Un fin de semana en Bangladesh.
Ya sabéis todas que sigo con interés y mucha envidia los blogs de la gente que se va a India o Nepal a vivir con una u otra excusa (o sin ellas). Me sirven para seguir viviendo allí desde aquí (debajo de los pirineos). Consigo pistas, noticias y enlaces para mi blog. A veces hay entradas que merecen la pena de pé a pá, como es el caso. Os traigo el blog de una profesora de castellano para extranjeros que lleva 2 años en India, primero en Bangalore y ahora en Calcuta. Un fin de semana se escapó a la Bengala rural con un alumno (con una incursión en Bangladesh sin pasaporte incluida) y así nos lo cuenta e ilustra con fotos:
Para terminar, el típico regalo de flores y de un libro de Tagore 
traducido al ingĺés (ya tengo tres), y salir corriendo a la estación de 
tren para volver a Calcuta. Sin duda, un fin de semana interesante. 
Hay dos Bengalas
El fin de semana pasado, mi amigo y alumno Subhas (el protagonista de la
 obra de teatro de Los viejos no deben enamorarse, que realizamos el 
mayo pasado), me invitó a su pueblo cerca de la frontera con Bangladesh.
 Quería que animase a sus alumnos a aprender español, que alimentase la 
curiosidad de la gente de allí mostrando cómo es España, y quería 
enseñarme cómo funcionan las cosas en su pueblo. Un pueblo normal y 
corriente de Bengala Occidental, con profundas huellas dejadas por la 
partición de Bengala en dos.
Al principio no me hacía demasiada ilusión, la verdad, pero ha sido una 
experiencia única e irrepetible. Me seducía el viaje, sí, y ver la casa 
de Bibhutibhushon Bandopadhyay, un famoso novelista bengalí, autor de 
las novelas en las que se basa la Trilogía de Apu de Satyajit Ray. Y 
otra cosa más: conocer la comuna y sede del partido comunista al que 
pertenece, el SUCI.
Me levanté a las 7 de la mañana para terminar de preparar mi mochila, 
desayunar, y salir a Sealdah para tomar el tren de las 8.50 de la 
mañana. Allí me encontré con Subhas y con Ronjit, que también participó 
en la obra de teatro (una de las hermanas), un profesor de inglés que 
vive en Calcuta pero que trabaja en este mismo pueblo al que íbamos. El 
tren, el Bongaon local, está lleno de gente todos los días y a todas 
horas, pero en apenas dos horas se pone en la frontera con Bangladesh. 
En coche, en cambio, me enteré más tarde, se tarda unas 4 horas. 
No iba a quedarme en casa de Subhas, sino de Shakuntala, una alumna suya
 y zoóloga, que tenía la ilusión de que me quedase en su casa para 
practicar su español, aunque al final acabé practicando yo más bangla 
con su familia que ella español conmigo. Vivía en una casa grande, de 
dos pisos, jardín y oficina anexa donde su padre trabaja como abogado. 
Vive allí con sus padres, su marido, su hija y su suegra. La suegra, una
 mujer mayor y viuda, me impactó desde el principio por su energía y su 
desenvoltura. No se parecía en nada a las viudas descritas por el libro 
de Eating India, que he subido al blog anteriormente: no estaba 
dejada de lado en ningún momento, y atraía toda la atención de la 
familia.  Ilusionada por la visita de una extranjera, quiso invitarme a 
ver la casa donde nació, la casa ancestral de su familia, en un pueblo 
en Bangladesh, al lado del río Ichamati que hoy en día hace de frontera:
 la mitad del río es Bengala Occidental, mientras que la otra mitad es 
Bangladesh. 
Aunque este era un plan distinto al original, nos dió tiempo primero 
(por mi insistencia) a ver la casa de Bibhutibhushon. Fuimos en coche, 
porque la familia no tiene pero si tiene un conductor que alquilan con 
gran frecuencia; tanta, que Amitabh (el conductor) es casi otro miembro 
de la familia. Me hizo gracia que su rostro se parecía muchísimo al de 
Ranjit, nuestro conductor de Darjeeling: un poco más mayor y gordito, 
pero el mismo rostro y la misma sonrisa, y la misma disposición amable y
 charlatana. 
