca. De piel clara, delicado, de pelo sedoso, no se afeitó el pelo del cuerpo ni para la ceremonia del hilo, por lo que hubo que pagar un extra al sacerdote. De niño cuando cruzaba la calle se agarraba fuerte al dedo de Sujata. Ese era Brati.

     Meneó la cabeza. El salón estaba a su frente. Rumor de charla y risas ¿La tierra pertenecía sólo a los muertos? ¿Los muertos que comen, pelean y viven la histeria del deseo y el orgullo?

     ¿Los muertos que ya no podían reclamar respeto?  ¿Los muertos que sentían amor? ¿Los muertos que, por eso, Brati no podía querer? Brati añoraba respetar, amar y ser amado.

     Él seguía queriendo esto porque todo no se había tranquilizado. Los tiempos seguían inquietos, con disturbios, apenados, agonizantes, rebeldes y turbulentos.

     Sujata apartó la cortina y entró.

     La señora Kapadia hablaba de su gurú. Un poco más allá, Neepa con un whisky en la mano, jugaba al escondite riendo, mientras Balai Dutt, el primo de su marido, la perseguía con un trozo de carne pinchado en un tenedor, intentando ponérselo en la boca.

     Nargis, la hermana de Tony, con un top ceñidísimo y pantalones de lana y nailon de color azafrán, bailaba y hablaba con alguien por encima del hombro. Nargis era devota del gurú. Se había propuesto difundir las enseñanzas del Swami por toda India. Tenía una bebida de limón. era alcohólica y estaba internada en una clínica, sólo le dejaban salir en ocasiones especiales. Pero nunca se olvidaba de vestir el color sagrado [hindú] el naranja azafrán.

     No se veía a Bini por ningún lado. Tuli reía a carcajadas, estaba en el centro de un grupo con Amit, el marido de Neepa, Tony y sus amigos. Inclinó la mejilla. Tony la besó. Brilló un flash.

     La señora Kapadia sujetaba un whisky doble en su mano. Sujata estaba en el grupo que la escuchaba. Sujata sonreía con educación. Su cerebro no respondía. Su cuerpo estaba cansado.

     Cuando vi al Swami, o sea, no os lo vais a creer, pero algo en mí se encendió. Luego vi el halo detrás de su cabeza. Como una lámpara encendida. La luz brillaba y brillaba como mil soles.

     Habían llevado a Kush a la habitación insonorizada, atado e inmovilizado. Una lámpara de 2000 vatios le enfocaba la cara, quemaba y quemaba. Le habían arrancado todas las uñas. Empezaron a clavarle agujas por donde pasan los nervios. Sin parar durante 48 horas, entonces dijeron, Eres libre. Le sacaron y llevaron a casa. Le tiraron delante de la casa y le dispararon. Tenía los glóbulos oculares derretidos del calor.

     Pero la vista de la señora Kapadia no había sufrido delante de 1000 soles. Sólo había descubierto una forma nueva de ver las cosas.

     El Swami volaba en su propio avión. Me miró y dijo, Ven a mí. Reúnete conmigo en Miami. Piensa en eso, cariño ¿cómo sabía que yo iba a ir a Miami? Él dijo, Eres la niña del libro que llevas ¿Sabes qué libro era, querido? Chica negra buscando a dios. Yo era negra, querido. Mi alma era negra. Encontré mi dios ¡Y se hizo la luz! En ambos sentidos, luminosa y ligera.

     Algo estaba muerto dentro de Nandini. Uno pesa mucho después de morir. La mano de Brati pesaba mucho. Los sentimientos muertos quizá se vuelven tan pesados como los cuerpos ¿Arrastraba Nandini los pies por el peso muerto de las emociones muertas dentro de ella? Nunca sería una mujer normal, una esposa, una madre. Aquellas que habían amado con locura las luces de la calle, los seres humanos, cada partícula de polvo, eran negadas la maternidad para siempre. Mujeres que no aguantaban a los niños, que iban de hombre en hombre, de vaso en vaso de licor, riendo, eran elegidas para traer niños al mundo, a una vida vacía de amor y afecto ¡Qué pérdida!

