Mi boda sin mí
Imagina
que eres mujer, que tienes unos 17 años, que eres musulmana, que has
nacido y que vives en la India. Imagina que tu familia decide que te
tienes que casar con un muchacho que ni siquiera conoces y al que solo
has visto unos pocos minutos, el día en que ambas familias estaban
pactando las condiciones de tu matrimonio.
Imagina
que llega el día de tu boda y que a partir de ese día, vas a abandonar
tu hogar para vivir para siempre con la familia de tu esposo, en la que
no conoces a nadie. Sobre tus hombros recae la responsabilidad de
responder a las expectativas que se han creado sobre ti, la
responsabilidad de llevar el buen nombre y el honor de tu familia. De ti
esperan que seas una esposa ejemplar, sumisa, que procrees varones y
que seas una perfecta sirvienta del hogar y de tu marido.
Imagina
ahora que llega el día de tu boda pactada, que te han acicalado y
cubierto de flores y que empieza la ceremonia nupcial. Todo el mundo
está bajo una gran carpa de colores, mujeres a un lado y hombres a otro,
como no podría ser de otra manera. Sobre un atril, para que se vea bien
la ceremonia, está tu futuro marido, rodeado de los líderes religiosos
de la comunidad que van a oficiar la ceremonia. También están algunos
representantes varones de ambas familias.
Empieza
la ceremonia. Se firman los correspondientes papeles que hacen efectiva
vuestra unión, se revisa la dote para confirmar que todo está acorde
con las condiciones pactadas. Se entonan cánticos religiosos que
bendicen vuestra unión, tu marido pronuncia públicamente sus votos y el
representante de tu familia también. Se vuelven a entonar más canticos y
la ceremonia finaliza. Todo el mundo se felicita. Empieza el banquete,
se sirve arroz y dulces y tras la comilona casi todo el mundo se marcha.
Tú
te has pasado todo ese tiempo encerrada en una habitación, rodeada de
algunas amigas y de las mujeres de tu familia. Escondida de la vista de
los invitados e invitadas. Para finalizar el evento se carga tu dote en
una camioneta y tú junto a ella, con lagrimas en los ojos, dejas para
siempre tu casa para empezar una nueva vida en otro pueblo, lejos de los
tuyos.
Todo
esto pasó ayer en Sangamner y pudimos ser testigos de ello. Tristemente
el sistema patriarcal, la opresión sobre las mujeres y el trato de
estas como meros objetos de trabajo e intercambio; persiste con fuerza
en este país.
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