La casa del escritor estaba escondida entre bananeros y datileros, a las
 afueras del pueblo. Era una casa normalucha que estaban reparando, con 
la idea de ampliar y mejorar el museo que contiene. Ahora, es sólo una 
habitación llena de fotos, libros, y de las esculturas de madera que el 
propio Bibhutibhushon hacía a mano:
Un pequeño Rabindranath Tagore
En la casa museo vivía un guardián, permanentemente, y estas eran todas sus pertenencias.
Ya en el jardín de esta casa, y durante el resto del camino a 
Bangladesh, la naturaleza era verde brillante, gruesa y devoraba cada 
pedazo de tierra. Los bananeros, los datileros, las palmeras, diferentes
 plantas de hojas enormes, cubrían los bordes de las carreteras. Los 
árboles eran grandes, con troncos anchos en los que los aldeanos pegaban
 bostas de vaca en forma circular y aplanada a secar, para luego usarlas
 como combustible. En los campos, crecían la mostaza, el arroz y el 
cilantro salía salvaje de cada hueco, aromatizando la región. Había 
vacas, ardillas, grullas y niños jugando por todas partes.
Las grullas y la mostaza
La carretera a Bangladesh
En el coche íbamos escuchando Rabindrasangeet (canciones de Tagore) de 
fusión, que convertían el paisaje verde y tranquilo en un ensueño. Ojalá
 hubiera recorrido el camino en bicicleta para poder pararme en 
cualquier momento a sacar fotos. Por desgracia, casi todas las fotos las
 he tenido que tomar desde el coche
A los lados de la carretera, tras los bananeros y otras hierbas, surgían
 como setas casitas de bambú con techos de hojas de palmera, donde 
vivían los aldeanos de aquella tierra de nadie. La frontera se veía a la
 distancia, un muro bajito con una reja de metal que dividía una misma 
tierra.
Al fondo podeís observar la valla de la frontera
Al llegar a un punto de la carretera, un soldado nos salió al paso: 
estábamos dejando India. Shakuntala le dijo que iban al pueblo de sus 
ancestros, y el hombre nos dejó pasar con un ligero movimiento de 
hombros, sin más trámites. Nunca pensé que sería tan fácil. Al cabo de 
unos 500 metros, encontramos otro control: entrábamos en Bangladesh. En 
el campamento (con tiendas de campaña de verdad), había unos pocos 
soldados, idénticos a los anteriores, que tan sólo pidieron ver los 
papeles del coche y sin más nos dejaron pasar. A mí no me preguntaron 
nada de nada. Menos mal, porque no llevaba el pasaporte conmigo, y la 
fotocopia la había dejado en casa de Shakuntala. No había pensado que 
íbamos a ir a Bangladesh.
Poco a poco, nos internamos en una aldea, dejando atrás las casas 
aisladas. En esta aldea había alguna que otra tiendecilla, alguna casa 
con techo de tejas, y los más afortunados vivían en casas de ladrillo, 
pintadas, como siempre, de los colores más extravagantes posibles - rosa
 palo, verde limón, amarillo. Había todavía un pandal para Kali Puja, y a
 ambos lados de la carretera, bajo los árboles, había aquí y allá 
estatuillas de dioses dejados allí tras otras pujas: Kartik Puja, Durga 
Puja, algunas estatuas de Shiva, otra de Krishna y Radha...
Dejamos el centro atrás y nos adentramos en un denso bosque de palmeras y
 bananeros, vacas atadas y sueltas, gente sentada mirando pasar el 
tiempo. Entre las casas de bambú, divisé una estructura de piedra, y 
allí paramos: era el templo de terracota, dedicado a Shiva, que 
pertenecía a la familia de la suegra de Shakuntala. Estaba dentro de lo 
que eran sus tierras, pero nadie se había ocupado de mantenerlo, y 
llevaba abandonado muchísimo tiempo, a pesar de ser una belleza de 200 
años. 