     Y el Swami fue mi maestro desde ese preciso instante. No sólo mío. Un día todo el mundo será su discípulo. Como Vivekananda. América le ha descubierto como un día descubrió a Vivekananda. Ahora India le conocerá.

     Jishu Mitter miraba a la señora Kapadia con la boca abierta. Le pidió a Sujata, Por favor preséntamela. Hazlo, por favor. Me muero por conocerla. Por favor.
     Señora Kapadia, le presento a nuestro amigo Jishu Mitter.
     ¡Encantado!
     Molly Mitter, la mujer de Jishu, susurró a Sujata, Ella piensa que no hablas inglés. Por ti habla en bengalí ¡Qué bueno! ¿Te has fijado en lo que lleva puesto? ¡Perra insoportable! ¡Restregándonos sus diamantes! ¡A mí!
     La señora Kapadia oyó lo de diamantes. Volvió sus ojos brillantes y sonrientes hacia Molly y dijo, Llevar diamantes es obligatorio. El Swami dice que los diamantes son un símbolo de la pureza del alma.
     ¡Que bonito!
     Pero no te he perdonado, querida.
     ¿Por qué?
     No dejaste que mi golden retriever ganara el premio en el concurso de perros.
     Yo no. Fue mi rover.
     Sí. Me enfadé tanto ¡Pero cuando vi tu perro!
     Se volvió a Sujata y dijo, No me creerás, querida, pero algo dentro de mí se volvió loco de envidia.
     Jishu Mitter dijo, Cuéntenos cosas del Swami.
     Es el mismísimo dios. Es todopoderoso. Quiere que en India haya pobres, para que sepamos lo que es sufrir. Cuando él quiera, todo el mundo será rico.
     ¿En serio?
     Por supuesto, cuando le conté lo de la boda de Tuli y Tony, se puso a meditar. Cuando acabó, la chica es muy, muy infeliz. Hay una sombra diabólica sobre su casa.
     ¿Eso dijo?
     Sí. Prometió darles unas flores cuando vayan a los Estados [Unidos]. Tienen que plantarlas en su casa.
     Molly Mitter de repente se volvió a Sujata y dijo, ¿Cómo te puedes convertir, Sujata? ¿No tienes tu propio maestro?
     ¿Convertir?
     Bueno, el señor Chaterjee nos dijo que toda la familia se iba a convertir a la fe del Swami.
     No sé nada de eso.
     Si ya tienes un gurú ¿puedes cambiar de gurú?
     No tengo maestro, Molly.
     ¿Pero no fueron una vez Ronu y Brati a ver a tu gurú, cuando todavía iban al colegio? ¿Para saber cómo les había ido en los exámenes?
     Era el sacerdote de mi suegra. El que le miraba el horóscopo.

     Lakshmishwar Mishra. También le hizo la carta astral a Brati. Sujata la había repasado muchas veces, vida larga, nadie podía matarle, ninguna amenaza, ni enfermedad, ni herida... Sujata la hizo pedazos.

     Molly Mitter dijo a la señora Kapadia, Sabe, su hijo pequeño Brati...
     Sujata dijo a la señora Kapadia, Discúlpeme, vuelvo en un minuto...
     La señora Kapadia se sentía a gusto después de 3 whiskys dobles. Se llevó el pañuelo a los ojos.
     ¡Lo sé! ¡Oh querida! Debes estar sufriendo. Déjame que te cuente, querida, lo que me dijo el Swami.
     Sí, claro.

     Sujata se apartó.

