En avioneta por Nepal.

Ya os he metido, a veces, el miedo en el cuerpo contando cómo funcionan los vuelos internos en Nepal, y la alta siniestralidad que presentan. Para ver como es uno de estos vuelos por dentro (que por supuesto, la mayoría llega a su destino) os propongo este post de Jaac y Sara que estuvieron en Nepal en 2010 y se acercaron al himalaya desde Katmandú para pasear por las montañas (trekking):

Mustang (I)


A las 5:30 suena el despertador. El desayuno será ya en Jomsom porque al salir el avión a las 7:20 y querer estar con tiempo en el aeropuerto tenemos que salir del hotel a las seis y no hay desayuno a esas horas.
Keisi llega a recepción mientras estamos preguntando cómo dejar a los Symbios aquí para recogerlos a la vuelta. El de recepción nos da unas tarjetas para rellenarlas, la mitad se queda en las mochilas y la mitad nos la llevamos nosotros. El conductor llega poco después. Keisi no se ha enterado de que vamos a dejar a los Symbios y coge a Symbia para llevarla al coche. Le decimos que vamos a dejarlos allí. Nos pregunta si llevamos lo necesario y le señalamos a Okihita. Una vez arreglado el malentendido volvemos a dejar a Symbios en recepción y nosotros salimos para el avión. Al final sobre las 6:25. Ayer él dijo, antes de que volviéramos a llamar a Prachanda que para coger el avión a las 7:20 valía con salir a las 6:30.
El aeropuerto está al lado y es lo más pequeño que hemos visto nunca. No hay detector de metales ni escáner de equipajes. Sólo hay vuelos internos así que tampoco creo que tengan que preocuparse mucho por el terrorismo internacional. Lo que no sabemos es si al llegar a Katmandú controlarán los equipajes o allí cogerán el vuelo a donde sea del tirón. Lo único que hay es un tipo que te pide abrir la mochila y te cachea por encima. Podríamos llevar cualquier cosa que no lo habrían encontrado nunca.

Los aviones que salen de aquí son como el aeropuerto. Mini aviones de hélices con veinte plazas. Una de las plazas es para la azafata y los asientos son poco menos que abatibles. Por supuesto no hay compartimento para el equipaje de mano (que lo llevan encima) y lo de abrocharse el cinturón y las normas de aviación es tan opcional que no dicen nada. Es como un autobús: llega, se baja la gente y sacan los equipajes al tiempo que llenan el depósito y limpian el parabrisas (como en una gasolinera), se suben los nuevos y sus equipajes y otra vuelta. Los pilotos ni bajan.
Durante el vuelvo vemos varias señoras montañas, Keisi nos dijo luego que eran algún ocho mil. Lo más impresionante no son las montañas nevadas, son las “normales” entre las que va pasando el avión. No las pasa por encima, las va esquivando. También impresiona la llegada a Jomsom. La cabina de los pilotos no tiene ni puerta, ni cortina, ni nada y se ve lo que ven ellos. El avión comienza a bajar mientras no se ve más que bosque por el parabrisas. La pista es tan pequeña que el avión toca tierra casi antes de que empiece y antes de que acabe ya está girando para ir a la terminal, por llamarla de alguna manera.
Nada más bajar del avión (por llamarlo también de alguna manera) lo primero que vemos es el el Manaslu (o el Dhaulagiri, todos los nombres de montañas excepto el Everest y los Annapurnas nos resultan desconocidos), de más de ocho mil metros de altura. Según Keisi es la octava o la décima más alta del mundo (Dhaulagiri es la séptima con 8.167 y Manaslu es la octava con 8.163). Aquí comienzan los controles. Salimos los primeros del aeropuerto, antes de darle tiempo al policía a ocupar su sitio en el escritorio. Cuando se sienta nos llama, porque ya estamos camino de la ciudad (otra eufemismo). Tiene que apuntar en un libro los datos de los permisos de trek de todos los que se van bajando del avión. Un ordenador podría ser francamente útil, pero si no lo tienen en la frontera no lo van a tener aquí.
Después vamos a la oficina de turismo. El guía anda muy despacio como sin saber muy bien a donde ir lo que nos pone un poco nerviosos. Hemos hecho propósito de enmienda y hemos decidido que lo de ayer pasado está y que hoy vamos a empezar desde cero. En la oficina de turismo vuelven a copiar nuestros datos y quedarse con una parte de nuestro permiso. Aquí si que tienen un ordenador pero lo hacen a mano igual. Resulta que los graciosos de la Trekkers’ Society han decidido que nací en el 1930 y claro, le choca verme tan bien conservado.

Volvemos al centro (estoy de eufemismos a tope) y vamos al hotel Majesty (donde dormiremos mañana) a reservar la habitación y a desayunar. Para la reserva se quedan con nuestros billetes de avión, los nuestros y el del guía. Está claro que como confirmación es lo mejor. El desayuno es distinto a los que hemos tenido hasta ahora. Nos dan una carta y podemos elegir lo que queramos. Cogemos uno “light” dos huevos al estilo que queramos, pedimos revuelto, tostadas, mermelada y mantequilla, un té para Sara y un vaso de leche para mí y un zumo de algo que parecían muchas frutas. Como vamos a empezar a andar y no llevamos mucha agua, una de las que compramos ayer, si no funcionaba el escáner en el aeropuerto de Pokhara no iban a ponerle pegas al agua, decidimos beber incluso el zumo.
Comienza la aventura. El destino de hoy será Kagbeni. Antes de salir del pueblo (incluso pueblo es demasiado) la policía nos vuelve a controlar los permisos de trek. Otra vez, como en la oficina de turismo, mi fecha de nacimiento da problemas. Me piden el pasaporte para confirmar. En el permiso pone que mi nacionalidad es Spanish pero en el pasaporte pone que es Española. Y para qué queremos más. Los policías preguntan que qué es eso de española. Trato de explicarles que es como se dice Spanish en español, pero les cuesta. El guía les dice que es como nepalí en nepalí y parece que eso les convence un poco.
Ya. Tres controles después comenzamos a andar.

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