A unos pocos pasos, detrás de unos árboles frondosos, entre la maleza, 
estaba la casa. Tan antigua como el templo, de piedra, se había venido 
abajo totalmente por la falta de mantenimiento y el último monzón. Hacía
 mucho tiempo que nadie vivía allí: la suegra había tenido que huir de 
su casa durante la partición de Bengala en lo que hoy es Bengala 
Occidental y Bangladesh. El tercer piso se había caído sobre la 
estructura el edificio, y hoy solo quedaba parte de la fachada 
principal, hasta el segundo piso, y parte de la cocina, además de un 
pequeño almacén de bambú que estaba negro, no sé por qué.
Las ruinas y los árboles
 A la suegra se le cambió la mirada al ver lo que quedaba de la casa en la que nació.
Justo al lado de la casa estaba el Ichamati, el río que hace de frontera
 natural. Entre la casa y el río, unos campos de arroz y calabazas, 
llenos de cilantro que crecía como "mala hierba", y que el conductor 
Amitabh se dedicó a recolectar para llevar a casa. Como el río estaba 
tan cerca, usaban, como en Galicia, algas y conchas como abono para el 
campo. Unos pescadores estaban en la orilla, charlando al lado de sus 
barquichuelas hechas de troncos de palmera.
Camino de la casa al río, la pescadora que se acerca al río. La mujer 
sentada, estaba triste por problemas familiares, meditando.
La pescadora prometió pescar algo para nosotros
Las barquichuelas y el río
Nos quedamos allí un buen rato, en el que no paraban de hablarme y 
preguntarme cosas, cuando me habría encantado disfrutar del silencio y 
la tranquilidad y sacar fotos sin distracciones. Pero su sentido de la 
"hospitalidad" no les permiten dejarme tranquila ni un momento. Supongo 
que el concepto de aburrimiento es diferente en India.
Para que estas barquitas no se muevan en el río, las llenan de agua y las achican cada vez que las usan:
Al parecer, en la zona, durante la época de los británicos, éstos habían
 tenido cultivos y fábricas de índigo, un tinte azul natural, en las que
 explotaban a los bengalíes. Hubo una gran revolución, que acabó con la 
muerte de los británicos. Me llevaron hasta el lugar de los hechos (de 
los que habla una obra de teatro, Nil Darpan -El Espejo Azul-, de
 Dinabandhu Mitra), donde apenas quedan unas cuatro piedras. Ahora allí 
hay una tienda que vende arroz y legumbres, que hace un poco de plaza 
mayor, donde todos los habitantes de la aldea se reúnen y charlan. La 
suegra hablaba con muchos de los más mayores. Me interesó mucho una 
mujer mayor, vestida con un camisón y usando la blusa del sari debajo, 
una chaquetita de punto y una graciosa capucha de ganchillo que debía 
haber hecho ella misma. Con sus gafas de concha y un tronco de bambú de 
bastón, charló un poco conmigo, qué de dónde soy y qué hago y tal. 
Hablaba mucho, caminaba bastante bien, y se quejaba de que le dolía la 
espalda. El conductor le preguntó su edad (algo que yo no me había 
atrevido a hacer) y la anciana dijo que 87 años. ¡Menudos 87 años!
Después, cuando ya atardecía, pasamos por casa de una pariente de 
Shakuntala, que resultó ser pariente lejana de Subhas también. Una mujer
 con muchísimo carácter que se enfadaba porque no entrábamos en su casa a
 tomar algo: la familia me estaba poniendo como excusa a mí, que yo 
estaba cansada (que lo estaba, porque había dormido muy poco el día 
anterior), y se acercó a mí a increparme en un tono agresivo (y en 
bengalí), que si me encontraba mal o algo, y yo le dije que no, que 
simplemente había cogido un poco de frío. Me dijo, si quieres té, toma, 
sino, al menos siéntate en mi casa un rato para charlar. Y yo le dije 
que por supuesto, que me apetecía un té. Así se acabó la discusión y 
entramos en su casa. Aunque el té era bastante malo, disfruté mucho 
escuchando hablar a la familia.