     Jishu Mitter dijo, Es el aniversario de su muerte, hoy.
     ¿Es hoy?
     Molly Mitter dijo, Ese chico Brati, nunca confié en él ¿Sabe que dijo el día que se marchó? Dijo que pasaría la noche con Ronu. Pero no tenía contacto con él desde el primer año de carrera ¡me quedo a dormir donde Ronu! Como si fuera amigo de Ronu. No salió nada en los periódicos al día siguiente. Quiero decir que el nombre de Brati no figuraba. Jishu fue a su club. Qué suerte que nuestra zona estaba libre [de disturbios]. Podíamos ir al club todos los días ¿Cómo hubiéramos sobrevivido si no? Esos días no leía los diarios. No dejaba a nadie leer la prensa. Qué noticias tan espantosas contaban. Jishu volvió rápido del club a contarme, Han matado al hijo de Chaterjee.
     ¡Que desconcertante para ti!
     Entonces mi hermano mayor -sí, el DC (*23)- me telefoneó para saber si Brati había venido a nuestra casa. Jishu inmediatamente mandó a Ronu a Bombay.
     ¡Bien hecho!
     Naturalmente vinimos a presentar nuestras condolencias. Chaterjee lo pasó fatal ¡Cómo tuvo que trabajar para silenciar las cosas! Nos dio pena. Como sabe, Sujata es una esposa muy poco apegada. Echó su hijo a perder ¿De otra forma, cómo podría un chico de una familia como esta...?
     Jishu Mitter dijo, Qué días tan horribles, aquellos ¿Dónde estaba entonces?
     En los Estados [Unidos].
     ¿Y Tony?
     Aquí. Como dice Molly, Park Street, Camac Street y sitios así estaban libres. Saroj Pal, el amigo de Tony, estuvo al mando de la operación ¡Un chico brillante! ¡Qué valiente! Cómo los cogió.
     ¿De verdad?
     Molly Mitter dijo, ¡qué imbecilidad! Matáis a lo mejor de la sociedad ¿Y qué ganáis con eso? Que os maten. Y en el proceso los comerciantes honestos tuvieron que huir del estado con su dinero.
     ¿A mí me lo vas a contar? Yo tuve que volar a Bombay desde los Estados [Unidos].
     No me dejaban venir a Calcuta desde Bombay. Nos decían que estaban matando a todos los ricos en Calcuta ¿Sabe lo que hice?
     ¿Qué hizo?
     La cara de la señora Kapadia se iluminó con orgullo. Dijo, Me puse un sari de algodón, y viajé en tren -en 2ª clase- hasta Calcuta. Me dije, Mi hijo, mi marido me necesitan. Tengo la bendición del Swami, ninguna fuerza en el mundo puede matarme.
     Jishu Mitter cerró la historia. -Pero admitan que Sujata está preciosa. De blanco. Luto. Maravillosa.

     Molly Mitter dijo, Eso es una treta. Sujata sabía que todas vestiríamos de colores esta noche. Eligió el blanco para contrastar.
     La señora Kapadia le preguntó, ¿me puedes decir que maquillaje usa, querida? Alguno poco común.
     ¿Maquillaje? ¿Sujata? Nunca usa, querida sra. Kapadia.
     ¿Por qué? Con lo guapa que es.
     Tony dijo, Te presento a mi guapa suegra, Ma, es un periodista. Se muere por conocerte.

     Tony habló en bengalí. Había crecido en Calcuta, lo hablaba bien.

     El periodista dijo, Una fiesta maravillosa. Su hija lleva un sari precioso. El señor Chaterjee habla un sánscrito excelente. Su casa es típicamente bengalí.
     ¿Ha comido algo?
     Mucho. A propósito, ¿la podría entrevistar?
     ¿A mí?
     Escribo para una revista de mujeres en Bombay. Usted es madre, esposa y encargada de banca. El hecho que pueda combinar una casa y su carrera profesional...
     No soy encargada.
     Pero Tony me dijo...
     Comencé como cajera. En 20 años, he ascendido a jefa de sección.
     Qué bien.
     Así que...
     Bueno, su hijo fue asesinado. Desde el ángulo de una madre apesadumbrada...
     No. Excúseme.

     Sujata se alejó de inmediato ¡Su foto en una revista de mujeres! "Habla una madre desconsolada". Aunque no le dejen estar con Brati, ella llevaba todo el día con Brati. Mire... Mi hijo era... Las señoras de moda en Bombay, esposas de esos que tienen caballos de carreras, de dueños de industrias, de estrellas del cine, todas ellas leyendo sobre Sujata y Brati.

