El invierno en Calcuta.

 El  invierno pasado en estaba en Nepal. El colegio donde trabajaba era la única casa del pueblo donde no había un fuego eternamente encendido.  Así que el clima resultaba incómodo aunque el trabajo fascinante, espero volver algún día.  Si alguna queréis ayudar en una escuela perdida entre  bancales de arroz a media montaña y relativamente cerca de Kathmandú pasadme vuestro email...

En cambio los dos inviernos anteriores los pasé en Calcuta. La ciudad es una mole que te engulle y te roba la energía día a día, a veces muy deprisa.   Pero sin duda es la mejor época para disfrutar la ciudad.   Aunque la gente va con orejeras y bufandas realmente sólo hace frío de noche si no no andarían descalzas o en chanclas...

Sin duda de diciembre a febrero son los mejores momentos para disfrutar de la ciudad sin sufrir la paliza del calor húmedo.  Hay menos mosquitos y los sabrosos puestos de comida callejera tienen menos peligros que nunca,    Los días son más cortos pero los atardeceres multicolores te regalan un melocotón en el horizonte cada día.
 El trabajo continua, los precios de la comida bajan, aunque hay menos variedad de hortalizas el invierno es tan corto que no da tiempo a cansarse de las verduras de invierno coles etc, además se encuentran raíces como el cúrcuma fresco (y otras variedades que no tienen ni nombre en occidente) o los bloques de azúcar de dátil (ghur) con los que se elaboran dulces y conservas para el resto del año.
 A verlas venir.   El frío a los indios les entra por la cabeza y no por los pies como a nosotras en occidente. Por eso se tapan antes la cabeza que los pinreles. Por supuesto que el que tiene pasta aprovecha para arroparse y lucir la moda de los grandes almacenes...





Las mujeres humildes siguen vistiendo su sari, es la ropa más barata ya que no lleva ninguna costura, son simplemente metros de tela en los que se enrollan con gracia. En invierno se ponen una pieza de lana por dentro o un shawl por encima, pero aún así sigue resultando un poco escaso y se pasa frío. Esto no es lo peor que le pasa a una mujer india así que lo llevan frotándose las manos, sujetando un vaso de té caliente o quemando restos de basura que siempre hay por la calle.
 En las casas se apagan los ventiladores sólo un par de meses. En febrero, marzo se encienden y se tienen dando vueltas ininterrumpidamente durante 9-10 meses, nunca lo apagan.  Esta es la mejor época para consumir zumos porque están fresquitos sin hielo. Por ejemplo en este puesto si preguntas te dirán que el hielo está hecho con agua mineral, pero si vas a primera hora ves como el repartidor de hielo les deja una barra translucida que lleva en un patín de madera por la calle tapado con un trozo de saco milenario.
 La vida en la calle, en las aceras, bajo los puentes, en los parques, entre las vías del tren continua. Calcuta es un maremagnum de gente por doquier, puede llegar aturdir pero si sabes dosificarte siempre tiene un lado amable, por ejemplo en la foto de abajo se puede ver un chico a lo lejos saludando a la chica que ha hecho la foto. Las verduras y frutas duran varios días y la comida se conserva hasta doce horas aunque no tengas nevera (sí, es posible la vida sin refrigerador, doy fe).
 Sin duda la vida en la calle es dura, pero un poco menos en ciertos barrios frecuentados por extranjeros con ganas de ayudar al prójimo, la gente sonríe con una mezcla de inocencia, esperanza y el cuento de la lechera en su cabeza.

 Las fotos de hoy son de Arancha una chica que acaba de volver de pasar en Calcuta un par de meses trabajando sin remuneración en distintos centros de la organización que fundó Teresa de Calcuta y haciendo un par de excursiones a Darjeling y Vanarasi.

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