Primero se preguntaron qué tal, qué tal los niños de la familia. La 
mayor estaba a punto de terminar bachillerato, y luego iba a buscar 
trabajo. Los pequeños bien. Hablaron de los matrimonios entre hindúes y 
musulmanes, que eran muy problemáticos y solían acabar en la muerte de 
alguno de ellos, normalmente, de la chica que huía de su casa (esto me 
hizo pensar en Afreen y Arif, de Assam), y de que hacía un año un hombre
 de la Archeological Survey of India había ido a su casa para decirles 
que creían que debajo de su casa había restos de un templo y que querían
 excavar, y estaban pensando qué hacer, porque su familia siempre había 
vivido allí y no querían dejarla. Mientras ellos hablaban, yo les miraba
 y miraba, y al final la mujer energética se plantó delante de mí y me 
dijo la cosa más graciosa que he escuchado en mi vida: "si tu nos miras a
 nosotros, yo también te voy a mirar a ti".
A todo esto, me he olvidado de comentar que cerca del templo de 
terracota, antes de irnos de allí, había una casita de madera y tejas, 
en cuyo jardín dos hermanitos estaban jugando a hacer figuritas de 
barro. Con su timidez infantil, no querían hablar conmigo ni mirarme 
cuando les apuntaba con la cámara. Hacía mucho que no veía a nadie jugar
 con algo tan natural como el barro. El niño tenía algunos dotes 
artísticos: estaba haciendo una manzana casi perfecta con el barro.
Volvimos por la noche ya. En la casa de Shakuntala, después de un café, 
llegó un profesor de inglés de la escuela, que había hecho su máster en 
Octavio Paz a pesar de no saber español. Deseoso de charlar conmigo, me 
preguntaba preguntas superconcretas para las que apenas tenía respuesta,
 sobre la literatura, sobre la guerra civil, sobre el reinado musulmán 
de España, sobre los Reyes Católicos, sobre el fútbol...poco a poco salí
 al paso. Cansada de tantas preguntas todo el día, por fin me dormí un 
rato, antes de cenar el mejor kichuri (una especie de rissotto 
con verduras y lentejas) casero que he probado en mi vida. Y de ahí, al 
día siguiente, con nuevas experiencias que tendré que contar en otra 
entrada ;)
Hay dos Bengalas (y aquí está por fin la segunda parte)
El domingo me desperté en Bongaon una hora más tarde de lo debido, pues 
había quedado en ir a Habra, el pueblo donde vive Subhas, a las 8 de la 
mañana. Después de avisar por teléfono (de hecho, me desperté porque me 
llamó Subhas...) y del merecido rapapolvos (qué palabra más curiosa 
esta, ¿no?), me encontré con la primera dificultad: ducharme. No es que 
no hubiera ducha, que la había, al estilo indio: llenas un cubo de agua,
 y con un cacito, te la vas echando por encima. Esto ahorra agua, y no 
la ducha. Pero el problema era que el agua tenía mucho hierro, y salía 
medio roja. Y helada. Por fin me trajeron un poquitísimo de agua 
caliente, para mezclar con la fría y hacerla templada: pero era tan 
escasa que me duché con agua fría al final. La cuestión era el pelo: 
¿podía lavarme el pelo con semejante agua? Pues no, me dijo Shakuntala, 
ella no lo hacía. Me trajeron agua filtrada, de nuevo, demasiado poco 
para mi pelo, que ya me ha crecido bastante. Así que al final, usé el 
litro de agua que me habían dejado por la noche para beber, y un poco de
 agua oxidada, porque no me daba para aclararme el champú. Conclusión: 
tengo que cortarme el pelo.
Después de desayunar un delicioso curry de papaya y un par de rotis, por
 fin salimos hacia Habra. Al final fuimos en coche, y fue la primera vez
 que Shakuntala y yo estábamos a solas. Ella aprovechó para preguntarme 
lo que más le interesaba saber de España: ¿cuál era la situación de la 
mujer en España? ¿Era un ciudadano de segunda como en India? Me contó 
que a pesar de haber estudiado en la universidad Zoología y haber 
estudiado un máster en Ciencias Medioambientales, desde que se había 
casado y tenido a su hija, no tenía tiempo para nada más: cuidar de su 
hija, de su marido, de la casa, de sus padres (su madre había superado 
un cáncer hacía apenas unos meses), de su suegra, de sus sobrinos... No 
le quedaba nada de tiempo para ella, ni para estudiar ni para trabajar. 
