Por las noches ejerzo de viudo consorte, del hada nocturna. Y le llevo la bolsa y nos presentamos en una casa, y sacamos saris (mu monos), batas de casa (para las reinas), kurtis bordados (a mano), peticós (la falda bajo el sari), cholis (la blusa), colchas (horteras), fundas de cojín (a juego)... Nos sientan en el salón que siempre es el dormitorio, lleno de camas, con pequeños pasillos para maniobrar, y trastos desperdigados al azar. Los niños, conscientes de su cara de viejo a los 8 meses, se vengan meándose encima de los padres, que ni se inmutan ni se cambiarán de pantalón hasta que se lo diga su mujer... En un cuaderno se apuntan las deudas -se aprovecha para cotillear las del vecino- y se paga de a pocos. Los que van de guay te sirven café, se trata de leche, toneladas de azúcar y un par de granitos de nescafé (está al mismo precio que allá). Mientras varios moviles no paran de sonar, la tele por cable bombardea con anuncios, el aire acondicionado descansa
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