Libro "Calcuta: Dos años en la ciudad" de Amit Chaudhuri

En ocasiones, leo libros. Aunque lleve tiempo sin contároslo. El último no es especialmente interesante, pero todo lo que hable de India, me interesa. Lo compré hace 9 meses en la estación de Howrah, mientras esperaba la salida del Puri Express, en una de las librerías de los andenes, nutrida de libros religiosos, autoayuda, cómics, revistas de moda y política,libros superventas y, si rebuscas entre todos, hasta buena literatura. Pedí descuento, eran 600 rupis de tapa dura, pero imposible.

En el tren pasó un tipo con una bolsa llena de libros pirateados a 100 rs. - le pillé 3 ó 4. Amit Chaudhuri es uno de tantos expatriados que, habiendo hecho suficiente pasta, se volvió a casa (1999) a acompañar los últimos días a sus progenitores. Es un empollón aburrido burgués y su libro Calcutta -dos años en la ciudad 2009-2011- se basa en párrafos dispersos sobre recuerdos, pequeños sucesos sin importancia y miramientos de ombligo continuos, a veces pedante. Se nota que es un libro de encargo y hay mucho relleno. Con este tío no me tomaría ni un té a menos que se sentara a mi lado en una polvorienta bocacalle de Free School Street (ahora Mirza Ghalib), cosa que dudo que suceda.

Pero de todo el mundo se aprende y he subrayado algunas frases sueltas en su libro para traduciros.

"A principios del siglo XIX surgió, de la nada ya que no tenía historia que le respaldase, el hombre que se consideraba bengalí moderno. Un arribista que desde el principio se ungió con la sangre de la vaca sagrada: los miembros del club radical "Young Bengal" comían ternera para escandalizar a la sociedad de su época (año 1820). Justo lo contrario a las huelgas de hambre de Gandhi, en vez de un ejemplo de renuncia, una autoindulgencia política y antirreligiosa emprendida con fervor religioso. A final del XIX y principios del XX reformistas como Keshab Chandra Sen, nacionalistas como Bipin Chandra Pal o el revivalista hindú Swami Vivekananda empezaron a hablar del naba jagaran (nuevo despertar) que había en Bengala y al inglés se tradujo como renaissance (renacimiento). Este término tuvo su rato de gloria en el ensayo "Notes on the Bengal renaissance" del historiador marxista Sushoban Sarkar de 1946, en el que registró su surgimiento, características y momentos históricos.

Este movimiento se supone que empezó en 1814 cuando Raja Manmohun Roy el Atmiyan Sabha con ganas de reformar el hinduísmo, sobre todo la prohibición de que las viudas pudieran volver a casarse o en 1828 cuando fundo el más conocido Brahmo Samaj una secta que cuestionaba el politeísmo hindú y fomentando una deidad única, inmanente y sin forma llamada nirakaar intuida en los Vedas y Upanishads. Pero los efectos no se notaron hasta después de los 1860's. En esos años los bengalís en busca de su nueva conciencia seguían los pasos de los orientalistas occidentales como el galés William Jones que tradujo al poeta Kalidasa o el francés Hyacinthe Anquetil-Dupetron que tradujo los Upanishads... Pero en los 1960's los marxistas decían que este renacimiento no era genuino porque sólo era una cosa de señoritos (bhadralok) y no tenía en cuenta a los pobres ni a las minorías. Los ingleses nunca se dieron cuenta de este movimiento. (NDT: este período queda excelentemente novelado por Sunil Ganguly en Aquellos días y Primera Luz de Sunil Ganguly (Sei Somoi y Pratham Alo))

Calcuta es una ciudad en declive, una vez segunda en importancia en el imperio británico, hoy es un caos sin sentido, con futuro incierto.

De niño, Amit Chaudhuri pasaba los veranos feliz allí, descansando del trajín de Bombay. Allí descubrió (en los 70) la modernidad, no porque Calcuta fuera nueva o a la última sino por su renovadora forma de mirarse, de habitar el espacio de absorber la vida... de darle importancia a mirar hacia fuera por sus ventanas de estilo francés. Estas llegaron en el siglo XVII, los franceses se mantuvieron en Chandannagar -cerca de Calcuta, a 3 horas de carreterilla- durante 60 años hasta 1757 y este pueblo retiene un aroma franco-bengalí aún hoy en día.

