16 de Noviembre de 2008
La casa puente.
Al final fue el hada nocturna, la del extinto club de la risa, la que abrió la puerta de la nueva aventura. Un sofá de mimbre de 160x40cm y un ventilador para espantar los mosquitos como armas. Un pequeño catarro de garganta y felicidad, las consecuencias. El patio donde descansan los cuervos te regala flores, agua de pozo, Chefchaouen reencontrado, las hojas del árbol de neem para curar ciertos males... Al atardecer se sopla la caracola, el policía retirado toca las campanillas chillando hare krismas, los mantras se recitan con la tele soltando hindipop a todo volumen, mientras se cocina y se charla con la visita. Todo lleva un desorden preciso, primero se da de comer al tukur, altar casero con las fotos de los muertos, los santos y los dioses elegidos. "Yo no pruebo la mantequilla, pero él se hincha" -alguno de los de los cuadritos, no sé cual. Luego el visitor, luego el hada, que siempre apartará algo para tirar delante de casa, para los animalishos... Por unos días soy, "pure vegetarian", ni huevos, ni ajo, ni cebolla...
No entra en casa sin lavarse los pies y sin dar antes la luz, para lo que se estira como puede y le pega un palazo, siempre a mano, al interruptor. Para los mosquitos, en un brasero, se quema fibra de coco e incienso en polvo -se arma tal zorrera que los mosquitos marchan junto con todos los habitantes de la casa.
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