     Sujata se acercó a Amit.
     Amit ¿has comido algo?
     Sí, Ma.
     ¿Has estado pendiente si tus amigos han...?
     Todos han comido. Estaban sirviendo whisky, pero su yerno seguía sobrio. Sujata se sorprendió. Dibyantah fue quien eligió a Amit. Neepa se había escapado con el jovencito que le estaba enseñando a tocar el sitar. Dibyanath la localizó, la trajo de vuelta, y la casó con Amit en un mes. Se gastó una fortuna. Amit era de carácter débil, cobardica, un alto ejecutivo hijo de un rico. El marido de Neepa.

     Sujata sintió pena por Amit. Hubo un tiempo en que dejó de beber. Pero ahora bebía para emborracharse.

     Amit empezó a beber cuando Neepa empezó a vivir con su primo en su casa.

     Sujata no sabía porqué Amit no podía echar a su primo, o discutir con su mujer para cortarlo. Eso es lo que la gente suele hacer en esas circunstancias. Antes de que la situación se descontrolara, podía haber intentado hablarlo con su primo.

     Podía haber echado al primo de su casa.

     Podía haber pedido a su mujer que se fuera de casa. Podía haber denunciado en un juzgado.

     Pero Amit no hizo nada. Sólo bebía. Amit y Neepa hacían una visita al año el día del yerno (jamaishashthi), porque Dibyanath celebraba esa costumbre. Una vez al año iban juntos a honrar al gurú de Amit. Amit dormía en el 2º piso. Su hija y la cuidadora compartían habitación en el 1º; Balai y Neepa tenían su dormitorio pared con pared en el mismo piso.

     Era como un cáncer maligno extendido.  Los muertos pretendían vivir en relaciones que llevaban tiempo muertas y así mantenían la mascarada de la vida. Sujata sentía que si se acercaba a Amit, Neepa y Balai el olor a carroña le sobrepasaría. Estaban contaminados y enfermizos desde el vientre materno. La sociedad que Brati y sus camaradas habían intentado exterminar mantenía a miles hambrientos para alimentar y apoyar este veneno. Era una sociedad que daba a los muertos derecho a vivir, y se lo negaba a los vivos ¿Pero qué estaba diciendo Balai?

     ¿Dónde están todos ahora? Todos han huido, viven lejos de su barrio ¿Are Baba, no escribió Dhiman esas letras empalagosas sobre Baranagar? Pero gritar no es suficiente. Tuvieron que cargarse a más de cien para devolver la paz a Biratnagar ¡Qué tensión hasta que los hicieron cachitos!

     ¿De qué Dhiman hablaba? ¿Dhiman Roy? ¿El mismo que Nandini había mencionado? Sujata vio una joven muy clara de piel con una falda larga hecha de un chal, vaso en mano, poner una mano sobre su hombro, dijo, ¿No es fantástica su poesía?
     Balai dijo, Dhiman llora por los 20.000 jóvenes languideciendo en las cárceles ¿Pero no ves lo divertido? Cuando había acciones y contra-acciones, todos gimoteaban por la tragedia de Bangladesh en los periódicos. Ahora que las cosas están bajo control, piensa que es seguro escribir.
     No seas injusto ¡Cómo escribe! Su último poema me hizo llorar. Aquí está. Estábamos hablando de tu poesía ¿Cuándo escribes? Estás tan ocupado, estás implicado de verdad en la causa.
     Dhiman Roy en la cuarentena, sin atractivo, rasgos aburridos. Cambió el gesto de la cara, tan rápido como hacen los actores, para fingir humildad. En su voz pesada, rasposa, dijo, ¿Puede escribir un poeta sobre otra cosa?
     Claro -¡Cuando leí el poema! Anup Datta, le conoces, Anup dijo, ¡Él siente!

     ¡Hoy todo el mundo piensa en ellos!

     Dhiman Roy mordió un trozo de mantequilla casi con arte y sorbió su whisky. Sujata había oído que no te emborrachas si comes suficiente mantequilla. Se fijó en Dhiman y vio que había resuelto no emborracharse.

