El timo del crematorio de Benarés

El año pasado pasaron por India y Nepal dos periodistas, viajeros en plan mochilero por el mundo, hacen reportajes y fotografías para periódicos y revistas especializadas. De su interesante blog (aunque se guardan lo mejor hasta que consiguen venderlo) he seleccionado este post en el que nos cuentan un poco de teoría de castas y luego cuentan una aventura personal, les dejaron visitar el crematorio de Benarés pero al final les pidieron dinero que no creo que vaya para comprar madera como les dijeron. La diferencia económica es tan grande que se están aprendiendo conductas agresivas para que haya un intercambio de experiencias de lo exótico por dinero contante y sonante:

LOS INTOCABLES

“Aquellos que tienen la visión de la eternidad pueden ver que el alma imperecedera es trascendental y eterna, y que se encuentra más allá de las modalidades de la naturaleza. Pese al contacto con el cuerpo material, el alma ni hace nada, ni se enreda.”
Bhagavad-gita (13.31-32). Texto védico.

En los viejos textos védicos se explica que la sociedad ideal debería estar compuesta por cuatro clases socioespirituales:
- La casta de los brahmanas: liturgistas, sacerdotes y letrados.
- La casta de los kshatriyas: monarcas, guerreros y nobles.
- La casta de los basillas: comerciantes, agricultores y ganaderos.
- La casta de los shudras: los siervos de las tres castas superiores.
Se suele omitir una quinta casta, a veces denominada como chandala, que los europeos bautizarían luego como los intocables.
Intocables. El nombre lo dice todo. Toda su vida son tratados como leprosos y sus funciones son aquellas que nadie quiere hacer: incineradores de cadáveres, barrenderos o retiradores de animales muertos. Antes de nacer, se les inyecta el virus de las castas, una enfermedad crónica contra la que tendrán que luchar durante su mísera existencia.
Por suerte para algunos, las castas no contemplan siempre el nivel económico. El hombre más rico de Varanasi, por ejemplo, es un intocable. ¿Por qué? Pues porque Varanasi es la ciudad donde la mayoría de los hindúes devotos van a morir. ¿Y quién se encarga de incinerar a los hindúes de cualquier casta? Los intocables.
Lo que no alcanzo a comprender es cómo los hindúes se dejan tocar por seres tan deplorables justo en el momento más importante de su vida. ¿No tendrán miedo de que haya interferencias entre el cielo y sus cenizas?
Con la idea en la cabeza de hacer un documental sobre los intocables, fuimos a conocer los dos crematorios de Varanasi: el Harischandra y el Manikarnika ghat. En el primero queman a la gente que no ha muerto de manera natural (asesinato, accidente, etc); y en el segundo, el más turístico, queman al resto. Aunque hay cinco excepciones que nunca serán incineradas, mueran de la manera que mueran, sino tiradas con un peso al río Ganga:
- Los sadhus o santones porque su alma nunca muere.
- Los bebés
- Las mujeres embarazadas.
- Las personas que mueren por la mordedura de una cobra por ser el elegido del Dios Shiva, pues la cobra es su símbolo.
- Y los leprosos, porque contaminan el aire que respiran los vivos.
En Manikarnika conocimos a uno de los 25 intocables que trabajan en el crematorio, Pappu. Nos dejamos llevar por la euforia ilusionados con el documental que queríamos hacer. Pappu, cuya familia trabaja en el crematorio desde los tiempos de su tatarabuelo, nos enseñó todo Manikarnika: el fuego eterno que quema desde hace 150 años; los familiares que se rapan las cabezas en símbolo de luto; el hombre más rico de Varanasi, gordo y sudoroso, apuntando los nombres de uno de los 200 cadáveres que debían incinerar ese mismo día; pudimos subir junto a la pira funeraria, donde ardían decenas de cuerpos.
Lo vimos todo. Vimos incluso que nos habíamos metido en la boca del lobo. No nos iban a dejar ir si no “ofrecíamos un donativo” de unos cuantos quilos de madera para quemar a los muertos. Nos acorralaron entre unos cuantos intocables y pagamos algo, aunque por supuesto, no lo que ellos querían. Con la bronca en el cuerpo por haber caído como dos guiris paletos, volvimos al cabo de dos días al crematorio y fuimos claros con Pappu: no tenemos dinero y queremos hacer fotos de Manikarnika. Cedió, aunque no dimos la vuelta del primer día. Pero, aunque no tengamos las imágenes deseadas, lo que vimos está grabado en nuestras retinas para siempre más. Volveremos a Varanasi para hacer el documental que, de momento, se ha quedado en el aire.

Comentaris

Libreta Viajera ha dit…
A nosotros nos pasó algo similar, no llegamos a entrar tanto al crematioro porque vimos como se planteaba la situación y en cuanto vimos que nos iban a pedir dinero nos marchamos. Le dejamos algo a una señora que había allí, pero nos dijeron exactamente lo mismo: para comprar madera y nos pedia una cantidad determinada, le dimos lo que creimos conveniente porque nos dio pena, pero sí que nos sentimos un poco idiotas por haber picado.
ka ha dit…
la cosa es complicada pero normalmente la gente que te presiona y que sabe echarle morro no está tan necesitada como otras que no tienen recursos ni acceso a turistas con dinero y conciencia...