Las minas antipersona siguen matando en Cachemira
Este artículo es de Athar Parvaiz (fuente):
Los niños estaban simplemente haciendo lo que resultaba algo natural para ellos después de encontrar aquel cachivache en la carretera: jugar con él. Fue esa innata curiosidad infantil la que destrozó para siempre el mundo de Shabir Ahmad y de sus tres compañeros de clase.
Los tres niños eran del pueblo de Soothipora Gund, en la Cachemira india. Y todos murieron, entre ellos el hermano de nueve años de Ashfaq Shabir, al estallarles ese juguete que resultó ser un explosivo abandonado por el ejército.
La pierna de Shabir tuvo que ser amputada y los daños en la pelvis le provocaron una incontinencia crónica. "Hay un campamento del ejército justo encima de nuestro pueblo", dice su padre, Mohammad Yousuf Sheikh, que trabaja como jornalero. "Los soldados habían tirado la basura fuera del campamento, y el explosivo rodó hasta aquí, donde los niños comenzaron a jugar hasta que estalló".
Los campamentos del ejército son una visión habitual en la Cachemira administrada por la Nueva Delhi desde que los rebeldes armados se alzaron contra el gobierno en 1989. Un tercio del territorio de Cachemira está bajo control de Pakistán, mientras que el resto lo está por la India, que acusa a su vecino de entrenar y suministrar armas a los rebeldes.
Según estimaciones oficiales, 60.000 personas han muerto por el conflicto y muchas más han quedado mutiladas por las minas terrestres y las municiones sin explotar. A menudo, los campesinos en sus campos o los niños se encuentran con estas armas sin estallar tras los combates entre los insurgentes y el ejército indio.
El Centro de Discapacidad Esperanza , una organización no gubernamental que trabaja en colaboración con Handicap International, en Cachemira, dice que más de 2.000 personas han sido víctimas de minas antipersona y explosivos durante las últimas dos décadas de conflicto.
En el caso de Shabir, su familia sostiene que no había habido ningún combate, sino que cayó donde no debía por culpa de una descuidada eliminación de residuos.
Vidas truncadas
Shabir, que ahora es un tímido y reservado niño de 14 años de edad, no puede recordar mucho sobre el accidente. Con su intestino dañado, no puede asistir a la escuela a tiempo completo, yendo sólo dos o tres días a la semana y sólo hasta la hora de comer.
"Cuando me encuentro con el doctor, me siento bien -dice Shabir, que está siendo tratado en el Hospital Estatal de Medicina en la región de Srinagar- Él me ayudó a afrontar la situación, pero a menudo echo de menos la escuela. Creo que disfrutaría más el colegio, en compañía de otros chicos".
Según periódicos de Cachemira, en los últimos dos años, al menos 20 personas, la mayoría niños, han perdido la vida y otras 17 han quedado mutiladas por las bombas. "Es deber de los organismos de seguridad limpiar los alrededores de un lugar donde ha habido combates", dice Khurram Parvez, el coordinador de la Coalición de la Sociedad Civil, con sede en Srinagar.
El portavoz del ejército indio en Cachemira, el coronel Jagmohan Singh Brar niega que las fuerzas de seguridad no tengan el suficiente cuidado. "No sólo no tiramos la basura fuera de los campos, sino que también limpiamos los alrededores de los sitios donde llevamos a cabo operaciones contrainsurgentes".
La familia de Shabir recibió una compensación de 75.000 rupias (unos 1.150 euros) del gobierno de la India, una suma que describen como una 'broma cruel'. "Esta cantidad no es suficiente ni siquiera para un año de tratamiento", dice su padre, Mohammed.
Con sus pobres ingresos, Mohammed tiene que pagar los antibióticos y las pruebas de laboratorio. A veces, la familia ni siquiera puede llevar a su hijo al hospital por falta de dinero. La madre de Shabir, Zareefa Begam dice que, de haber sobrevivido su hijo mayor Ashfaq, estaría ayudando a su marido, "ajado como una hoja de otoño", por la pesada carga que tiene sobre sus hombros.
La familia no ha recibido nada del ejército, ni siquiera una disculpa. Shabir todavía siente miedo del ejército, que sigue patrullando por los alrededores y acampando encima de su pueblo. La mayoría de las víctimas de las minas antipersona y artefactos explosivos sin detonar en Cachemira provienen de familias pobres.