     Lo sé, dijo Neepa de repente. Neepa había tomado mucho whisky. En su cara estaba escrito el modo desafiante.
     ¿Oh, sí? -se burló Amit.
     Ese poeta deslucido que coge ideas de otros, ¿de qué experiencia puede pavonearse? Mi hermano murió ¿Qué hacía entonces vuestro simpático poeta? ¿Esconderse detrás de una falda? ¿No me lo contó todo Balai?
     Si no recuerdo mal, tú estabas también en el ajo en cuanto a Brati. Te avergonzabas de tu hermano.
     ¿Quién te lo dijo?
     Te lo digo yo.
     Tú me estabas alertando contra él todo el rato.
     Yo no.
     Mentiroso.
     Retíralo
     No lo haré.
     Soy uno de los Gangulys de Khidirpur, una de las familias más antiguas de la ciudad. No acepto algo así de una puta barata como tú...
     ¡Amit!

     Sujata le advirtió en voz baja.

     Unos pocos momentos desagradables, explosivos. La mecha ardía, ardía y ardía, acercándose a la pólvora. Pero la mecha encendida se paró antes de llegar a la pólvora, al romper Neepa en una oleada de risas.

     Ma, no entiendes nada ¿No ves que nos gustan estas peleas?
     Pelearos en vuestras casas.

     Sujata se alejó. La fiesta se estaba calentando. El ritmo crecía. La hermana de Tony, Nargis, estaba chocando 2 ceniceros entre sí, cantando, bailando ¡Swami, Swami! Jishu Mitter acuclillada, dando palmas y balanceándose.

     Amit sonó molesto -Tu madre es una aguafiestas.

     Decidió emborracharse. Se puso un whisky sin agua y se lo bebió de un trago.

     Balai dijo, Neepa, vayámonos.
     Vayámonos.
     Vayámonos a Sarat's. Hay películas hoy. Ha traído un lote nuevo desde París.

     Balai chascó la lengua entre los labios y la mejilla, haciendo un ruido extraño, desnudo y carnal. El sonido sugería que tipo de películas eran. Se suponía que sería excitante.

     Vamos.

     Salieron.

