Testimonios de ser mujer en India.
(foto: Claude Renault) |
Por la tarde habíamos quedado en volver a casa de Raj para que las mujeres nos hicieran dibujos de henna en las manos. Llegamos y tras el chai (raro, ¿eh?), Mami se puso a la tarea. Con mucha, mucha paciencia, fue trazando mil dibujos en la palma y el dorso de mi mano, mientras íbamos hablando de cosas de mujeres. Sin hombres por delante, con toda la naturalidad del mundo fuimos preguntándoles cosas y ellas a nosotras.
Tara quería irse a vivir a Estados Unidos. Ahora estaba más activa; había pillado confianza y a veces se emocionaba tanto hablando que se olvidaba de traducir para la hermana de Raj.
Creo que era Mami la que más se ocupaba de las cosas de la casa; nos hizo el chai, la henna, y andaba trasteando mientras las otras dos hablaban tan ricamente con nosotras. Tiene sentido; se supone que la mujer india, cuando se casa, pasa a entrar al servicio de la familia de su marido. Mami, por respeto a Raj, que es mayor que su marido, se tapa la cara (pero no por respeto a su cuñada, que es mayor también, o a su suegra, que le dobla la edad). Tiene 19 años y lleva uno casada. No quiere niños, ni uno solo. Es escurridiza a la hora de hablar con nosotros, pero contesta a las bromas cuando se les hace y como buena india se ha reído todo lo que ha querido de mi acento al pronunciar un par de palabras en hindi. También de mis zapatillas, atadas cada uno con un cordón de diferente color (en Shishu, era el tema estrella de conversación entre las massis). Conocía al hermano de Raj, Raussi, antes de casarse.
(foto sacada de google) |
Las tres, cada una en una etapa diferente de su vida, pero ninguna libre, siempre dependiendo de un padre, tío o marido. Las mujeres indias no pueden viajar solas, por ejemplo. Está terminantemente prohibido. Tara quiere ir a Estados Unidos, pero no cree que pueda a) Conseguir el dinero para el viaje b) Convencer a un hombre de su familia para que la acompañe.
Ella quiere ser médica. Ya ha conseguido dos medallas de excelencia en la escuela, como dijo Raj por la noche, las primeras que hay en la familia. Como la chica (tiene 13 años) apunta maneras, la ha sacado de la aldea y se la ha traído a la ciudad, a una buena escuela. La trae y la lleva al cole y está muy orgulloso de ella. Al mismo tiempo, él es el hombre que manda en su vida. Yo me moriría si tuviera que hacerme a la existencia de una mujer en este país.
Ellas tampoco están muy conformes, pero se quejan entre ellas y así se consuelan un poco. Por lo del viaje, les digo que ya que tienen voto, que propongan cambiarlo para que puedan viajar solas, y Tara me dice que ella es sólo una. Y yo le digo que así no se va a ningún lado, pero tampoco insisto más, porque para mí es muy fácil decirlo desde afuera, pero tampoco quiero meterle ideas en la cabeza porque luego ella se queda y debe de ser frustrante para la muchacha, el saber que en otros lados la mujer es igual que el hombre (bueno, aunque no sea así al cien por ciento, pero en comparación, creedme que lo es). Me entran ganas de coger a Taruna (su nombre al completo) y traérmela para España, y que estudie aquí y deje a los hombres estrechitos de mira en su querida India. Que no es que a ella no le guste, o a Mami, o a la hermana de Raj. Les pregunté y sí que son felices; además están orgullosas de ser indias, de sus tradiciones y costumbres. Es sólo que, muchas veces, son esas mismas costumbres las que las aprisionan...
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un abrazo.