Quizá por eso intentaba aprender español: para hacer algo por y para 
ella misma, aunque no me dijo esto directamente, tan sólo es mi 
hipótesis. Era una mujer de buena familia y de educación, pero no podía 
enfrentarse ella misma y sola a su "papel" social y familiar que debía 
cumplir. Al español había que añadir su otra actividad (aunque la 
comparte con su marido y su hija): pertenecen a una pequeña ONG que 
intenta proteger animales que los agricultores, por lo general, matan 
por peligrosos para sus cosechas. Lo cierto, es que en su familia y sus 
amigas, solo dos trabajaban. Una era su hermana, que realiza una tarea 
típicamente femenina: ser profesora de sánscrito en una escuela; y la 
otra era su amiga Nandita, que era cantante amateur en eventos. Además 
de amas de casa.
Yo le conté que la mujer en España necesita trabajar, porque sino la 
familia no puede mantenerse, que en mi familia todas las mujeres habían 
trabajado, en diferentes campos, desde limpiando hasta cosiendo pasando 
por enseñar y por oficinas. También le conté que hacía 50 años, pues la 
mujer en España sufría como ella sufre ahora, quizá más, porque ella ha 
podido estudiar hasta un máster (aunque debe ser frustrante tener un 
máster y no poder trabajar de ello...ya sea por la crisis económica o 
por los obstáculos sociales), y hace 50 años, ¿qué mujer en España tenía
 un máster/estudios de posgrado?). En fin, ella me escuchaba con avidez 
todo el camino.
Por fin llegamos a Habra, después de recoger a la amiga cantante, 
Nandita, y en casa de Subhas nos estaba esperando medio pueblo: 
profesores de escuela, dos cantantes, un médico-músico, dos 
representantes de dos televisiones locales, y muchos ex estudiantes de 
Subhas, que ahora eran desde repartidores de leche hasta profesores. Y 
todos los chavales que aprenden con él. Habían preparado un espectáculo 
de música, poesía y baile encantador, en el que hubo desde 
Rabindrasangeet (no pueden faltar las canciones de Tagore), hasta 
canciones de Kavi Nazrul Islam, otro poeta y compositor desgraciadamente
 bastante desconocido porque la sombra de Tagore es demasiado larga, 
pasando por poemas en inglés, el "We shall overcome" cantado a coro, y 
bailes de música tradicional en su versión fusionada por uno de mis 
grupos Bangladeshis favoritos, Bangla. 
Nandita, la amiga de Shakunatala, tenía una voz maravillosa, sí.
Este cantante, que no es famoso a nivel estatal pero sí en la región, al
 parecer estudió canto con otro que sí era famoso, pero cuyo nombre no 
recuerdo. Cantaba con auténtico sentimiento.
Una niña monísima que bailó con toda la energía del mundo una de mis canciones favoritas :)
Después de las actuaciones, de fotos, y de dos entrevistas en bengalí 
para dos televisiones locales, Subhas me llevó (¡por fin!) a la 
oficina-comuna central de su partido, el SUCI (Socialist Union Centre of
 India). Más que socialistas son comunistas, en realidad. Viven cuatro 
familias más unas cuatro o cinco personas más, todos juntos, en una casa
 grande, que por fuera parece bien construida pero que por dentro está 
sin pintar, las escaleras algunas todavía son simplemente ladrillos, 
faltan tabiques, las sillas y mesas son viejas y algunas están un pelín 
rotas...Pero había otra cosa mucho más llamativa que la forma de vivir 
comunitaria, en la que todos comparten sus ingresos, su espacio, su 
comida y sus cosas, o que el estado de la casa. Veréis, cuando entré, en
 el salón principal había un chico joven estudiando. Al parecer era un 
estudiante de derecho que llevaba poco tiempo en la casa. A su 
alrededor, unos cuantos libros más, pero en las paredes...¡Dios mío, las
 paredes! ¡Todo el salón estaba cubierto de estanterías llenas de 
libros, catalogados por temas, con puertecillas de cristal para que no 
les entrara el polvo! Había libros de ciencia, de sociología, de 
matemáticas, de política, clásicos...y en las paredes, arriba, cuadros y
 fotos: sí, Marx, Lenin, Stalin, algunos líderes indios, y...el cuadro de Delacroix, La libertad guiando al pueblo.
