Mi shopping mall.

No saco fotos de detalles por no herir vuestra sensibilidad. Pero ya ves que el tío no se corta ni un cacho. No sé cuando abriría la tienda su padre o su abuelo, pero lo que está claro es que no han limpiado desde entonces. El otro día le pido un bote azul de harpic, pato wc o similar. El tío me mira extrañado, lo coge con 2 dedos porque tiene un centímetro de polvo y pelusas. Parece ser que le da corte porque lo limpia, restregándolo contra el saco de patatas. El caso es que al principio compraba en el súper lejano, pero poco a poco vi que las ofertas son si compras 5 kilos de arroz, pero a una familia monoparental no le merece.

Y fui cayendo en sus brazos. Ahora bajo con los tarritos vacíos, porque vende todo a granel (muy ecológico, eso sí). Abre la caja de galletas maría y las mete en un bote de cristal. Así la viejita puede comprar tres galletitas por 1 taka o si se quiere dar una fiesta un trozo de bizcocho casero industrial por 2. Para descontar el peso del envase en la balanza tiene un juego completo de monedas, tuercas y piedras, cada una con su peso ideal. El aceite de mostaza, la leche en polvo, la soja texturizada, pasta de dientes (a granel sí sí, una pasta rojo oscuro que parece bosta de camella puesta de gazpacho), las lentejitas rosas, las amarillas, 2 taka de cardamomo son 10 vainitas, chuches, chocolatinas (¿a 42ºC?), arroz hinchado (el llenatripas nacional) y un sinfín de bolsas, cubos, latas... que no he desentrañado todavía. Fascinante submundo.

Le gusta hacerme esperar y cuela a todo el mundo, porque tener un guiri en tu tienda da prestigio (vamos, que se acerca la gente a cotillearme).

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