Nepal, la esperanza está en la tierra que bailó con l@s nadie


Es temporada de plantar maíz, en un mes se cosecharán las primeras mazorcas. La clave para que la gente resista es comer bien. Y aquí se come arroz, que se plantará en cuanto llegue el monzón en junio. La clave está en las terrazas de arroz. La tierra bailó, las casas cayeron (un 70% en las zonas rurales situadas hasta a 200 km del epicentro), pero las terrazas de arroz parece que han resistido en su mayoría. Deben seguir horizontales para que crezca el plantón y pululen las libélulas, y el agua pase ligerita de una piscina a otra... el laberinto huele a nuez cuando la planta florece. El barro te masajea los pies mientras estás plantando, es un lujo cuando lo haces un rato por gusto. Cuando recoges el chawal hay que hacer atillos y golpearlo contra una piedra para separar el grano que luego se lleva al molino de la zona. Luego viene el mijo y luego otra cosecha de arroz. Y sí, a veces se ve algún paisano fumigando con mochila.
(Sindhulpachok es el distrito que más ha sufrido con el baile, pero las terrazas se ven enteras)
Es increíble que en el país más lluvioso del planeta el problema sea el agua, potable. Algo se ha hecho mal todos estos años de tanto progreso, sobre todo si se deja de considerar el agua como la fuente de la vida y se considera una fuente de ingresos. Los 2 ríos que pasan por Kathmandú -el Bagmati y el Bishnumati- son auténticas cloacas... hace pocas semanas los gobernantes se fotografiaban delante, rastrillando las laderas y luego volvían a sus casas a tirar de generador cuando se iba la luz y de plásticos y químicos industriales. En Pashupatinath se tiran las cenizas de los cadáveres recién quemados al Bagmati -junto a flores, cocos, monedas- para fomentar una reencarnación placentera y onerosa; pero me temo que están acabando con la rueda, de ahí no puede salir nada con vida.
(En Pashupatinath no dan a basto incinerando cadáveres, 3 días después del baile)
En Kathmandú el agua que sale por los grifos se llama amarilla (yellow water) supuestamente te puedes duchar pero no beberla. Yo no lo sabía y me amorraba al grifo los primeros años cuando se me acababa la botella. Un litro valía 20 rupias en las tiendas de turistas -luego se tira contribuyendo a montañas deplástico-, cuando viví como local compraba bombonas retornables  a 2 rupias el litro. No era mineral, era agua de manantial envasada sin garantías pero estaba buena, el himalaya y los monzones hacen buena pareja.
(camión cisterna repartiendo en Kathmandú,agosto 2012)
En las aldeas no creo que falte agua. En la montaña las fuentes, los manantiales habrán cambiado de curso, o no, pero seguirán fluyendo. Alguien tendrá que caminar un poco más con su vasija (seguro que será una niña, o una mujer, mayoritariamente). El precio de las mangueras y los tanques de 100 litros se triplicará pero lo primero es lo primero. En Dandakatheri ir a la fuente era una gozada, estaba a la puerta del colegio y allí hablabas con mujeres que se lavaban el pelo, niños que lavaban los cacharros, o jugabas con Nabin que a los 3 años se lavaba la ropa. Las cabreras saciaban su sed, ancianas se inclinaban sin tirar ni una brizna del fardo de hierbas que era la cena de su búfala. Y yo me llevaba una olla para calentar al sol los días sin nubes y ducharme, era el único que lo hacía en invierno en toda la comarca, un marciano. Creo que no era necesario, porque allí todo el mundo olía bien. Pero yo seguía con mi chip occidental.
(Los cántaros de metal todavía ganan a los de plástico en las aldeas)
También son importantes las comunicaciones, las carreteras que ya antes estaban desastradas, ahora  hay que desatascar las piedras que las taparon, pero muchas siguen en pie. Después arreglarán el móbil, la cobertura y esas cosas que antes no necesitábamos.
(A fine balance)

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