 Shakuntala pregunto inocentemente si esa mujer era Juana de Arco, a lo 
que el joven estudiante replicó enseguida y apasionadamente con un "no".
 "Esta es la Libertad guiando al pueblo, de Delacroix, un pintor 
francés. Representa a la Libertad guiando a la humanidad para el 
futuro". A lo que yo añadí que era de la época de la Revolución 
Francesa. Al decir eso, el chico inmediatamente sonrío y creo que le caí
 bien sólo por eso.
Pero mi sorpresa ante su conocimiento (y pasión) por el cuadro de 
Delacroix la menciono porque: uno, Shakuntala no sabía nada del tema, y 
parecía que Subhas tampoco; dos, no creía ni creo que los indios sepan 
mucho ni de historia europea ni de arte europeo, porque suficiente 
tienen con estudiar lo suyo, que no es poco; y tres, porque cuando se lo
 comenté a Charline al volver ella me dijo que hacía una semana que 
había enseñado ese cuadro en clase a sus estudiantes de segundo (y 
último año) de máster, y ninguno lo conocía....después de cinco años de 
estudiar francés, cultura, literatura e historia francesa, en la afamada
 Universidad de Calcuta. Pero en Bongaon, un sencillo estudiante de 
Derecho que vive en una comuna, lo conoce. Olé.
Por fin subimos, por unas estrechas escaleras, para conocer al jefe del 
partido en la región, Shankar Ghosh. En la habitación donde dormía y 
trabajaba, solo habia una mesa y una silla, un banco, un armario, una 
larga estantería con puertas de cristal cubriendo la mitad de las 
paredes, también llena de libros hasta arriba, una cama, y un ordenador 
en otra mesilla, cubierto por una sábana para que no cogiera polvo. 
Cuando llegamos, estaba corrigiendo alguno de sus escritos en bengalí, 
con un bolígrafo de tinta roja. Llevaba una camisa blanca y un lungi 
(una especie de toalla larga con diseño a cuadros, un traje tradicional)
 azul atado a la cintura. En su mesa, más y más libros, y un enorme 
diccionario de Bengalí-Inglés. Era un hombre moreno, con el pelo que 
empezaba a ponerse canoso, de unos cincuenta años. Su mirada era muy 
tranquila: sus ojos castaños, claros para ser indio, caían un poco a los
 lados, dándole un aspecto un poco tristón. Su sonrisa era sencilla y, 
no sé qué otra palabra podría usar, yo diría "acogedora".
El Sr. Ghosh me preguntó cosas generales sobre mí y mi opinión del 
pueblo, de Calcuta y de India, hablamos del significado real de 
democracia (en sus palabras: "democracia es que nadie pase hambre", lo 
cual es una interesante definición, pero creo que hay algo más que no 
pasar hambre para tener democracia....), hablamos de Corea del Norte (al
 parecer dos enviados de Corea del Norte, uno de ellos médicos, habían 
venido hace poco al pueblo, habían charlado e intercambiado información,
 porque ya se sabe que los obreros del mundo están todos unidos, la 
nacionalidad no importa. Y el médico hasta había tratado a alguno de los
 miembros del partido. Cosa que no entiendo, porque no es que no haya 
médicos en India), hablamos de Estados Unidos y de su imperialismo, me 
preguntó por Franco, por la situación de España entonces y ahora, cómo 
iba el movimiento obrero allí, por ETA... Yo le pregunté por su vida: 
llevaba 37 años viviendo en esa comuna, nada era de su propiedad, todas 
sus cosas las donó al partido en su momento, y viven de donaciones y 
ayudas de miembros del partido que entregan algo (o todo, si viven en la 
comuna) de lo que ganan. Todo el dinero que entra lo usan para vivir, 
financiar los estudios de los que viven en las diferentes comunas, y 
para los eventos y publicaciones del partido. Pero normalmente funcionan
 como una red cooperativa en la que si tienen que preparar una 
conferencia, o un mitin, pues alguien les presta el lugar, otro los 
altavoces, etc, de modo que tampoco es que haga falta mucho dinero. A 
las afueras del pueblo hay una gran comuna en la que viven unas 300 
personas, con granja y campos, donde todos colaboran para que funcione: 
un experimento de organización comunista en la que todos los miembros 
del partido están obligados a vivir y trabajar cada cierto tiempo, a no 
ser que algo se lo impida (como una enfermedad o así). Han montado 
escuelitas o centros de enseñanza (como hace Subhas, que junto a otras 
personas enseña a los niños que viven al lado de las vías del tren, que 
por lo que he visto siempre en India, son de los más pobres que hay). 
