Cuento nepalí: Heeran Marhajan se pierde
Estoy enganchada a una escritora nepalí: Manjushree Thapa. Os traduzco un mínimo relato de su libro Tilled Earth de 2007.
Heeran Marhajan, en su día un prolífico carpintero, tomó el camino del viejo templo pero torció en un semáforo equivocado y de repente se encontró en un barrio lleno de paredes.Ladrillo, ladrillo, cemento, ladrillo. Todos los campos de arroz habían desaparecido bajo las construcciones. Aunque Heera creció cerca de aquí, ya no reconocía esta zona.¿Cuántas de las puertas y marcos de ventanas habían pasado por sus manos? La ciudad se los tragó todos.El camino de enfrente se retorcía hasta hasta una alta verja metálica. A través de las nubes de su visión cubierta con cataratas, Heera vio toques de hiedra a los lados de la cancela. Podía oler los guisantes que crecían en el jardín más allá. Una mariposa blanca perla revoloteó por delante. Se acercó a la cancela y espió por una raja. El jardín estaba delimitado con perfección, etéreo como l os de las pelis o la tele.Bancales de azafrán; lilas, rosas y mimosas debajo de una jacaranda. Una fila de plantas tenía pétalos jaspeados, tallos delicados y hojas púrpura. No sabía su nombre. Vio geranios: flores alemanas. Y arbustos de gardenia y líneas de suculento jade en un césped inmaculado moteado de luces. Los vientos de mayo liberaban capullos de jacaranda, y Heeran se apretó contra la cancela como para ser bendecido por ellas. Se oyó a sí mismo decir Madre. Reculó y miró alrededor. Ladrillo y cemento. ¿Dónde estaba el camino del templo? No quería llegar tarde a la fiesta anual de su antiguo jefe Sridhar Jung Rana, un hombre tan rico que se decía que tenía una casa en cada uno de los 75 distritos del país.
Heeran Marhajan, en su día un prolífico carpintero, tomó el camino del viejo templo pero torció en un semáforo equivocado y de repente se encontró en un barrio lleno de paredes.Ladrillo, ladrillo, cemento, ladrillo. Todos los campos de arroz habían desaparecido bajo las construcciones. Aunque Heera creció cerca de aquí, ya no reconocía esta zona.¿Cuántas de las puertas y marcos de ventanas habían pasado por sus manos? La ciudad se los tragó todos.El camino de enfrente se retorcía hasta hasta una alta verja metálica. A través de las nubes de su visión cubierta con cataratas, Heera vio toques de hiedra a los lados de la cancela. Podía oler los guisantes que crecían en el jardín más allá. Una mariposa blanca perla revoloteó por delante. Se acercó a la cancela y espió por una raja. El jardín estaba delimitado con perfección, etéreo como l os de las pelis o la tele.Bancales de azafrán; lilas, rosas y mimosas debajo de una jacaranda. Una fila de plantas tenía pétalos jaspeados, tallos delicados y hojas púrpura. No sabía su nombre. Vio geranios: flores alemanas. Y arbustos de gardenia y líneas de suculento jade en un césped inmaculado moteado de luces. Los vientos de mayo liberaban capullos de jacaranda, y Heeran se apretó contra la cancela como para ser bendecido por ellas. Se oyó a sí mismo decir Madre. Reculó y miró alrededor. Ladrillo y cemento. ¿Dónde estaba el camino del templo? No quería llegar tarde a la fiesta anual de su antiguo jefe Sridhar Jung Rana, un hombre tan rico que se decía que tenía una casa en cada uno de los 75 distritos del país.
Comentaris