     Dhiman Roy dijo a Amit, ¡Eres un tío raro!
     ¿Por qué?
     ¿No te has percatado que tu mujer va al cine con Balai?
     ¿A ti qué te importa eso?
     ¡Balai! Incluso un calendario podría...
     ¡Are Baba! Te juntas con los ricos para beber gratis ¡Lo tienes gratis, agradécelo! ¿Por que fisgoneas en otros asuntos?
     Pero con Balai...
     Amit soltó una risita de zorro astuto. Dijo, Conozco a Balai. Es mi primo.
     ¿Primo?
     Sí señor. Ambos somos descendientes de Mahimaranjan Ganguly, nietos, uno de su hijo y otro de su hija.
     Entiendo.
     ¿Crees en el destino?
     Claro que no. No creo en dios, no creo en el destino.
     Mierda.
     ¿Qué dijiste?
     Basura ¿Por qué un ateo como tú tiene que visitar mi oficina dos veces al día?
     Estás pedo.
     Tú no. Tienes que aceptar el destino, señor, el destino.
     ¿Por qué?
     ¿Qué otra cosa puede ser que no sea el destino? ¿Ha dejado sin tocar Balai alguna joven de la familia, incluyendo mi esposa? Empezó con mi tía, eso es, su tía también ¿Por qué iba a dejar a Neepa en paz? Pero, Balai tiene clase. Nunca juega fuera del círculo familiar.
     Tu mujer con Balai...
     Balai es mi primo, y mi amigo también ¿Conoces sus contactos? Si te pones en su camino...
     Señor, eres un liberal de verdad.
     Enteramente liberal...
     El señor Kapadia dijo, yo soy liberal.
     Dibyanath dijo, Lo sé.
     El señor Kapadia metió el dedo en uno de los ojales de su impecable chaqueta negra, mientras decía, Todos los problemas del país se acabarían si siguen mis principios.
     ¿Cómo?
     El señor Kapadia habló en un bengalí perfecto -¿Cuál es el problema del país? No conseguimos integrarnos. EL país se rompe por la presión de tantas religiones, razas y lenguas. La comida no es problema ¿Ves disturbios por la comida en algún lado? Los campesinos viven bien. Todos tienen una radio ¿Empleo? Mucha gente está consiguiendo un trabajo ¿La riqueza nacional? Todo el mundo tiene dinero ¿Si no, cómo es que se construyen nuevas casas y la gente compra y come cosas caras?
     Verdad.
     ¿Cómo puede ser el idioma un problema? Aprende la lengua del sitio que vives. Yo vendo alcohol en esta parte del país, así que aprendí bengalí.
     Lo dominas.
     Hay que hacerlo. Es la lengua de Tagore.
     Verdad.
     Así arreglo el problema del idioma ¿Religión? No se necesitan tantas. Tira los templos, las mezquitas, todo. Sigue al Swami. Swami es la reencarnación de dios. Síguele.
     Eso es.
     Nosotros, los hijos de Swami en India, hemos abierto oficinas en Delhi, Bombay, Calcutta y Madrás. Daremos trabajo a 6000 personas. Hemos comprado aviones y helicópteros. Imprimiremos el mensaje de Swami en todas las lenguas indias. Extenderemos su mensaje por todo el país desde el cielo. Bien pronto todos seguirán al Swami.
     Verdad.
     Eso en cuanto a la religión ¿Razas, comunidades? Haz una ley para que nadie se pueda casar con alguien de su estado, ni de su raza, ni de su lengua. Un bengalí se casa con una punjabí, un oria se casa con una bihari, un asamés con una marathi, y el problema está resuelto.
     Como Tony y Tuli...
     Estoy agradecido por esto.
     Qué dices agradecido. Orgulloso.
     Yo, también.
     Ser familia del gran emperador del comercio del vino...
     ¿Por qué te haces de menos?
     Tony es un gran chico.
     Tuli es una gran chica.
     Jackie es un gran hijo.
     Jyoti también.
     Nargis es una gran chica.
     Neepa también.
     Tienes una gran familia.
     Como la que tienes tú.
     Tu pedigrí...
     Sois terratenientes.
     Somos kulins (*24)
     ¿Kulins? ¡Qué bien!
     Te enseñaré un día mi árbol genealógico.
     Me encantará.
     Sí, te lo enseñaré-
     Tenía algo que preguntarte, Chaterjee...
     ¿Qué?
     La señora Chaterjee no ha sido capaz de superar el golpe de tu hijo pequeño...
     Oh no, está bien.
     Cómo pudo tu hijo...
     Mal aconsejado.
     Seguro.
     Malas compañías. Malos amigos.
     Eso debe ser.
     ¿Sabes lo cercanos que estábamos, padre e hijo?
     Tuli nos contó.
     Como niños. No teníamos secretos el uno para el otro.
     Así debe ser.
     Me respetaba como a dios.
     Con un padre así, es lo suyo.
     Y cuando ese hijo...
     ¡Ohh!
     Me rompió el corazón.
     Normal.
     Menudo shock...
     No te preocupes. El Swami dice, la muerte no existe. Sólo tu cuerpo muere, vuestras almas se encontrarán en el cielo, y verás a tu hijo igual que cuando vivía.
     ¿Dijo el Swami que le veré?
     Oh, sí.
     Me haré seguidor del Swami.
     Deberías.
     Esa es mi mujer ¿Oíste las cosas tan bonitas que estaba contando, querido? ¿Por qué no te unes a nosotros y escuchas?
     Lo escuché todo, estaba sentado justo detrás tuyo.
     ¿Señora Chaterjee, whisky?
     Gracias. No bebo.
     ¿Te sientes mal?
     No.

     Sujata se alejó. Bini la estaba llamando. El dolor se agudizaba más y más. Olas de dolor. Como un rompeolas. Todo parecía dar vueltas, desvanecerse, volver a la claridad. Jyoti debía haber puesto un disco. Un jazz rítmico.