El ejemplo de Gulzar Mir
Gulzar Mir, de 51 años, que vive en la aldea de Warsun en la frontera de Kupwara, es la única víctima de las minas en Cachemira, que ha logrado ganar más de la compensación estándar de la India gobierno.
Mir, una figura carismática, luce una barba blanca, camina con sus dos piernas ortopédicas. Ahora se está generando esperanza para cientos de víctimas como él. "Me entregaron un cheque de 75.000 rupias en concepto de indemnización cuando perdí mis dos piernas", dice este padre de seis hijas y tres hijos. Mir podría haberse conformado con esto, pero él optó por recurrir ante los tribunales.
Viendo que era una suma insignificante de dinero, presentó una demanda contra el gobierno de la India acusando lo 'irracional' de la indemnización. Tras seis largos años litigando, ganó su caso en 2010 y el Tribunal decretó que el gobierno de la India debía pagarle 1,2 millones de rupias (unos 18.000 euros), por haber puesto minas en una zona boscosa sin comunicarlo a la población del área. "Llevábamos nuestro ganado a pastar al bosque, de allí sacábamos leña y hortalizas... pero ahora ya no nos atrevemos a acercarnos".
La decisión del tribunal en favor de Mir le ha dado fuerzas para trabajar en favor de otras víctimas como él.
Mir ha formado la Asociación Sobrevivientes de Minas Antipersona de Jammu y Cachemira, para luchar por los derechos de todos los supervivientes. "He empezado a hacer un seguimiento de todas estas víctimas", dice. "Mira este niño [Shabir]. Él es la víctima de la negligencia absoluta del ejército", denuncia.
En cuanto a Shabir su deseo es no depender de los demás. Es un sueño, dice su médico, que puede hacerse realidad si Shabir puede completar su tratamiento. "Los problemas persistirán durante algún tiempo, pero los vamos a superar", dice el Mufti Mehmood Ahmed, el jefe de Urología del Hospital Estatal de Medicina de Srinagar, que no pierde la esperanza de que Shabir pueda reconstruir su vida.
Los niños estaban simplemente haciendo lo que resultaba algo natural para ellos después de encontrar aquel cachivache en la carretera: jugar con él. Fue esa innata curiosidad infantil la que destrozó para siempre el mundo de Shabir Ahmad y de sus tres compañeros de clase.
Los tres niños eran del pueblo de Soothipora Gund, en la Cachemira india. Y todos murieron, entre ellos el hermano de nueve años de Ashfaq Shabir, al estallarles ese juguete que resultó ser un explosivo abandonado por el ejército.
La pierna de Shabir tuvo que ser amputada y los daños en la pelvis le provocaron una incontinencia crónica. "Hay un campamento del ejército justo encima de nuestro pueblo", dice su padre, Mohammad Yousuf Sheikh, que trabaja como jornalero. "Los soldados habían tirado la basura fuera del campamento, y el explosivo rodó hasta aquí, donde los niños comenzaron a jugar hasta que estalló".
Los campamentos del ejército son una visión habitual en la Cachemira administrada por la Nueva Delhi desde que los rebeldes armados se alzaron contra el gobierno en 1989. Un tercio del territorio de Cachemira está bajo control de Pakistán, mientras que el resto lo está por la India, que acusa a su vecino de entrenar y suministrar armas a los rebeldes.
(Shabir, mostrando la prótesis de su pierna) |
Según estimaciones oficiales, 60.000 personas han muerto por el conflicto y muchas más han quedado mutiladas por las minas terrestres y las municiones sin explotar. A menudo, los campesinos en sus campos o los niños se encuentran con estas armas sin estallar tras los combates entre los insurgentes y el ejército indio.
El Centro de Discapacidad Esperanza , una organización no gubernamental que trabaja en colaboración con Handicap International, en Cachemira, dice que más de 2.000 personas han sido víctimas de minas antipersona y explosivos durante las últimas dos décadas de conflicto.
En el caso de Shabir, su familia sostiene que no había habido ningún combate, sino que cayó donde no debía por culpa de una descuidada eliminación de residuos.
