Pulseras rotas. Testimonio de una viuda.

Este artículo es del boletín de la FVF, no tiene firma, la foto es de Rocío Ovalle.
Desde que murió mi marido nadie me dirige la palabra. Creo que mi destino es sufrir”. Es la realidad a la que se enfrenta Kullayamma y junto a ella otros tres millones de mujeres viudas que viven en el estado de Andhra Pradesh, en el sur de la India. Consideradas un mal augurio, la tradición hindú las condena a morir en vida.

Diez días después de dar a luz a su primer hijo, el marido de Kullayamma murió en un accidente de tráfico. Tenía sólo 20 años cuando regresó a la casa de sus padres, pero los cinco primeros meses tuvo que dormir en la calle, como manda la tradición. Intentó construir una cabaña en un terreno vacío, pero el dueño de la tierra, al verlo, agredió fuertemente a la joven, que tuvo que ser ingresada en el hospital. De nada sirvió su denuncia a la policía. Ahora, sus padres le permiten dormir en la casa familiar mientras su hermano está fuera, pero teme que a su regreso tenga que volver a vivir en una cabaña que se construyó ella misma con hojas de palmera.

La mujer echa de menos a su hija, de siete años, a quien internó en una escuela del Gobierno, pero, afirma, “al menos allí sé que tendrá tres platos de comida al día”. A sus 27 años, Kullayamma tiene un estado muy débil de salud y, aunque el médico le recomienda reposo, cada día sale a trabajar como jornalera para llevar a casa 80 rupias (1€). “De madrugada voy a trabajar a las montañas, lejos del pueblo, para no cruzarme con los vecinos y evitar problemas”, afirma con resignación. La gente del pueblo la trata mal y la insulta porque creen que si una viuda se cruza en su camino les traerá mala suerte. Una creencia que mina la autoestima de las viudas de la India, a quienes ni si quiera se las permite participar en celebraciones familiares.

Gangarathna tiene 23 años, tres hijos y una condena de por vida: guardar el luto al marido que la maltrató durante años. Después de migrar a la ciudad de Bangalore, el hombre acabó falleciendo debido al alcoholismo. Sus padres la habían casado cuando tenía 15 años con un hombre que doblaba su edad. La consecuencia de esta práctica común en la India es la viudedad de las mujeres a edades muy tempranas. Según los últimos datos del 2001, en Andhra Pradesh había 14.000 viudas menores de 19 años.

Kullayama y Gangarathna no pueden llevar ornamentos ni joyas que adornen su cuerpo como sí hacen el resto de mujeres. Después de la muerte de sus maridos, las dos tuvieron que sufrir un ritual traumático en el que las mujeres de sus familias y sus vecinas les rompieron las pulseras que lucían, y así cualquier persona puede saber su condición de viudas con sólo mirarlas. “Es la tradición, si no lo cumplo la sociedad no me acepta”, explica Gangarathna. Aún así, esto es lo que menos importa a las dos mujeres que hoy luchan por salir adelante.

Ganarse la vida y el respeto
Kullayamma cobra una pensión del Gobierno de Andhra Pradesh de 200 rupias al mes (2’50€). A pesar de lo escaso de esta ayuda, es afortunada porque el sistema de pensiones del gobierno central tan sólo la entrega a las viudas de entre 40 y 59 años. Sin embargo, esta ayuda no garantiza la supervivencia de las mujeres ni de los hijos que tienen a su cargo. “El principal problema al que me enfrento es la pobreza, porque si tuviera dinero todo el mundo me respetaría”, afirma Kullayamma. El caso de Gangarathna, que acaba de regresar a su aldea, fue detectado recientemente por el personal de la FVF, que la está ayudando a sumergirse en la burocracia para que también se beneficie de esta pensión. Recibe una ayuda nutricional de la Fundación, que consiste en 5kg de raggi (cereal nutritivo), 5kg de arroz, dos litros de aceite, 15kg de lentejas y 5kg de trigo al mes. En los próximos meses entrará a formar parte del sangham de su pueblo para reforzar su autoestima, participar en la comunidad e iniciar proyectos de ahorro.

“Reducir la exclusión social y el estigma que sufren las viudas y asegurarnos de que disfrutan de los derechos que les corresponden es uno de los principales objetivos de la Fundación”, explica Doreen Reddy, directora del sector de Mujer. Kullayamma ya participa con su sangham en el programa “De Mujer a Mujer”. Con el dinero que ahorre en estos siete años quiere construir una casa que le dé seguridad, una vida digna para ella y su hija y ganarse de nuevo el respeto de sus vecinos. “Si consigo una casa muy bonita todos en el pueblo me hablarán”, afirma la mujer, que a pesar de las dificultades no pierde la esperanza de romper con los prejuicios de una sociedad que la ha condenado a la marginación por el simple hecho de vivir más tiempo que su marido.

Comentaris

Cuánto atraso, por Dios!
=(
Marce ha dit…
Leo esto y me da coraje por dios tanta crueldad en este país