     ¿Qué pasa Bini?
     Ma, Tuli te llama.
     ¿Por qué?
     Un amigo especial de Tony está aquí.
     ¿Dónde?
     Fuera.
     ¿Por qué fuera?
     No quiere bajar del coche.
     Pídele que se baje.
     Ma, ¿has tropezado?
     Es el dolor otra vez.
     ¿Por qué no te sientas?
     No.
     Déjame llamarle.
     No, iré yo misma.
     ¿Por qué tienes que ir tú? Déjame a mí.
     Tuli montará en cólera.
     Entonces vamos.
     Déjame pedirle que baje. Trae una caja de dulces. Si no baja, al menos podemos darle el paquete.
     Mejor.

     El dolor crecía y sentía menos frío.

     Sujata apartó el chal. Salió.

     Frío. Invierno. El viento del norte. El jardín oscuro. Oscuridad ¿Y si pudiera perderse en esa oscuridad? ¿Y si no tuviera que entrar en la casa nunca más? El coche negro estaba frente a la cancela, en la calle.
     Coche negro. Furgoneta negra. Malla metálica en las ventanas, en el portón trasero. Cabezas con casco detrás de la malla ¿Quién está sentado delante? ¿Al lado del conductor? El motor vibró, estaba en marcha.

     Vestido inmaculadamente de blanco. Chapa de bronce. DCDD (*25) Saroj Pal. Un hijo valiente de la Madre Bengala, Saroj Pal el del corazón de león. La puerta de aluminio con la pintada -Sin piedad para Saroj Pal- se cerró de golpe haciendo un ruido metálico. Brati dentro. Frío y muerto.

     Saroj Pal.
     Sí, tengo una madre.
     No, su hijo no fue a Digha.
     No, no puede quedarse con estos.
     No, no se lleve las fotos.
     Fallaste en enseñar adecuadamente a tu hijo.
     Su hijo se juntaba con antisociales.
     Su hijo no merecía perdón
     Debía haber averiguado lo que estaba haciendo su hijo, y debería haberle pedido que se entregara a nosotros.
     No, no se puede quedar con el cuerpo.
     No, no se puede quedar con el cuerpo.
     No, no se puede quedar con el cuerpo.

     Sujata le miró. Saroj Pal la miró. La madre del 1084. Madre de Brati Chaterjee. Como sabía que se tendría que enfrentar a ella, no quería venir.

     Bini se acercó.

     ¿No te bajas?
     No.
     ¿Ni aunque sea un momento?
     No, estoy de servicio. Dale mis mejores deseos a Tony y Tuli.
     Llévate unos dulces, por favor.
     Gracias. Tengo prisa. Adiós.

     Arrancó. El coche rugió y se fue.

     ¿Todavía de servicio? ¿Todavía de uniforme? ¿El coche negro, el chaleco antibalas bajo la camisa, la pistola en su funda, el guardaespaldas con casco en el asiento de atrás?

     ¿Dónde está el follón? ¿Dónde está el servicio? ¿En Bhowanipur, en Ballygunge, en Gariahat, en Garia, en Behala, en Barasat, en Baghbazar? ¿Dónde está el servicio?

     ¿Dónde se bajarán de golpe el cierre de las tiendas, cerrarán las puertas de las casas, correrán para todos lados en pánico peatones, perros callejeros y rickshaws?

     ¿Dónde atronarán las sirenas? ¿Las botas resonarán clamp, clamp, clamp, las furgonetas rugirán, los tiros sonarán rat-a-tat?
     ¿A dónde correrá Brati? ¿Otra vez? ¿A dónde correrá Brati? ¿A qué tierra en la que no se conocen asesinos, ni tiros, ni furgonetas ni cárceles?

     Esta ciudad -la llanura gangética de Bengala- los bosques y colinas del norte de Bengala -más arriba las regiones nevadas- las rocas, los cauces secos y pantanos de Bengala central -la jungla de agua salada de los Sunderbans- los campos de arroz, las fábricas -las plantaciones de té, las minas de carbón -¿dónde te fugarás, Brati? ¿Dónde te perderás de nuevo? No huyas, Brati. Ven a mí, Brati, vuelve. No corras más.

