Viajes y Cal.
Los pijos llaman Cal a Calcuta. Llego a la hora de comer a la oficina de Renfe para guiris. Está vacía, ¿qué no hay turis? pregunto. Sí, eres el 51 hoy. Pero todos vienen antes de abrir y se forma una cola tremenda. Ya tengo mi billete para Siliguri, toda la noche en tren. Luego una hora de bus a la frontera India. Espero que se apiaden de mi maltrecho pasaporte. Tengo visado por un año, pero no puedo estar más de 180 días seguidos en territorio indio (esto me daría automáticamente derecho a comprar casas, terrenos..,)
Un ciclotaxi a la frontera nepalí, pagar el visado y pillar bus, bajarse una después en un pueblo de paso, donde hasta la una salen buses a Ilam, 5 horas entre montañas, y si está despejado se verá el Kanchengunga de más de 8,500m. Lo que aguante entre jardines de té y vuelta patrás, con posibles paradas en Darjeeling y/o Kalimpong (este más pequeño y tranquilo) dónde se hace un queso semicurado bien rico.
El caso es que los descendientes de los nepalís que vinieron como mano de obra barata para recoger el afamado té de Darjeeling, la tienen montada gorda con frecuentes huelgas y cortes de carretera... Por eso me voy 15 días antes por si no se puede llegar a la frontera y tuviera que ir en avión a Kathmandú (200 lauros, mientras que el tren son 9).
Mañana de excursión en bus con la gente de Monimala...
Y el lunes, día de la república, me ha invitado Ratan Pal a ir al río de piquiniqui. Espero poder sacar del armario a toda la familia. El otro día me dio un palo.
Sí, Ratan Pal, mi casero, me dio un palo.
Resulta que tenía un señor don gato que dormía en mi tejado, así que le he tenido que echar, no por él sino por sus meos. Y a base de hacer ruido parece que lo hemos conseguido.
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