Cualquier persona es bienvenida a la comuna mientras tenga una actitud 
positiva y unos buenos hábitos. 
Mientras charlábamos, nos ofrecieron té y dulces (al parecer los sandesh
 de Bongaon son muy famosos), y el Sr. Ghosh me regaló tres libros: uno 
sobre Stalin, en inglés, y dos en bangla, uno sobre Master da Suryo Sen,
 un luchador por la independencia de India, y otro, el que me parece más
 interesante, sobre Pritilata Waddader, que resulta que es la primera 
mujer que luchó por la independencia, llegando a sacrificar su vida por 
la causa, y de la que nadie ha oído hablar jamás en Occidente (sólo 
conocemos a Gandhi y a Nehru, pero hay mucha gente metida en esto de la 
Independencial. Claro que no hay una película de Attenborough llamada 
"Pritilata" o "Netaji"...). Ahora solo me queda aprender el bangla 
suficiente para poder leerlo... De momento, sigo con los libros 
infantiles.
Al final de esta charla, en la que me hubiera gustado preguntar más 
cosas, y en la que el jefe también se quedó con ganas de más 
información, me hizo prometer que volvería a Bongaon para hablar de 
nuevo, y en especial, para dar una pequeña charla sobre los problemas 
del desempleo en España (el desempleo, en todas partes del mundo, es 
algo que le preocupa mucho), y sobre los movimientos de protesta 
actuales. Así que chicos, en febrero, ¡habrá otra entrada sobre Bongaon!
Tras esta charla y té, por fin tocaba otra de las cosas que vine a hacer
 a Bongaon: dar una charla general sobre España. En una pequeña academia
 en el centro del pueblo, Subhas, el hombre que hizo su doctorado sobre 
Octavio Paz, y el dueño de la academia, habían preparado un aula para 
las circunstancias.
Con la foto de Lorca y un mapa de España que me vino de maravilla para la charla.
Como me habían pedido que trajera fotos y videos y música, había pedido 
un proyector, pero cómo instalar el proyector...nadie sabía. Menos mal 
que Shakuntala tenía un ordenador portátil. Como en todas las charlas, 
conferencias y programas culturales aquí, empezaron con música y poemas:
 un poema de Borges, de Octavia Paz, y otro de León Felipe (en español y
 bengalí los tres), y la canción We shall overcome, que es el super hit 
de Bongaon. El poema de León Felipe, que leyó Shakuntala, hablaba de 
"hay dos Españas", así como hay dos Bengalas: de ahí el título de estas 
entradas. Después Subhas me presentó, en bengalí, y por fin empecé yo, 
un poco en español y después todo en inglés. ¿Dónde está España? ¿De 
dónde vengo yo? ¿Cómo es el español? ¿Por qué se habla español en 
Latinoamérica? ¿Cómo es España? Fotos, vídeos actuales y música 
acompañaron la charla (les encantó Jorge Drexler y la Muiñeira de la 
Chantada), y por fin una ronda de preguntas, que fueron desde el clima 
en España, hasta los parecidos y diferencias entre el español y el 
inglés, pasando por la situación de los transexuales en España (una 
pregunta que no imaginaba en absoluto que me fueran a preguntar) y los 
efectos de la globalización en España. Increíble el interés que tienen 
en este pueblo pegadito a Bangladesh.


















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