Vidas truncadas
Shabir, que ahora es un tímido y reservado niño de 14 años de edad, no puede recordar mucho sobre el accidente. Con su intestino dañado, no puede asistir a la escuela a tiempo completo, yendo sólo dos o tres días a la semana y sólo hasta la hora de comer.
"Cuando me encuentro con el doctor, me siento bien -dice Shabir, que está siendo tratado en el Hospital Estatal de Medicina en la región de Srinagar- Él me ayudó a afrontar la situación, pero a menudo echo de menos la escuela. Creo que disfrutaría más el colegio, en compañía de otros chicos".
Según periódicos de Cachemira, en los últimos dos años, al menos 20 personas, la mayoría niños, han perdido la vida y otras 17 han quedado mutiladas por las bombas. "Es deber de los organismos de seguridad limpiar los alrededores de un lugar donde ha habido combates", dice Khurram Parvez, el coordinador de la Coalición de la Sociedad Civil, con sede en Srinagar.
El portavoz del ejército indio en Cachemira, el coronel Jagmohan Singh Brar niega que las fuerzas de seguridad no tengan el suficiente cuidado. "No sólo no tiramos la basura fuera de los campos, sino que también limpiamos los alrededores de los sitios donde llevamos a cabo operaciones contrainsurgentes".
La familia de Shabir recibió una compensación de 75.000 rupias (unos 1.150 euros) del gobierno de la India, una suma que describen como una 'broma cruel'. "Esta cantidad no es suficiente ni siquiera para un año de tratamiento", dice su padre, Mohammed.
Con sus pobres ingresos, Mohammed tiene que pagar los antibióticos y las pruebas de laboratorio. A veces, la familia ni siquiera puede llevar a su hijo al hospital por falta de dinero. La madre de Shabir, Zareefa Begam dice que, de haber sobrevivido su hijo mayor Ashfaq, estaría ayudando a su marido, "ajado como una hoja de otoño", por la pesada carga que tiene sobre sus hombros.
La familia no ha recibido nada del ejército, ni siquiera una disculpa. Shabir todavía siente miedo del ejército, que sigue patrullando por los alrededores y acampando encima de su pueblo. La mayoría de las víctimas de las minas antipersona y artefactos explosivos sin detonar en Cachemira provienen de familias pobres.
El ejemplo de Gulzar Mir
Gulzar Mir, de 51 años, que vive en la aldea de Warsun en la frontera de Kupwara, es la única víctima de las minas en Cachemira, que ha logrado ganar más de la compensación estándar de la India gobierno.
Mir, una figura carismática, luce una barba blanca, camina con sus dos piernas ortopédicas. Ahora se está generando esperanza para cientos de víctimas como él. "Me entregaron un cheque de 75.000 rupias en concepto de indemnización cuando perdí mis dos piernas", dice este padre de seis hijas y tres hijos. Mir podría haberse conformado con esto, pero él optó por recurrir ante los tribunales.
Viendo que era una suma insignificante de dinero, presentó una demanda contra el gobierno de la India acusando lo 'irracional' de la indemnización. Tras seis largos años litigando, ganó su caso en 2010 y el Tribunal decretó que el gobierno de la India debía pagarle 1,2 millones de rupias (unos 18.000 euros), por haber puesto minas en una zona boscosa sin comunicarlo a la población del área. "Llevábamos nuestro ganado a pastar al bosque, de allí sacábamos leña y hortalizas... pero ahora ya no nos atrevemos a acercarnos".
La decisión del tribunal en favor de Mir le ha dado fuerzas para trabajar en favor de otras víctimas como él.
Mir ha formado la Asociación Sobrevivientes de Minas Antipersona de Jammu y Cachemira, para luchar por los derechos de todos los supervivientes. "He empezado a hacer un seguimiento de todas estas víctimas", dice. "Mira este niño [Shabir]. Él es la víctima de la negligencia absoluta del ejército", denuncia.
En cuanto a Shabir su deseo es no depender de los demás. Es un sueño, dice su médico, que puede hacerse realidad si Shabir puede completar su tratamiento. "Los problemas persistirán durante algún tiempo, pero los vamos a superar", dice el Mufti Mehmood Ahmed, el jefe de Urología del Hospital Estatal de Medicina de Srinagar, que no pierde la esperanza de que Shabir pueda reconstruir su vida.
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Un abrazo.