En los últimos 30 años, las migraciones han cambiado Calcuta (NDT: no se refiere a la gente pobre y rural que viene aquí a (mal)buscarse la vida). Las clases alta y medio-alta han salido evitando la decadencia al extranjero a buscar buenos salarios. Y los que se han quedado, o han retornado, que antes vivían en el norte de la ciudad y se han desplazado a los edificios que se construyeron hacia el sur, cerca de los nuevos grandes centro comerciales.

Calcuta no se ha recuperado de su pasado. La gente se lamenta del pasado y lo aborrece. En los setenta Calcuta pasó unos años naxalitas. En 1967 dos comunistas de raíz, charu Majundar y Kanu Sanyal - de origen bhadralok, la burguesía bengalí- comenzaron una revolución de los de abajo -que todavía no ha muerto, aunque en los 70 el gobierno del Partido del Congreso mató o encarceló a sus líderes- para intentar cambiar el orden establecido. (NDT: la revolución toma nombre de Naxalbari, un pueblito por el que pasé en 2009 camino de Nepal y que no se ditingue de otros cientos miles de pueblos indios que están al borde de una carretera). La revolución fue reprimida brutalmente pero no extinguida (todavía quedan zonas "liberadas" que son llamadas "jungle mahal". Much@s intelectuales simpatizaron con el movimiento que intentaba acabar con la opresión y esclavitud de los intocables que duraba más de un milenio. Aparecieron artistas y cineastas naxalitas como Utpalendu Chakrabarty. Había un periódico naxalita, el Deshabratyi con una versión en inglés el Liberation. Utpal Dutta era un gran escritor de teatro marxista que en la época estrenó Tiner Talowar (La espada de latón). Para muchos este corto período fue un nuevo Renacimiento bengalí. El de fin del siglo XIX incluyó a Bakimchandra Chaterjee, Iswar Chandra Vidyasagar, Swami Vivekananda, la familia Tagore. El renacimiento de los sesenta incluiría a los cineastas Satyajit Ray y Ritwik Ghatak, el músico Ravi Shankar, los poetas que escribían en el periódico Krittibas como Updal Basu, Sunil Ganguly, Shakti Chattopadhyay, Sarat Mukherjee y Sandipan Chaterjee. La generació de poetas "hungry generation".

Los comunistas gobernaron Bengala durante más de 30 años, teniendo manga ancha y generosidad con los pobres dejándoles instalarse, vivir y comerciar en las aceras de la ciudad. Permitiendo la corrupción a pequeña escala que cabreaba a la gente que podía estudiar y trabajar aunque en público no lo denunciaban, una hipocresía que se veía clara y que hizo que lentamente la clase media se decantara por el nuevo partido local Trinamool que ahora lleva un par de años en el poder. Su líder Mamata Banerjee tiene frecuentes cambios de humor de un populismo misionario a verborrea violenta y amenazas de autodestrucción. ¿A quién representa? ¿Al pueblo ineducado, a la clase media, a la industria? A todo y nada a la vez. Los macarras que trabajaban a nivel local para imponer las políticas del frente de izquierdas ahora lo hacen para el Trinamool, se dice.

Hace una generación, los bengalís hablaban un hindi horrible y lo consideraban un idioma inferior, pero gracias a Bollywood ahora lo hablan con fluidez.

La casta de angloindios -llamados dings- emigró de la ciudad en busca de mejores salarios. Los chinos también empezaron a irse desde la guerra India-China de 1962. A los bengalís que tenían un interés obsesivo por absorber y reproducir la cultura británica se les llamaba despectivamente "Ingabanga". (NDT: ahora hay muchos que intentan imitar a los yankis pero no sé si se les desprecia). Tagore bromeaba que era imposible pillar a un ingabanga sin los calcetines puestos.

Hoy se hacen muchos chistes sobre Calcuta y los bengalís en toda India. Ha pasado de reserva cultural del estado indio, admirada por su excentricidad y rebeldía a ser ridiculizada (por Delhi, Bombay...) por estar obsoleta y fuera de lugar, por el poder de sus sindicatos, lo lento que funcionan las cosas. Antes una ventana al mundo, ahora Calcuta simboliza la resistencia al cambio, a la globalización.