     Sujata le encontró tras buscarle todo el día, él estaba en el medio de todo, en todos lados. Pero si las furgonetas aceleraban de nuevo y las sirenas amenazantes perforaban el el cielo, Brati se perdería de nuevo. Vuelve a casa, Brati, vuelve a casa. No corras más. Vuelve con tu madre, Brati, no corras así, No te soltarán, Brati, te sacarán a rastras te escondas donde te escondas. Ven conmigo, Brati.

     ¡Ma, te caes!

     Sujata se quitó de encima a Bini. Volvió corriendo. Se quedó de pie en la puerta de la habitación.

     Todo se movía y deslizaba y daba vueltas. Como si alguien estuviera haciendo bailar los cadáveres. Cadáveres putrefactos, todos ellos -Dhiman, Amit, Dibyanath, el señor Kapadia, Tuli, Tony, Jishu Mitter, Molly Mitter, la señora Kapadia-

     ¿Había muerto Brati para que estos cadáveres con sus vidas podridas pudieran disfrutar todas las figuras de toda la poesía del mundo, las rosas rojas, la hierba verde, las luces de neón, las sonrisas de las madres, el lloro de los niños -para siempre? ¿Había muerto para eso? ¿Para dejar el mundo para estos cadáveres?

     Nunca.

     Brati...

     El grito conmovedor de Sujata, prolongado, desgarrador explotó como una pregunta masiva, se expandió por todas las viviendas de la ciudad, se arrastró bajo la ciudad, subió al cielo. Los vientos lo llevaron de punta a punta del estado, a los oscuros pilares que eran testigos de la historia, y más allá de la historia en las fundaciones de la fe que subyacen en las escrituras. El grito puso a dar vueltas temblando bajo su impacto al olvido, el presente y el futuro. Toda la alegría de las existencias felices se rompió en pedazos.

     Era un grito que olía a sangre, protesta, aflicción.

     Entonces todo se oscureció. El cuerpo de Sujata golpeó contra el suelo.

     Dibyanath chilló, ¡Le ha explotado el apéndice!


Notas:
(*1) dom, persona de "casta baja" "intocable" encargado de trabajos como acarrear cadáveres, o carne quemada en los crematorios.
(*2) OC, officer in charge, encargado.
(*3) Haribo, lit. ¡Di el nombre de dios! se suele gritar en Bengala Occidental en los funerales.
(*4) Shishu, libro infantil de R. Tagore.
(*5) Digha, la playa más cercana a Calcuta.
(*6) dhyana, meditación y buenas acciones.
(*7) thakurghar, cuarto de las oraciones, dedicado a los ancestros familiares.
(*8) CMDA Autoridad para el desarrollo de la metrópolis de Calcuta.
(*9) rickshaw, taxi de 2 ruedas llevado a pie por una persona.
(*10) Didi, hermana mayor, término usado para dirigirse a cualquier mujer algo mayor que tú.
(*11) Boy's Club, club para los chavales del barrio.
(*12) Boudi, mujer del hermano mayor.
(*13) Dada, hermano mayor.
(*14) ceremonia de la casta alta, se impone al niño por 1ª vez un hilo que siempre llevará rodeando su cuerpo para denotar su origen.
(*15) Chhot-di, hermana pequeña.
(*16) payesh, arroz con leche.
(*17) sahib, aquí se refiere a mochileros extranjeros
(*18) sindoor, polvo rojo que se ponen en la raya del pelo las mujeres casadas
(*19) dulces típicos, rombos secos y bolas en sirope, respectivamente.
(*20) Thakuma, abuela paterna.
(*21) Durga Puja es el mayor festival religioso anual, dura 4 días en honor a la diosa Kali.
(*22) dhoti, pareo tradicional de los hombres de "casta" alta.
(*23) DC, deputy commisioner, comisario o similar.
(*24) kulins familia de clase alta que celebra sus propios rituales.
(*25) DCDD comisario del departamento de detectives.

Comentaris

Anònim ha dit…
Gracias por la traducción. No entiendo cómo ninguna editorial española ha publicado esta obra en castellano.