Cuando se habla del "típico bengalí" se le supone gafotas, amante del cine de autor, de izquierdas, comedor de pescado, con gusto por la poesía y la autobiografía. La economía calcuteña está controlada por ricos comerciantes marwaris (ricos y activos comerciantes procedentes de Rajasthán) que son llamados "meros". Calcuta es la ciudad más ingobernable del país pero también la más tolerante con la minorías (no ha habido persecuciones ni disturbios entre religiones).

En 2007 ya sólo el 37% de los habitantes de Calcuta hablaba bengalí.

Ningún intelectual (buddhijibi) o artista se atrevió a criticar a la izquierda, hasta que en 2007, el gobierno del frente de izquierdas expropió tierras a campesinos de Singur para atraer a la fábrica del Tata Nano (en su día el famoso coche de los 1000 dólares que luego fueron 4000 y que ha fracasado en el mercado). Esta actuación prepotente fue decisiva en que el pueblo bengalí acabara de desencantarse con el PCI y lo echara del gobierno después de 32 años. También el hecho que la policía matara en 2005 a 14 manifestantes en una protesta obrera... En los setenta y ochenta, en cambio, se había dado poder y derechos a los eternamente paupérrimos campesinos y aparceros bengaliscos.

La gente bengalí habla constantemente de comida, es su forma de hablar de algo placentero aunque el presente sea gris. Y hablan de su digestión -especialmente una queja misteriosa llamada gas o gash- para denotar melancolía, un persistente desasosiego vital. Pero, a los indios, les gusta la comida a su manera. Vuelven locos a los chefs internacionales que intentan hacer comida auténtica de otros países (El record un italiano con una estrella michelín que sólo duró 4 días en un hotel). No les gusta el queso:están acostumbrados al queso Amul de untar que dura siglos en su lata (NDT: la primera vez que fui a India en 1995 llevamos una torta de la Serena y a los 4 días estaba llena de gusanos). Ni las olivas, porque de ahí sale el aceite que se dan en la piel los bebés y los ancianos. Pero al mismo tiempo cuando salen a cenar prefieren cosas exóticas y no producto local. Así hay versiones de comida China que sólo existen allí (como el chicken 65) o toda una pléyade de platos que bajo el membrete de "Continental" se sirven en los restaurantes de Park Street y hoteles de Calcuta (NDT: he visto probarlos a algún amigo y son terriblemente insulsos, pero "safe" para los que vienen a Calcuta con miedo de enfermar por la comida). Los restaurantes de comida auténtica extranjera antes de un año acaban haciendo antes de un año engendros de comida fusión como comida española llena de cilantro.

Toda persona, tiene en Bengala, un mote que usa su familia y allegados, estos suelen ser raros y embarazosos. (NDT: ahora entiendo como a una amiga la llamaban "taxi de 3 ruedas" en casa, y a su hermano "general francés del siglo XIX").

El veneradísimo líder Subhas Chandra Bose escapó de la India británica disfrazado y reapareció en Japón como Comandante en Jefe del Ejército de liberación indio y nunca volvió a ser visto. Era un filonazi y me jode ver su retrato por doquier..."

Para terminar decir que en la página 193 nombra la palabra doppelganger que hasta ahora solo conocía como nick de la autora del exquisito blog "De España a la India", si queréis otra visión de este libro no tenéis más que darle aquí. Doppelganger seleccionó este pasaje del libro:
"Al igual que ciertos géneros literarios o estilos de escrituras, también ciertas ciudades se vuelven obsoletas en momentos específicos de la historia: se vuelven imposibles de habitar o usar; y sin que nos demos cuenta, se vuelven inaccesibles. Sólo hay que mirar a la situación de la poesía en el mundo globalizado; su casi extinción. Escribir un poema hoy en día nos hace sentir casi como si estuviéramos imitando una época antigua de la historia. Vivir en Calcuta, sortear el laberinto de sus callejuelas y callejones, nos hace sentir casi exactamente lo mismo. Cuando escribí mi tercera novela, Canción de Libertad, podía todavía tocar la magia de sus barrios, allá por la mitad de los años 90; pero después de eso, sentía que ya no podía hacerlo - como un adolescente que crece y deja atrás una "fase" de escribir poemas, o como un escritor se siente obligado a desestimar un estilo suave y fluido, evocador, por otro más práctico e intransigente."

Comentaris